Aunque dejó de militar en la Democracia Cristiana en 2022, el Decano de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile sigue siendo el académico que más influye y opina de política y economía. En esta entrevista analiza el escenario actual, lo que depara un nuevo gobierno y cómo pasó de ser triministro de Ricardo Lagos a votar próximamente por Matthei.
Por Marisol Olivares Fotos Bárbara San Martín
A los 31 años se doctoró en el MIT y comenzó su carrera como académico en la Facultad de Economía y Negocios de la U. de Chile (FEN). A los 33 asumió como profesor visitante en la Universidad de California. A los 35 fue asesor del Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y Peterson Institute for International Economics. A los 41, Ricardo Lagos lo nombró triministro. A los 48 años fue presidente del Banco Central. A los 59 fue elegido decano de la FEN y, a los 66, es el economista chileno más citado en el mundo. Pero, pese a tanta formalidad en su currículo, a José de Gregorio nadie lo llama por su nombre. Quienes lo conocen hace mucho y los que lo hacen recién, lo llaman igual desde que nació: Pepo.
Es hijo del abogado José de Gregorio Aroca, presidente de la Democracia Cristiana durante los gobiernos de Eduardo Frei Montalva, Salvador Allende y en los primeros años de Pinochet. Heredó el nombre, la militancia política y un sobrenombre que mutó del Pepe paterno a Pepo.
“Ayer fui a un seminario y hablé duro, con cifras, hice proyecciones, y el colega que vino después de mí me citó: tal como dijo el Pepo. Y ahí quedé. Cuando viví en Estados Unidos traté con el José, pero cuando vieron que mi hija y mi señora me decían Pepo…”.
Esta mañana, la casa central y la mayoría de los campus de la U. de Chile están en toma por solidaridad con Palestina, pero en la FEN eso no se siente. Es como una isla en medio de la protesta. En su oficina hay una biblioteca bilingüe que debe contener más de 200 libros, algunas fotografías familiares y una lata de Coca Cola Zero sin abrir que dice “Pepo”. También una imponente bicicleta gris. Desde hace años, todos los días pedalea desde su casa en Vitacura hasta la facultad en Diagonal Paraguay. Ida y vuelta, suma 20 kilómetros. Su esposa, María Soledad Aninat, exige que use casco y bloqueador solar.
Desde que estudiaba en el Luis Campino, quiso ser economista. A fines de los años 70 eligió Ingeniería Civil Industrial en la Universidad de Chile y luego hizo un doctorado en el MIT. “Tenía un vecino, Ernesto Tironi, que fue al MIT y era el seco del barrio. Yo quería ser como él y al final me formé en economía, aunque me resultaba mucho más difícil. Para mí, lo más sencillo eran las matemáticas”.
Durante los años de dictadura entró a la DC. “Siempre he sido una persona de centro”, cuenta. “Por razones familiares, mientras mi padre vivía, no quise desafiliarme. Pero después de que falleció, sentí que podía hacerlo”.
El quiebre con la militancia llegó una mañana de 2022, escuchando radio en su oficina. “El presidente de la DC anunció que el partido había analizado el proyecto constitucional y que, en materia económica, representaba un gran avance para el país y llamaba a votar apruebo. Ese fue el límite. Entré en ese momento al computador, me metí al Servel y me desinscribí, porque hay cosas que no tolero”.
Hoy De Gregorio se siente feliz de no ser parte de la política partidista. Pero es sin duda el decano de una Facultad de Economía y Negocios que más habla de política en Chile y más divulga sobre economía.
–La campaña de Lagos se basaba en “crecer con igualdad”. ¿Está de acuerdo con ese lema?
–Creo que crecer con igualdad es una idea correcta, porque el crecimiento y el progreso deben llegar a todos. Es un concepto básico de economía del bienestar: nos importa el bienestar social y cómo ponderamos los distintos niveles de bienestar. Una sociedad en la que solo uno crece y el resto no crece, a pesar de las cifras, no es una sociedad donde aumente el bienestar social. Hay casos, como China, que muestran cómo al pasar de la agricultura a la sociedad industrial, surge el capitalismo, crece la economía y también la desigualdad, pero todos están mejor. Se prefiere la China actual, a pesar de la desigualdad, frente a la China de Mao. No hay evidencia de que crecer sea malo para la igualdad o para los más pobres. Crecer es bueno, pero el capitalismo no entrega necesariamente los grados de equidad que uno desearía; por eso la política del Estado debe generar espacios de equidad. Lo que no se puede hacer es sacrificar el crecimiento en nombre de la equidad, porque eso es repartir pobreza para todos. Al final, estas discusiones también dependen de preferencias y de las políticas específicas que se apliquen.
–Ha dicho que se siente más cercano al equipo económico de Matthei. ¿Votará por ella?
–Sí. En primera. Quiero rescatar que hay cuadros jóvenes muy entusiastas alrededor de Matthei, gente con vocación de Estado que trabaja con seriedad. Los leo y estoy bastante de acuerdo con lo que dicen: son cosas razonables.
–¿Y en segunda?
–Problema de la segunda vuelta, dependiendo de quiénes pasen.
–¿Cree usted que Evelyn Matthei logró divorciarse del pinochetismo?
–Sin dudas, sus fotos de Virginia Waters me parecen detestables. Son malas. Pero hay que mirar al futuro, ver qué es lo mejor para el Chile de mañana. No podemos relativizar las dictaduras de un lado y condenar las de otro. El PC ha criticado poco lo que ocurre en Venezuela, Cuba o Nicaragua, que son dictaduras criminales. No podemos decir que Cuba es «especial» y luego condenar a Pinochet. Esa doble moral me choca.
–En 2013 votó por Bachelet cuando se enfrentaba a Matthei. ¿Cambió De Gregorio o el escenario se puso malo?
–Voté por Bachelet; fue la última elección en la que no voté en blanco en segunda vuelta. Luego voté en blanco entre Guillier y Piñera y en la de Boric-Kast. No es que haya cambiado: evolucioné. Voy aprendiendo y cambian las circunstancias.
–Hay pocos economistas entusiastas con la candidatura de Jeannette Jara. ¿Por qué?
–No represento a nadie, pero a mí su candidatura no me entusiasma. Quiero destacar el rol de Luis Eduardo Escobar, que ha convertido una candidatura comunistaen una socialdemócrata, aunque a algunos comunistas no les guste. Mi preocupación es lo que pasaría en un eventual gobierno con personas que no creen ni entienden esto que estamos discutiendo. No se trata de caricaturas como “comerse las guaguas” o instaurar la dictadura del proletariado, sino de no haberse dado cuenta de que la teoría marxista, nacida con la revolución industrial, fracasó hace ya 50 años. Jara apela al país y, obviamente, se aleja del Partido Comunista, pero el PC está en el siglo pasado. Las ideas y declaraciones muestran cómo la ideología puede nublar la vista, y eso, con poder, no será bueno para el progreso.
–Del programa al hecho hay mucho trecho. Mire al Presidente Boric…
–Claro. Este gobierno llegó diciendo que iba a acabar con los tratados de libre comercio y terminó firmando más; respetó la autonomía del Banco Central, integró al país y reformó el sistema previsional, que quería terminar con las AFP. Al final la realidad los vence y tienen dificultades para construir un discurso que siga atrayendo a su base. Hablar de si Chile entra o no al BRICS me parece una pérdida de tiempo. Hacia allá iríamos si uno escucha ciertas declaraciones de gente cercana a ese sector.
–¿Puede tener Chile un cambio radical?
–Hoy la economía de mercado global, con bancos centrales independientes, sistemas financieros regulados e inflación baja, domina el mundo. No hay forma de voltearlo; el sistema es resiliente y tiene defectos, pero ha mostrado su fortaleza. La crisis financiera de 2009 fue tan grande como la Gran Depresión, que tardó una década en superarse. Esta vez, al año siguiente de la pandemia el mundo estaba creciendo. Eso muestra que estamos en un mundo que funciona, que resiste crisis y que tiene fundamentos sólidos. Ninguno de los candidatos a la presidencia con posibilidades más o menos ciertas de ser elegido va a destruir el país, ni cambiarlo de manera radical. Nadie va a cambiar Chile, como no lo han logrado en muchas partes.

MÁS ACADÉMICO QUE POLÍTICO
De Gregorio dice que en su vida es más la de un economista, académico e investigador, que la de un político. “Así llegué a la política pública y así me he movido. Ser presidente del Banco Central durante la crisis financiera internacional fue una de las experiencias más fascinantes de mi vida. Disfruto investigar, aprender y publicar, pero también me interesa mucho la política económica. Siempre he admirado a economistas que combinan ciencia y política, como Michael Bruno (1932-1966, ex economista jefe del Banco Mundial)”.
–¿Cómo evalúa desde la academia el desempeño económico del gobierno de Boric? La oposición dice que “Chile se cae a pedazos” y el gobierno, que se crece como nunca en la década. ¿Cuál es fake news acá?
–Chile no se está cayendo a pedazos. El gobierno de Boric ha tenido mayor crecimiento per cápita, que es más importante que el PIB, que los dos anteriores, aunque esto no significa éxito total: tuvo más inversión minera gracias al alto precio del cobre, algo que Bachelet II no tuvo. El punto clave es que Chile lleva más de diez años creciendo poco; con Bachelet II, Piñera II y ahora. No es de un color político, es estructural. Debemos recuperar el crecimiento; sin él no hay empleo ni recursos.
“KAST NO ES TRUMP NI MILEI”
No son pocos los que comparan a José Antonio Kast con Donald Trump o Javier Milei. Pero De Gregorio no está de acuerdo. “No creo que Kast sea para tanto. Tiene dos vetas: una conservadora católica, de derecha antigua, y otra de mayor poder a la autoridad, de mano dura. Tampoco lo equipararía a Milei: Argentina tiene problemas muy distintos. Desde los años 80, con radicales, peronistas y Macri, han estado en un caos económico. Milei tiene fallas muy grandes, partiendo por la prepotencia y la arrogancia de pensar que se las sabe todas. Su problema es cambiario, pero inventan teorías para justificar un desbalance brutal. Eso se ve cuando los argentinos vienen a comprar a Chile con maletas; algo pasa allí”.
–La tesis del Nobel de Economía Daron Acemoğlu es que no se puede separar economía de política. Según eso, Chile podría caerse a pedazos dependiendo de quien gobierne.
–No, Chile no se cae a pedazos, no se ha caído y no se va a caer si gana cualquiera de los que puntean las encuestas. Hay países que separan la economía de la política. Perú tiene crisis políticas graves, pero una economía que aguanta gracias a la fortaleza del Banco Central. En Argentina, política y economía están muy cerca: es difícil para un gobierno corregir desequilibrios fiscales. En Chile, la economía tiene cierta resiliencia a la política y la ordena. Si uno quiere interpretar a Acemoğlu, por la estabilidad de las instituciones que impactan en lo económico, lo que empieza a pasar es que la institución política o el gobierno fracturado no es parte muy relevante para la institucionalidad económica. Por lo tanto, no puede hacer tanto daño. Podemos tener un gobierno de izquierda como el de Boric, muy distinto al de Allende, porque nuestras instituciones son más fuertes. La economía no se vuelve irrelevante, pero los campos de acción son limitados: hay que buscar acuerdos y la institucionalidad ordena la política. Que nadie piense que creo que es irrelevante quien gobierne, pero sus campos de acción son limitados, porque tenemos democracia, se buscan acuerdos y contamos con una economía y una institucionalidad muchísimo más resiliente.
–Como diría Lagos, “las instituciones funcionan”.
–Sí, funcionan.
–¿Ha leído los programas de los candidatos?
–Son muchos; pienso pedirle a una inteligencia artificial que me haga un resumen cuando pasemos a segunda vuelta. Hay una diferencia entre programas y acciones: el programa de Boric prometía algunas cosas y su gobierno terminó haciendo cosas socialdemócratas, como una reforma previsional moderada. A veces los programas se distorsionan. De Jara dicen que su propuesta tiene múltiples anexos, no lo he visto en detalle. Ella ha dicho que no está satisfecha con la reforma previsional que ella misma impulsó y propone un sueldo mínimo de $750 000. Eso no va a pasar aunque sea éticamente correcto: ni las empresas ni el fisco lo pueden absorber. El salario mínimo ya está elevado; los márgenes para subir no son grandes y no tenemos espacio fiscal. En el futuro, con la IA y el desplazamiento del trabajo, podríamos discutir un ingreso mínimo garantizado similar a la PGU, pero eso exige reducir gastos en otras áreas y cambiar la estructura tributaria. Son temas complejos para estudiar hoy desde la academia, no para mañana. Y esas son cosas que me gustaría ver más en detalle en los programas.
–¿Cuáles son las principales fortalezas y debilidades de los tres candidatos con mayores posibilidades?
–Jeannette Jara tiene carisma y un gran atractivo para la ciudadanía; es un ejemplo para muchas mujeres y muestra que se puede llegar a ser candidata. Su debilidad es que sigue siendo comunista. José Antonio Kast es una persona bien intencionada, con convicciones claras; cuando se pone duro versus cuando es afectivo, se nota. El problema es su sustento de política pública, qué convicción lo acompaña. Yo me siento huérfano del tema de la delincuencia. Mano dura con la delincuencia no basta, y Chile no puede replicar lo de El Salvador. Evelyn Matthei tiene una gran fortaleza: es fuerte y puede enfrentarse a los poderes. La he visto discutiendo con gente del mundo empresarial y político. Me siento más cercano a ella en la manera de ver la economía. Su debilidad es que le falta una sensibilidad política que encante a la ciudadanía.
–Si tuviera que fijar una sola meta para el próximo gobierno en materia económica, ¿cuál sería?
–Crecer más.
–Con los presidentes que más se ha crecido en los últimos 30 años han sido Lagos y Piñera, ambos doctorados en economía. ¿Gobiernan mejor sus colegas?
–No lo atribuiría a la profesión. Me gustaría decir que sí, para tener alguna posibilidad (se ríe). Pero no, sería un poquito estirar, porque al final, por experiencia personal, más importante que lo que uno hace, es el equipo que forma. Mi mérito es que me ha ayudado buena gente y un buen equipo.
–¿Hay alguna figura política actual chilena que admire por su labor?
–(Se queda mucho rato en silencio). Me cuesta elegir, pero mencionaría a Pablo Galilea: fue muy exitoso en la elección de gobernadores y ha cumplido un rol clave. También a Eduardo Frei, aunque muchos se olvidan: él nos hace llamados importantes. El poder no se trata de tener un cargo, sino de influir. El 2017 nos perdimos la posibilidad de tener a Lagos de nuevo. En la vida he tenido pocos jefes, y si alguien me ha podido impresionar con su visión y convicción, aunque uno puede estar en desacuerdo muchas veces, era Ricardo Lagos. Su liderazgo me impresionó mucho.
–Cómo profe, ¿qué nota le pone al gobierno actual?
–Un 4,5, no pasa raspando. A todos los gobiernos les pongo 4,5 salvo Aylwin, Frei y Lagos, a quienes pondría sobre 6.