El actor y director dice que recibió amenazas de muerte por el discurso que dio en Málaga al recoger el premio al mejor actor de reparto por la película Karnawal. En esa oportunidad dedicó su galardón a la Convención Constitucional y, con sólo tres palabras, muy simbólicas, definió el proceso político actual chileno: “Pinochet ha muerto”, dijo. En esta entrevista profundiza en ese tema y confiesa que lloró de emoción al escuchar el discurso que Elisa Loncon dio al asumir la presidencia de la constituyente.
El actor y director de teatro Alfredo Castro dice que no se siente preparado para la muerte. Nunca lo ha estado en realidad. “Le tengo mucho miedo. Y cuando nos vemos enfrentados a esta avalancha de pérdidas, me da mucho miedo, no estoy en paz con eso. No lo sé tomar muy bien (…) Ha sido fuerte (la pandemia) y sobre todo fuerte por lo que le pasa a la gente cercana a uno. Yo estoy en una edad en la que la gente se empieza morir. Entonces de pronto darme cuenta de que soy población de riesgo, de que me vacunan primero…”.
Aunque de inmediato aclara que se siente “súper vital y súper lúcido”. Y que por fin está retomando hartos proyectos, después de un año y tres meses de “cesantía absoluta”.
–Difícil la cesantía. ¿Tenías ahorros?
–El otro día tuve una discusión súper bonita con mi hija. Ella estudia psicología y tiene 22 años. Me dijo “tú no eres clase media, tú eres una clase privilegiada” y yo dije “claro, sí, bueno”. Entiendo que el mundo ha cambiado, pero yo, cuando era chico y joven, era clase media. Vivía con lo que ganaba, arrendaba y vivía con dos o tres personas más, porque no me alcanzaba para pagar el arriendo completo. Después vino mi trabajo en televisión y un momento de buen pasar, pero yo aprendí de mi familia la cosa del ahorro. Entonces yo me impuse (cotizaciones) siempre, desde mi primer trabajo. Agarraba mi plata y me imponía como independiente. Y aprendí a ahorrar. Y tenía guardada una cantidad de plata destinada a comprarme un departamento o algo para poder vivir tranquilo, y esa plata empezó a irse. Tuve que gastarla y los 10% también (ríe).
–Y a propósito de esto de ser privilegiado, como dice tu hija, ¿cómo viviste el estallido?
–Desde el privilegio. El día de la gran marcha, yo tuve un ‘darme cuenta’, un ‘insight’ súper violento, fuerte y muy maravilloso. Fui a una asamblea del mundo del teatro y de la cultura, y fue súper loco porque era en un lugar que yo no conocía, en Santa Isabel. Estaba la Nona Fernández; la Claudia Di Girolamo; la Mariana Loyola; Néstor Cantillana; ex alumnos míos; gente joven; no tan joven. Y el resto, la gran mayoría, era gente que yo nunca había visto. Y de pronto una chica se presenta en mapudungun y yo dije: ‘yo no debería estar acá. Esta es una asamblea de otras personas, con las cuales yo perdí el contacto de alguna manera’ (…) Yo siempre sentí que estaba en contacto con el mundo real, pero de pronto me vi en esta asamblea y dije ‘algo pasó en la vida, algo se movió en dos días, en tres semanas… algo que yo tengo que entender’. Se levantó la asamblea y nos fuimos caminando por Seminario con Santa Isabel hacia Providencia. Eran hordas y hordas de gente y yo decía ‘pero qué es esto’, es como cuando iba a las marchas de Salvador Allende. Un millón de personas por la Alameda, desde Estación Central hasta Plaza Italia. Lleno de gente. Y yo iba por Providencia, para arriba, hacia la cordillera, y todo el mundo iba marchando hacia abajo.
–Y te fuiste de la marcha.
–Fue una intuición, un decir ‘yo no puedo estar en esta marcha’. Me acuerdo que me puse detrás de una micro amarilla que fue muy emblemática y que sale en todos los archivos. Una micro vieja que andaba con gente arriba y con gente con zancos. Me salí de la marcha en Antonio Varas. Y la gente era amorosa conmigo, me saludaba, me saqué fotos con gente; otras me levantaban el puño y me decían ‘usted es de nosotros, qué bueno verlo’, pero yo de verdad sentía que no debía estar ahí, que era la marcha de otras personas, y me fui a mi casa en Ñuñoa. Seguí la marcha desde mi casa y dije ‘tengo que entrar en un proceso de reflexión súper importante de lo que está pasando’. Tú sabes lo que yo he hecho en teatro; he estado en contacto con la vida, no he sido una persona que ha estado fuera de la vida, pero entendí que había pasado algo súper radical que yo tenía que entender en todo sentido, también con la comunidad LGBTIQ+. Yo actué en Los Arrepentidos (obra que abordaba el mundo trans) y los estudios de género hace rato que me venían dando vuelta, pero como que de repente se me abrió el mundo y dije ‘algo pasó en la sociedad a todo nivel que hay que procesar, que hay que entender, hay que calmarse y hay que parar’.
–¿Pero dijiste ‘tengo que parar’ porque sentiste que te estabas quedando atrás o porque eras incapaz de entender?
–Lo digo por lo que está pasando incluso hoy día, en la constituyente. Creo que hay un mundo que no entendió que Chile cambió. Chile es un país muy especial. Yo lo entendí cuando hicimos Tony Manero. Fuimos a Cannes y en una conferencia de prensa una periodista francesa preguntó ‘por qué tomaron la elección de una estética tan fea, tan pobre, tan precaria’. Nos miramos con Pablo (Larraín) y él me dijo ‘qué hago’ y yo le dije ‘déjame contestar a mí’. Le respondí: ‘la pregunta que usted nos hace es una pregunta muy extraña para nosotros, porque no fue una elección. Lo que usted vio en pantalla es mi país; no es una opción estética, es mi país. Es un sector social, y la gran mayoría de mi país vive en esas condiciones, con esos colores, viste esa ropa, habla de esa manera, transita por esas calles, en fin, así vive el 80% de mi país’.
Alfredo Castro cuenta que recientemente estuvo en Toulouse, Francia, y que le sorprendió la admiración que allá provoca nuestra constituyente paritaria, con identidad de género y escaños reservados. “Puras alabanzas, puras maravillas”.
Claro que en Chile las cosas han sido de dulce y de agraz para él: “Yo tengo una discordancia muy fuerte con la izquierda más dura o con los sectores más duros. Los ataques que recibo son ‘comunista asqueroso’, ‘privilegiado’, ‘¡entrega la plata!’, ‘ladrón de mierda’ y yo digo ‘¿a veeeer? Pero si yo he trabajado como animal’. Bueno, igual que todo Chile. No es que me tenga que ir a vivir a una población o entregar mi casa. La lucha es que la gente que no tiene casa, que es el 80%, pueda acceder a una casa, a salud, a educación, pero hay discurso muy violento también. Esas acusaciones son súper violentas (…) He apoyado causas bien nobles y participo con las ollas comunes, con los constituyentes, con la gente que no está en partidos políticos pero que a mí me da confianza. Con el mundo de LGBTIQ+, con comunidades de diferentes etnias. Participé con loncos en Chiloé en las campañas, porque me siento llamado, creo en ellos y ellos depositan confianza en uno. Pero en redes sociales de pronto te tiran una sarta de garabatos. Y ahora que gané el premio de mejor actor en Málaga, vi que el mundo también está en otra. En Europa la gente está dejando la mascarilla, está vacunada; es verano. Había un ambiente de alegría y de positividad”.
“En la entrega de premios”, sigue, “una chica que ganó un premio sube y agradece a las mujeres, a la comunidad LGBTIQ+. Otro sube y agradece a la tercera edad. Y digo ‘cómo uno no va a agradecer a quien corresponde la película’ y agradecí el premio al mundo de las comunidades, y a la constituyente. Siento que mi país cumplió un ciclo, increíble, histórico y que realmente Pinochet murió. Lo que representa simbólicamente –no en la realidad, porque Pinochet se murió hace muchos años– es el fin de algunas décadas de historia y eso (el discurso) me costó amenazas (en RR.SS.) de muerte, amenazas de golpe.
–¿Por esa frase que dijiste?
–Sí. Me dijeron ‘llámame, llámame que yo te mato’, ‘maricón’, ‘comunista de…’. En fin, todas las ordinarieces que te puedas imaginar, o ‘te estoy esperando y te voy a encontrar por ahí’. Y empecé a bloquear, bloquear, bloquear. Obviamente sé que soy un privilegiado, no lo oculto. Y cuando me preguntan sobre la plata que ganaba en televisión yo digo ‘sí, yo ganaba súper bien en televisión’, pero también habría que preguntar cuánto ganaban los canales. Me acuerdo de haber mirado las fiestas de Navidad. Los actores salíamos al patio de Canal 13 a mirar cómo los funcionarios de planta se llevaban tres bicicletas, una casa de muñecas, canastas de comida, algo que me parece estupendo. Pero como uno no era trabajador de planta del canal, era un gallo que trabajaba por boleta, no tenía derecho a nada más que a cobrar su sueldo. Y los empresarios, los ejecutivos, se repartían millones de millones de millones de utilidades (…) Ese mundo de pronto cambió. Tú te das cuenta de que hoy los actores ganan sueldos normales, acordes al mercado. Ya no hay primeras figuras. Si tú no trabajas, no ganas. Ha habido una cantidad de cambios muy positivos, yo estoy muy de acuerdo con que sucedan, pero uno ha tenido que acomodarse también a realidades nuevas.
Lee la entrevista completa en la nueva edición de Revista Velvet.
Fotos Jorge Fuembuena Loscertales, Visual Artist Cinema, www.jorgefuembuena.com / @jorgefuembuena