Con su flamante contenido online, los ex CQC han encontrado una audiencia que los considera una alternativa a las noticias y la corrección política que impera en los programas radiales matutinos. Un espacio donde el humor y la capacidad de reírse del otro y de sí mismos se visibiliza como el mayor atractivo para conquistar nuevos seguidores.
Por Leopoldo Muñoz Fotos Bárbara San Martín
“Pinky y cerebro” sentencia Pablo Mackenna, entre carcajadas, al caricaturizar su relación laboral con Nicolás Larraín. Una frase que su canoso compañero en el ascendente programa por internet “En las buenas y en la malas” responde con ironía: “Ahh y tú eres Cerebro”. Sin pausa, Mackenna remata “sí, yo soy el cínico y tú eres Pinky”.
Así se mantiene el diálogo entre ambos durante esta entrevista. Por sus continuas discusiones pareciera que no se despegan de sus personajes, aunque se apaguen los micrófonos.
Mackenna y Larraín son una pareja dispar. Al comentar sobre el origen del proyecto, comentan que son más amigos cuando trabajan juntos que en la cotidianidad.
O al menos así lo siente el escritor de “Cuarenta noches” (Mackenna), quien utiliza su casa familiar –señorial y alhajada con numerosas obras de arte– como set para las transmisiones. “No lo pensamos nada. Nicolás me dijo algo así como ‘has estado un poquito alejado, vengo a ayudarte’, y se me ocurrió un nombre para un programa, En las buenas y las malas. Como diciendo que Nicolás es una persona que está en las buenas y en las malas. En los dos años en que fueron las malas, nunca me llamó siquiera”, dice Pablo riéndose.
Las diferencias entre ambos son evidentes y les fascina explotarlas como un atractivo para su audiencia, aunque reconocen estar de acuerdo en que gozan de una libertad que no disfrutaron en CQC.
–¿Hasta dónde llega la libertad editorial de ustedes? ¿Hasta lo que opinen los auspiciadores o el poder? Porque cuando Pablo habló sobre las declaraciones de Juan Sutil respecto a que no considera a Pinochet un dictador, Nicolás se acomodaba en el asiento.
NL: ¿Me chupé? No, internet te permite libertad total. O sea, hasta aquí nuestra mente está totalmente volcada en eso. Y sobre los auspiciadores, cuando tengamos grandes marcas, pudiera haber alguna que opine, pero no es mi caso. A mí nunca me han apoyado las grandes empresas. Somos buenos para la Pyme, la marca intermedia, no sé si será porque ejercemos esa libertad editorial. Pero… tampoco vamos a dejar de decir algo…
PM: Yo te diría que a diferencia de CQC, que está emparentado con esto, ahí nosotros éramos muy duros, y le pegábamos a todos. Acá, más que ser duro y andar tratando de ladrones y de caras de raja, nos tratamos de reír un poco de todo.
–¿Y a quiénes le hablan ustedes? ¿A la generación X? ¿A los boomers?
NL: (Con sorna). No hemos hecho todavía la reunión estratégica para ver a quién le hablamos. Nunca me he definido «le voy a hablar a los de tal edad». Yo creo que uno le habla a la gente como uno. … ¿Me entiendes? Uno trata de agarrar gente más joven. Yo tengo sesenta y, si me preguntas, en el último tiempo le hablo a un tipo de cuarenta, al que va a la pega y está aburrido de escuchar a Mauricio Hoffman. Ojo que tengo nada contra él, pero simboliza a un estilo de comentario muy moderado, muy concreto.
PM: Es que este programa funciona porque no estamos de acuerdo en nada. Lo dije antes de que partiera la entrevista. No solo no estamos de acuerdo en nada, sino que pensamos distinto. Por ejemplo, Nicolás es de derecha y yo más de izquierda.
NL: Entonces tú, ¿a quién le hablas? ¿A los poetas?
PM: Yo, de partida trato de hablar contigo y no puedo… me entiendes todo al revés. Y creo que también eso es parte de la gracia del programa. Como la conversación en un bar de unos amigos que piensan distinto.
NL: Ahí tenemos una disonancia filosófica, pues cuando Pablo me habla a mí, entonces yo me distraigo y le digo: «Háblale a la gente» y me contesta, «no, huevón, yo te estoy hablando a ti».
La política es para ellos un tema recurrente. “Hay una oportunidad histórica para que surja un nuevo centro frente a la polarización. En ese sentido, Jara no tiene ni una posibilidad, ninguna, pues no tiene cómo crecer hacia el centro. O va a salir Kast o Matthei. ¿Y cómo lo veo? No me compro mucho la teoría sobre que si llega a salir Kast, pueda terminar la gente en las calles. Creo, y esto es solo una intuición, que Chile se compró un pase de quince años de paz en las calles. La gente, y hay como un consenso transversal, no quiere la violencia”, dice Pablo Mackenna.
NL: (Con incredulidad) ¿Después del estallido?
PM: Sí, hay un consenso de que no hay que salir a quemar las cosas, que no hay que destruirlo todo. Puede que exista una cosa más gremial, más de protestar en la calle, pero así como que si sale elegido Kast, cosa que no me gustaría, ¿van a salir a quemar el país? No lo creo. No veo el pandemonio.
NL: Yo cambio de opinión todos los días. Hay momentos en los que creo que en un año más Chile va a estar tranquilo. Finalmente, soy muy crítico del achanchamiento político. Por lo tanto, me gusta la alternancia. Sin embargo, tengo una opinión muy mala del desempeño de quienes toman las decisiones, por su poco liderazgo. Veo puras máquinas electorales para llegar al poder y robar plata. Estoy con poca fe. No creo que cambie nada mucho en un año, esté Matthei, esté Kast o hasta la misma Jara. Mira lo que te digo.
PM: La gente está preocupada de la delincuencia. Pero en términos políticos, todos ofrecen soluciones a eso, y también asumen que hay que resolverlo cuanto antes. No creo que haya grandes diferencias. Lo que ha cambiado en los últimos 20 años es la corrupción. Y no pienso que venga de un solo lado. Yo creo que nos fuimos brutalmente a la B como país; que se normalizó una manera de hacer las cosas, una forma de actuar frente a la realidad.
–¿Qué les llama la atención de la política?
PM: A esta altura no me importa mucho quién gobierne. Es que soy contradictorio, actúo con una cierta moral, una cierta ética. Me equivoco mucho, pero cuando ocurre, me entrego. O sea, soy un tipo que mi gesto natural es poner las manos adelante para que me coloquen las esposas. No ando arrancando, cuando me equivoco doy la cara, pago.
Una de las características de la dupla Mackenna/Larraín surge en la infatigable capacidad de reírse el uno del otro, como colegiales que disfrutan del bullyng recíproco, pero sin rencor ni perder el respeto que implica trabajar juntos.
NL: Para este programa al principio pensé: «Me voy a asociar con Pancho Saavedra, con Zabaleta, para ganar plata». Pero reflexioné y me dije: «Nicolás, no te mientas, tú no eres masivo. Vamos con Pablo Mackenna, que es rock and roll”.
PM: Nicolás, básicamente, después de explotar a toda su familia, terminó haciendo un programa con su mamá con Alzheimer en un senior suite. O sea, él tiene antecedentes para ser demandado por las Naciones Unidas.
Ese tono cómico que practica Mackenna y que oscila entre el humor negro y el desparpajo, Larraín lo identifica con “el del chico malo, pero que es muy querido. Es como Rusty James de la película La ley de la calle”. Sin embargo, el exlíder de CQC chileno apenas unos segundos después de la aseveración, duda.
NL: Espérate que te voy a preguntar. ¿Rusty James es Mickey Rourke?
–No. Rourke es Motorcycle Boy; a Rusty James lo interpreta Matt Dillon.
NL: Chuta madre, ya. Pero cuando digo Rusty James, el cerebro se me va a Mickey Rourke antes de las operaciones. Pero claro. O sea, estaba pensando en otro actor.
PM: Todo es así con él. A mí se dice: “Oye, huevón, qué increíble este set. Me siento como en una película de Tarnowski (sic Tarkovski)”. ¿Tú cachái que te diga eso? ¿Tarnowski? Yo me agarro la cabeza y te lo digo, prefiero volver a Santiago 1 que seguir acá contigo, huevón.