El diseñador de interiores abre las puertas de su casa, un espacio vivo y en constante movimiento donde cohabitan arte, objetos heredados y una atmósfera sensorial marcada por la música y los aromas.
Por Ignacia Castillo Fotos Pedro Magnere
“Yo no compro, solo reordeno”, afirma Cristián Preece al mostrar su hogar. Diseñador de ambientes y objetos de la Universidad Finis Terrae y máster en diseño de interiores de la Universidad Politécnica de Cataluña, suma casi 20 años de trayectoria trabajando con espacios que mezclan historia, confort y estética.

Su casa tiene distintos niveles, aromas y música. Está siempre cambiando, aunque conserva una base que no varía. “No compro cosas grandes, como sofás o muebles. Siempre busco una base atemporal que dure para siempre y voy cambiando accesorios, cuadros o detalles. Ahora está así, pero en un mes más los sofás pueden estar juntos, las mesas de centro distintas o los pisos en otro lugar. La casa se va sintiendo constantemente como nueva”, explica.
Fanático del arte, reconoce que es ahí donde invierte. “Tengo cuadros apoyados porque ya no me queda muro”, dice entre risas. Su hogar lo comparte con Bernardita, su señora desde 2008, y sus hijos, Guadalupe (14) y Baltazar (12).

Hall de entrada a la izquierda: cuadro con luz de Javier Toro Blum. A la derecha: cuadro escultura de Solange Heilenkotter.
–¿Qué es lo que más te gusta de tu casa?
–Que es muy vivida. Nos encanta invitar, disfrutarla y estar acá. Usamos todos los espacios. Hay vida todo el día: los niños están con amigos y uno sabe que lo va a pasar bien. Me preocupo mucho de las sensaciones: hay aromas a menta, cedro, flores y notas maderosas. La música siempre está encendida y todas las velas se usan.
–¿Tener hijos complica el orden?
–Tengo la suerte de que somos todos muy ordenados y cada cosa tiene su lugar. Así la casa se mantiene sola. Cuando eran chicos era un poco más caótico, pero siempre han crecido en este ambiente. Soy de la postura de que a los hijos se les educa y que las cosas no hay que esconderlas: si conviven con ellas, aprenden qué es juguete y qué es decoración.

El diseñador disfruta de una vista privilegiada a la cordillera. Su jardín está ambientado con velas, esculturas de leones y una virgen.
–¿Qué rol juegan las antigüedades?
–Tengo varias en el living, muchas heredadas. Me gusta la mezcla entre lo contemporáneo y la historia. Hay objetos que eran de mi papá, cuando murió, y otros que me ha ido regalando mi mamá en vida.

Busto hecho por el diseñador, luego de tener clases con Milena Lehmann.
–Desde tu experiencia como decorador, ¿han cambiado las tendencias en decoración?
–Veo a la gente más relajada y natural. Ya no importa tanto lo que piense el vecino, y eso me fascina. Cada uno debe tener su casa como le guste. Esa es la tendencia más importante: que el hogar sea un lugar que identifique a sus dueños.
–¿Y tú qué piensas sobre las tendencias?
–Nunca hablo de tendencias. La moda pasa de moda y además hay un tema económico: la casa debe durar. Necesitas una base atemporal que te represente. Nunca compres cosas solo porque están de moda.

Otra mirada de su living, que además cuenta con un cuadro de Paz Lira y una escultura cabeza Ibika de Constanza Amaral.
–¿Algo prohibido?
–Nada. Todo puede funcionar dependiendo de cómo se use y combine. Pero sí recomiendo incorporar tres cosas. Primero: buenos aromas. Difusores, velas, aparatos eléctricos… nada mejor que entrar a una casa que huele rico. Segundo: arte. El arte es el alma de la casa y cuenta historia. Puede ser de artistas consagrados o emergentes, fotografías, esculturas, cuadros o dibujos. Tercero: música. Completa el ambiente, no solo para cuando hay visitas, sino para gozar la casa todos los días.
–¿Un consejo final para decorar una casa?
–Que la disfruten. Que incorporen elementos, dentro de sus posibilidades, que les ayuden a generar el ambiente que buscan.