Revista Velvet | Gabriel Urzúa: “Hay una preocupación por el yo demasiado grande”
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Gabriel Urzúa: “Hay una preocupación por el yo demasiado grande”

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Gabriel Urzúa: “Hay una preocupación por el yo demasiado grande”

POR equipo velvet | 08 octubre 2025

El actor, popular por su personaje Robin de Generación 98, apuesta por la conexión entre seres humanos. Por eso hace teatro –en octubre estrena dos obras– y espera que su hija sea una persona empática con los demás.

Por Marietta Santi Fotos Bárbara San Martín

Gabriel Urzúa es uno de los actores más sobresalientes de su generación. A los 38 años es reconocido por el público y la crítica por su talento, que ha demostrado en el cine, el teatro y la TV. Masivamente se hizo popular recién el año pasado con su personaje Robin Valdivia, el enfermero gay amigo de Martita, de la teleserie Generación 98. Y lo que partió siendo un bolo (aparición por capítulos), ahora tiene su propia serie en Mega Go: “I love Robin”.

Hace seis años fue distinguido como mejor actor por el Círculo de Críticos de Chile por la obra “Pompeya”, y ha dejado su marca en musicales como “Paul & John”, “El hombre elefante” y otros homenajes musicales producidos por Cultura Capital.

Así es como este actor de la U. de Chile pasa de un proyecto a otro, con su propia compañía, Bonobo Teatro, con los musicales, en series como “Vencer o Morir” (Prime Video) o películas como “Araña”.

Hoy, y como suele sucederle, su agenda está muy apretada.

Ensaya para la obra “Antes”, que se inspira en la trilogía de Richard Linklater, “Before…” y que a comienzos de octubre llega al Teatro Mori Bellavista, y para el remontaje de “Temis”, que a fines del mismo mes debuta en el GAM. Además, prepara una gira con su grupo a Uruguay y Puerto Rico.

Para esta conversación, Gabriel se hizo un espacio entre dos largos ensayos. Llega al café señalado a la hora justa, y se instala a conversar mientras almuerza.

Cuenta que estaba cerrando las funciones de “Cautivo (lado A)”, escrita y dirigida por María Gracia Omegna (su pareja), cuando comenzó los ensayos de “Antes”, una historia de amor basada en las películas “Antes del amanecer” (1995), “Antes del atardecer” (2004) y “Antes del anochecer” (2013), de Richard Linklater.

“Entré en el proyecto por trabajar con Rodrigo Sepúlveda, que es director de cine, y porque las propuestas románticas en el teatro son poquitas, una al año. Y a mí no me había tocado, entonces, es un nuevo desafío”, comenta.

–¿Viste las películas?

–Había visto la primera hace muy poco. También vi “Boyhood”, donde actúa Ethan Hawke, el protagonista de la trilogía. Empezó a encantarme cómo actúa, nunca había reparado en su forma. Soy mucho más clásico, de seguir a Robert de Niro, a Al Pacino. No había reparado en la actuación de Hawke, que además es productor y escribe historias.

–Podría haberse quedado como galán y fue mucho más allá.

–Es una referencia importante, ya que actúa un naturalismo con el desafío del tiempo real. Siento que es un cruce con la biografía, lo que también me parece desafiante. Por lo general mi trabajo siempre parte por algo más bien físico, que hace que pueda transformar mi cuerpo y mi voz. En “Antes” no pasa eso, soy yo pero en un Beta.

–¿Cómo es el desafío de llevar cine al formato teatro? ¿Cómo ha sido el trabajo con Rodrigo Sepúlveda, el director?

–Encuentro que es un acierto total que el director de este acercamiento teatral sea un director de cine. Diría que la diferencia en general entre el cine, la tele y el teatro es una cosa de cuán amplia es tu energía extracotidiana.

–Es mucho texto, porque estos personajes solo conversan.

–Está sustentado en la conversación. En este caso es un guión que escribió Antonio Zisis, que también es de la Chile. Siento que es una traducción bacán, que toma otros referentes también, no es solo la trilogía.

Gabriel mira atento, siempre a los ojos, y responde con entusiasmo. Es evidente que le apasiona interpretar. Sigue hablando de “Antes”: “En tres actos vamos a contar el paso del tiempo. En eso es muy similar a las películas, pero hay muchas referencias a distintas comedias románticas y también a cintas de amor desde “El eterno resplandor de una mente sin recuerdos” hasta “Los puentes de Madison”.

Está seguro de que la mayor responsabilidad recae en él y en su partner, Juanita Ringeling. “Lo fundamental está en la química. El espectador se va a llevar a casa algo en la medida que entre nosotros esté realmente sucediendo algo. La obra pasa entre dos. No es de construcción de personajes, ni de relatos que te vuelen la cabeza, sino que trata de una pareja. El público observará las cosas de la vida que hacen que empiece a complicarse el asunto”.

Silencio súbito. “No haré más spoiler”, declara (risas).

EL COLECTIVO

A Gabriel Urzúa sus amigos le dicen Gabo. Es el único hombre entre dos hermanas y nació en Valdivia, pero creció en Osorno y Calama, donde terminó el colegio. Partió a Santiago a estudiar teatro, dio las pruebas en la UC. y en la U. de Chile, y aunque quedó en ambas optó por esta última. Allí se encontró con un grupo de talentosos jóvenes que hoy destacan en el quehacer actoral, como su gran amigo Gabriel Cañas (con quien ha actuado en alrededor de 30 obras), Pablo Manzi y Paulina Giglio, con quienes formó la compañía Bonobo Teatro en 2012.

–Es bonito decir “pertenezco a una compañía”. No es usual en Chile.

–Me encanta tener claro que pertenecer a esta compañía significa dos cosas: compartir un punto de vista social y vital, y lo otro es el cuidado familiar, el formar un grupo de personas que se cuida. En el primer punto estamos pensando en qué pasa con la libido. Soy una persona abiertamente de izquierda y pareciera ser que hay como un velo conservador en la línea de izquierda, que viene muy fuerte con un progresismo quizás no bien entendido.

–¿Para ser actor también hay que tener deseo?

–Por supuesto.

–¿Cómo se genera ese deseo?

–La preocupación colectiva me despierta el deseo de trabajar en el teatro, en el cine. Veo en estos formatos un arrojo y algo todavía revolucionario: lo más importante no soy yo ni tú, sino lo que está pasando entre nosotros, lo que estamos haciendo.

–¿Cuándo captaste ese deseo? Me imagino que cuando entraste a estudiar teatro…

–No, era totalmente necio, era un niño, una cosa vacía que se iba llenando de información. Aunque en el colegio, con mi profesora de filosofía que era también de teatro, empecé a intuir de qué se trataba.

En este punto aparece el nombre de Aliocha de la Sotta, reconocida directora y su primera profesora en la Escuela de Teatro. “Nos puso a trabajar al tiro entre todos y nos dijo que conectarnos iba a ser nuestra gran posibilidad. Le agradezco tanto. Porque también existía Fernando González, maestro importante que nos enseñaba el rigor del quehacer, pero era todo entre tú y el oficio. Lo de Aliocha era lo colectivo, y a mí me salvó la vida”, recalca.

Y agrega que, como sociedad, hemos avanzado a una idea algo distinta a esa enseñanza. “Lo he percibido cuando hago clases. Hay una preocupación por el yo demasiado grande, y se olvidan otras cosas importantes. En mi generación no existía eso de fui al psicólogo y me dijo que tengo depresión y que no puedo venir a hacer la clase. Es una locura realmente para mi cabeza, pero sé que la sociedad ha tendido hacía allá y uno ha ido respetando eso de yo soy lo más importante”.

–En tu compañía Bonobo son todos bien piolitas. Ninguno se ve más que otro.

–Sí, de ahí el nombre que le pusimos intuitivamente, y que a nadie le gusta tanto ahora, porque se volvió moda. La idea era un homenaje a este grupo de primates que se organizan en una lógica no piramidal, lo que en el reino animal es súper raro.

–Desde ese punto de vista, ¿te resuena de alguna manera “Antes”?

–Pienso que la historia de Andrés, mi personaje, y Chiara, el de Juanita, habla sobre la sociedad de hoy en día. Cuánto uno está dispuesto a seguir a alguien evidentemente distinto a ti, a amar lo diferente. Creo que hoy en día las lógicas no están así. Estamos en lo desechable o desconectable, creo que todo tiene que ver más con cuánto me sirves. Si hay ruido, chao, pa’ la casa, venga otro. En este caso no, es una historia larga de amor, una historia deseante.

–Los personajes de la obra buscan una conexión.

–Sí, y en el amor o en la intimidad uno tiene tantos rótulos de uno mismo o de los demás, que es difícil entrar en una conexión real. Es como decir a mí me gusta el verano, entonces en invierno estoy deprimido. Como uno no va a conectar.

CONTRADICTORIA TV

La entrevista se pasa volando, porque Gabriel Urzúa es un buen conversador: hilvana una idea con otra rápidamente, dándole una metamirada a todos los temas.

Al momento del café, comenta que este semestre que termina fue un poco más lento en lo audiovisual. “Empecé a sentir que tenía que abrirme a una reinvención, por decirlo de alguna manera. Para ser muy honesto, nunca he elegido los proyectos. No sé quién en Chile puede hacerlo. Por lo general, cuando uno trabaja en cultura, en teatro, siempre lo hace por necesidad”, precisa.

–También hay que ejercitar el oficio, ¿cierto?

–Exacto, aunque a veces uno se llena de cosas. Pero en este momento, sobre todo, no sé para dónde va la micro, no sé cuáles son realmente los límites. Antes todo era tan claro. Cuando egresé existía un teatro comercial, un teatro de cámara, un teatro de academia…

–Ahora, en todo orden de cosas, las líneas están totalmente desdibujadas.

–Sí, ya no existen prácticamente la derecha y la izquierda. Los formatos se mezclan y las teleseries se están convirtiendo en producciones online.

–O TikTok.

–Claro, esas cosas verticales. El mundo está súper loco y creo que uno tiene que estar abierto. En este momento estoy abierto a que las posibilidades aparezcan y a evaluarlas no por lo que significan, sino por lo que están siendo.

¿Como calza la TV en todo que estamos hablando?

–Toqué esa puerta cuando me enteré de que iba a ser papá (de Luisa, con la actriz Carmen Zabala), y me recibieron de una manera muy amable. Lo agradezco mucho, porque es una pequeña oportunidad de tener tranquilidad económica. Nunca he estado contratado, he trabajado por proyecto, pero te están pagando tu Isapre y todas esas cosas. En la carrera eso es extraño, un privilegio. He hecho cuatro o cinco teleseries en siete años, que son los que tiene mi hija, lo que me ha ayudado para tener cierta estabilidad, ahorros inclusive. Tengo una vida que llamaría austera.

¿Estás pagando Isapre y AFP?

–Sí, lo hago desde que fui papá. Soy de una generación que no demonizó la TV, pero fueron como diez años desde que egresé hasta que fui papá en que no me hizo falta. Uno crece, aparecen otras responsabilidades y se vuelve súper bacán tener esa entrada. Te soy muy honesto, ese es el vínculo más real que tengo con la televisión. No me han llamado en dos años, tampoco creo que sea por alguna razón especial.

–Con tu personaje Robin hasta has hecho comerciales.

–Sí, más encima me salieron muchas cosas que nunca había hecho, como trabajar en publicidad con el personaje. Es un papel que ya tengo internalizado, hace poco hice otro comercial. Quizás eso es lo que me pasa con la tele, yo soy capricornio, me gustan las cosas claras y no termino de entender si es una expresión artística o realmente es algo que sirve como entretención adormecedora, no sé.

–Podría ser una entretención esclarecedora.

–La ficción en la televisión es muy importante. A mí me aportó mucho en la vida haber visto las teleseries que vi, conocer a los actores que he conocido.

–¿Y si tu hija te dice que quiere ser actriz?

–Que lo sea, estoy súper abierto a que se desarrolle en lo que quiera. Tiene que hacerlo con profundidad no más, creo que ese es gran desafío. Si quiere profundizar en alguna cuestión, yo estoy seguro de que le va a ir bien. Es súper inteligente.

–¿Ningún prejuicio?

–No, creo que hay cosas más buenas y también otras peores. Me aterran muchas otras cosas, no sé, que quiera ser militar.

–La paternidad o maternidad se mueven hoy en día en límites no muy claros, ¿has pensado en eso?

–No puedo criarla como me criaron a mí, nuestros tiempos no se parecen en nada. He aprendido a ver cuando está regulada y cuando está desregulada. Hay muchos apoyos que hoy en día se llevan mucho y que me encantan, como la psicóloga o la terapia ocupacional. Si ve mucha tele igual después se convierte en un zombie, entonces no puede y solo ve los fines de semana. Ella sabe, tiene siete años y está acomodada. No ve muchas pantallas, juega harto. Pero creo que son otras las preguntas más importantes, como si es respetuosa, si saluda.

–Esos son valores transgeneracionales.

–Por eso te digo, da lo mismo si ve pantallas o no, lo importante es si es amable con la gente, respetuosa con los adultos. Ahí está la pega yo creo, mientras sea una persona empática con lo otros, da lo mismo lo que estudie o si ve pantallas.

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