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El presidente del Partido Republicano está convencido de que Chile necesita una nueva carta fundamental, porque la actual no cuenta con total legitimidad. Quien ha tenido “importantes reuniones con el partido socialista”, apuesta a que se aprobará el nuevo texto en que ellos juegan un rol crucial.
Fotos Diego Bernales
Probablemente fue su inmersión en la actividad política la que provocó un vuelvo en la impronta de Arturo Squella (45), a quienes sus cercanos lo recuerdan como un joven entra- dor, dicharachero y bueno para la fiesta en los inicios de sus 20 años. Desde entonces, el presidente del Partido Republicano, se mueve cuidadosamente, de manera seria, calmada y evitando, en lo posible, la sobreexposición.
Ahora intenta aunar posiciones en torno a la mesa constituyente, para lo cual, afirma, se ha reunido con las bancadas de todos los partidos políticos, convencido de que hay que subir a otros, para lograr un propósito que –en este encuentro con Velvet– reconoce con fuerza: que es necesario aprobar una nueva Constitución, no sólo porque esto es una especie de medidor de la capacidad que tiene su candidato presidencial José Antonio Kast, sino que también porque la actual Constitución ya no cuenta con la legitimidad suficiente.
En esta entrevista, el ex parlamentario UDI reflexiona sobre su tránsito al Partido Republicano, analiza su rol como bisagra entre el partido y la mesa constituyente, y cuenta la estrategia que se trazó para que el 17 de diciembre se apruebe un texto que represente a un número importante de chilenos.
–Dentro del partido, usted está a cargo del proceso constituyente. ¿Cuál es la verdadera estrategia de los republicanos para este plebiscito?
–Queremos ofrecer una mejor Constitución que la que tenemos vigente. Eso que suena un lugar común cobra mucho sentido, porque nosotros somos los que públicamente hemos defendido que tenemos una buena constitución.
–¿Ese es el desafío?
–El desafío consiste en no fijarse únicamente en las cosas que nos con- vienen a nosotros. La lectura de que tenemos una mejor Constitución tiene que ser vista por personas que no necesariamente son republicanas. Instalar a la fuerza un texto, no resuelve el tema que para muchos hoy está muy presente: el sentir que la Constitución no les permite tener una convivencia política social adecuada. Tendríamos a la vuelta de la esquina a personas reclamando que esta no las representa. No ganaríamos nada.
–Sería un despropósito repetir –para el otro lado– lo que sucedió el año pasado…
–Eso quedó claro desde que presentamos las enmiendas. El que está metido en el tema sabe que no estamos en la lógica de presentar indicaciones que tuvieran estricta bajada en nuestras ideas. Si hubiéramos querido eso se habrían propuesto cosas bastante distintas a las que terminaron siendo. Se cambió la redacción de enmiendas y se retiraron otras, porque se han recogido las miradas de otros sectores.
–¿Los republicanos de verdad quieren aprobar una nueva Constitución?
–En la medida de que sea mejor que la actual, por supuesto. Estamos trabajando para aprobar una nueva Constitución. Yo veo muy probable que se apruebe.
–O sea, ¿están disponibles a hacer todo lo posible para que eso ocurra?
–Así es.
–¿A qué concretamente estás dispuestos?
–A lo que hemos ido demostrando con el paso de las semanas y los meses: a poner todo nuestro esfuerzo en recoger cada una de las miradas de los distintos actores, abrir el debate a sectores políticos que no están representados en el Consejo. Hemos asumido muy profundamente esa responsabilidad.
–¿Con quiénes se ha reunido usted?
–Me he juntado prácticamente con todos los sectores políticos. Conversamos con el Presidente cuando nos invitó a La Moneda. Con las bancadas, directivas, políticos o dirigentes relevantes de los partidos de centroderecha, de centro, centroizquierda, con el mundo académico.
SU AMISTAD CON KAST
–Usted fue diputado UDI durante dos períodos. Muchos se sorprendieron cuando decidió no competir más, siendo tan joven y con buenas proyecciones. ¿Qué le pasó?
–Como generación joven intentamos renovar la política. Me encargué de decir que no íbamos a hacer lo mismo que hacían todos: quedarse apernados para siempre y mantuve la idea de estar sólo dos períodos.
