Al otro lado de la pantalla, Valentina Verbal se ve entusiasmada. Ya son tres años instalada en Estados Unidos, donde realiza un doctorado en la Florida International University con una beca Fullbright. Sonríe al hablar de su investigación sobre Historia Atlántica Comparada, de su vida totalmente concentrada en los estudios, del barrio cubano en el que vive en las afueras de la ciudad y de sus escapadas de vez en cuando a algún mall, a pasear por Coral Gables o Brickell Avenue junto al mar turquesa de la calle más famosa de Miami.
Atrás dejó las dificultades que significó iniciar su camino como mujer trans en una época en la que poco o nada se hablaba de estos temas en Chile y, con 30 años, decidió ser reconocida públicamente como Valentina. Hoy, es una de las analistas de derecha más reconocidas y activista por los derechos de la comunidad LGBTI+ (fue vocera de Fundación Iguales). En 2013 fue precandidata a diputada por RN, pero el Servel se negó a inscribirla por figurar como hombre en el Registro Civil. “Yo había iniciado los trámites siete meses antes, luego de haberme operado. Fue muy injusto”, reconoce la historiadora, cercana a Evópoli y miembro del consejo asesor del Proyecto Constitucional del think tank Horizontal.
–Hoy vive en Miami, en una sociedad muy distinta, menos discriminadora. ¿Cómo ha sido esta experiencia como mujer trans?
–Fíjate que no he sentido mucho el cambio. Mi transición comenzó en 2009. En 2012 me operé y el cambio de nombre fue en 2013. Ha pasado mucho tiempo. En 2014 saqué mi magíster en la Universidad de Chile y encontré mi lugar en Evópoli y Horizontal, donde estuve los tres últimos años antes de venirme a Estados Unidos. Acá vivo en un barrio de clase media popular, la mayoría de mis vecinos son cubanos y es como estar en un país latinoamericano. Pero no me ando victimizando; ya no me importa cuando alguien me hace sentir como un bicho raro. Vivo mi vida, tengo otras cosas más importantes que hacer.
–Aunque en Chile para mucha gente sigue siendo tema.
–Todavía hay discriminaciones sociales y laborales, pero la ley de identidad de género que se aprobó en 2018 ha ayudado bastante. Antes necesitabas plata para operarte y recién ahí hacer el trámite para cambiar el carnet; ahora eso ya no es necesario. Se ha avanzado mucho, aunque los niños transgénero quedaron fuera de la ley y hay colegios que no los reciben si no cambian su registro, lo que es imposible.
–Tiene que haber sido complejo para usted asumir su diferencia, y en un mundo de derecha además.
–Puede ser… A lo mejor todo el proceso que viví habría sido más fácil en la izquierda, me habrían aceptado más, pero me choca el estatismo y el antiliberalismo económico de la izquierda. Sobre todo, una izquierda antidemocrática, que valida la violencia como una herramienta política.
Valentina Verbal vivió el estallido social en Miami.
–Fue duro, me chocó. Estaba en clases, en un curso bien difícil y no pude estudiar. Tuve que hablar con la profesora para que me dejara tomarme unos días. De este momento crítico escribió –junto a Benjamín Ugalde y Felipe Schwember– El octubre chileno (2020).
–Ya antes usted causó revuelo con La derecha perdida (2017), en el cual fue muy crítica con su sector… ¿Hoy cuál es su análisis?
–Está más perdida que nunca. Siempre he creído que su relato debe ser la libertad, no sólo por razones económicas, sino que también morales; generar una sociedad de oportunidades, donde las personas pueden salir adelante, progresar, encontrar su propio destino, como en Estados Unidos y el sueño americano. Está súper estudiado que los países más capitalistas son los que más derechos han dado a la población LGBTI+, por ejemplo. Pero la derecha chilena nunca ha tenido este relato. Es complicado, porque choca con una izquierda antidemocrática que no acepta la alternancia en el poder, que ve a la política como una guerra donde la derecha es el enemigo y hay que derrotarlo por todos los medios; que fomenta la violencia en las calles para generar inestabilidad y provocar la caída del gobierno. Ya llevamos cerca de diez acusaciones constitucionales y ahora se sumó la del presidente Piñera, lo que es inédito en cualquier parte del mundo. Estamos en un zapato chino. No veo una solución.
–La fuerza que ha ido adquiriendo la ultraderecha en términos electorales, ¿es un retroceso mayor, siguiendo con la tesis de su primer libro?
–Absolutamente. Para mí quien representa la derecha perdida es José Antonio Kast. Una derecha extrema y populista, que le hace mal al país porque a pesar de que defiende la libertad económica, propone limitar otras libertades que son fundamentales y que derivan de la económica, como las sexuales y los movimientos LGBTI+.
Se queda pensando y agrega:
–Es lamentable, porque esta polarización ha tirado por la borda el proyecto de derecha liberal que se estaba empezando a construir, más orientada hacia el centro, representada por Sebastián Sichel, Felipe Kast, Mario Desbordes, Ignacio Briones… y que costó años levantar se está perdiendo con el proyecto de José Antonio Kast. Y en el fortalecimiento de la ultraderecha, la izquierda extrema también es responsable…
–¿Cómo es eso?
–Cuando propone liberar a los presos de la revuelta, donde hay delincuentes y terroristas, como los que incendiaron el Metro; cuando este sector de la izquierda presenta un sinnúmero de acusaciones constitucionales para desestabilizar al gobierno y botar al presidente; cuando lleva adelante proyectos inconstitucionales. Esos son indicadores de comportamientos antidemocráticos que llevan a que se fortalezca la derecha extrema de Kast.
–Aunque fue José Antonio Kast quien inauguró el uso de las acusaciones cuando era diputado y lideró la destitución de Yasna Provoste. Desde ahí comenzaron a ser utilizadas como una herramienta política transversal.
–Pero ha sido la izquierda la que las ha llevado al extremo…
–Si llegara a ganar un candidato cercano a la centroizquierda (esta entrevista se realizó antes de las elecciones del 21 de noviembre), ¿no veremos acaso una nueva andanada de acusaciones por parte de la derecha?
–Los dejarán gobernar, por supuesto. Dudo que ocurra una suerte de golpe blanco, como lo que se ha visto contra Piñera.
–¿Qué es más perjudicial en términos de gobernabilidad, un proyecto de ultraizquierda o de derecha extrema?
–Las dos son malas. Cualquiera nos llevará a un retroceso como país. Tengo una visión muy pesimista del futuro de Chile. Porque si gana Kast no lo van a dejar gobernar, incluso si es que éste se modera.
–¿Cuando dice que no lo van a dejar gobernar se refiere a la izquierda o a la calle?
–Es que la calle está fomentada por la izquierda; los que salgan a cometer actos violentos saben que tendrán el apoyo de sus dirigentes.
–Entonces un gobierno de ultraderecha podría llevar al país a un estallido 2.0, siguiendo su tesis de la polarización…
–Desde hace al menos 15 años que la izquierda viene promoviendo la legitimación de la violencia. Recordemos las tomas del Instituto Nacional, donde incluso se usaron bombas molotov… Fueron los dirigentes de ese colegio y de la ACES, ligados al PC y al FA, quienes llamaron a saltarse los torniquetes. Hay una conexión ideológica entre la política partidista y el estallido social. Súmale el trabajo de deslegitimación que ha hecho la izquierda respecto de las instituciones políticas y económicas del Estado, sosteniendo que cualquier transformación debe hacerse de facto y no por las vías institucionales y que viene del 2011 con el movimiento estudiantil liderado, justamente, por Camila Vallejo, Giorgio Jackson y después por Gabriel Boric.
Hace una pausa y agrega:
–Ahora, si sale José Antonio Kast, habrá un estallido permanente… La izquierda se sentirá con derecho a tratar de desmontar al gobierno por la vía de facto. Y si gana Boric también habrá inestabilidad, pero por el derrumbe económico creciente. Y no lo digo sólo yo, sino economistas como René Cortázar y Sebastián Edwards, que no son precisamente de derecha. Todas las promesas que hay en el programa –en gran medida irrealizables– se verán insatisfechas y la desilusión será enorme. Entonces no es descartable que también se produzca un estallido debido a la frustración. Veo muy oscuro el panorama.
Y sobre el proceso constituyente, del cual escribió en su último libro, La Constitución en disputa, señala:
–La derecha no tiene quórum, por lo que la izquierda puede hacer la Constitución que quiera, aprobando una serie de derechos sociales, un nuevo régimen político, u.n sistema que no sea subsidiario. Una carta que represente al FA, al PC y a la ex lista del Pueblo. Y, si se aprueba en esas condiciones, no será la casa de todos los chilenos sino de un solo sector.