Revista Velvet | Andrés Núñez Fuenzalida, arquitecto: “Chile le perdió el miedo al lujo”
Entrevistas

Andrés Núñez Fuenzalida, arquitecto: “Chile le perdió el miedo al lujo”

Andrés Núñez Fuenzalida, arquitecto: “Chile le perdió el miedo al lujo”
Entrevistas

Andrés Núñez Fuenzalida, arquitecto: “Chile le perdió el miedo al lujo”

POR equipo velvet | 22 julio 2025

Por: Sofía Beuchat Fotos: @andresnuñezarquitectos

Con sus diseños funcionales que aprovechan al máximo la luz natural, Núñez se ha convertido en uno de los arquitectos chilenos más reconocidos de hoy. “El diseño no es el único objetivo por el cual el cliente llega a la oficina: la manera en la que uno se relaciona con ellos también es muy importante”, dice.

Inconsciencia. Esa es la palabra que, según el arquitecto Andrés Núñez Fuenzalida, define su trayectoria en la profesión que ama. Tirarse a la piscina ha sido su mantra, y le ha dado excelentes resultados: hoy dirige su propio estudio, ANF + Arquitectos, que poco más de una década suma ya más de 200 proyectos y hace poco comenzó a internacionalizar su carrera, con contratos en México, República Dominicana y Barcelona.

“Parte de mi inconsciencia tiene que ver con que no les he tomado el peso a mis decisiones, sino que las he ido viviendo no más. No las he pensado como metas o como un objetivo, sino que las he tomado muchas veces de manera inconsciente, y eso es lo que yo creo que ha hecho que podamos hacer lo que hacemos. Es esa inconsciencia la que me permitió formar una oficina en una de las peores épocas de crisis y salir de una pandemia. Sin ella, probablemente no habría hecho muchas cosas que hago hoy”, explica.

La arquitectura también llegó a su vida así, sin pensarlo demasiado.

No tenía referentes en su familia, donde ser ingeniero es la norma. Tal vez, reconoce, quería “llevar la contra” y por eso entró a la Escuela de Arquitectura de la Universidad del Desarrollo en Concepción, donde vivía. Simplemente, no tenía otra noción que estudiar esa carrera. Pero, a medida que fue avanzado, se sintió tan cómodo con la arquitectura que llegó a ser para él “mucho más que una profesión”.

–Cuando volviste a Santiago, trabajaste cerca de una década en la oficina del destacado arquitecto Gonzalo Mardones. ¿Qué fue lo más importante que aprendiste ahí?

–Eso fue como hacer un magíster y un doctorado, todo al mismo tiempo (se ríe). Pero quizás lo más importante fue eso de tener las ganas de hacer bien las cosas y poner la buena arquitectura primero, por sobre los temas económicos o comerciales. Todo lo que viví en esos años me dio las herramientas para poder tener después mi propia oficina. Esos fueron los 10 años más conscientes de mi vida, porque estaba protegido, dentro de una burbuja. Pero esa comodidad en algún momento tuvo que moverse, para volver a un grado de inconsciencia necesario para salir de ahí y lanzarme. Me fui y al otro día ya estaba armando mi oficina.

El primer cliente que Núñez tuvo al independizarse –el hermano mayor de un compañero de colegio– sigue siéndolo quince años después: a esa primera casa que le encargó se fueron sumando otras, que hicieron para proyectos inmobiliarios. Y así, de a poco, fueron llegando más y más clientes, siempre con foco en lo residencial, área de la arquitectura en la que Núñez se ha ido ganando un nombre por sus líneas modernas y cuidado diseño, siempre muy funcionales.

Maximizar la luz natural y lograr una adecuada integración con el entorno es su norte.

Entre sus referentes están Christian de Groote, Mathias Klotz, Felipe Assadi, Alejandro Aravena y también, desde una estética muy diferente, Fernando Castillo Velasco. “Consumo mucha arquitectura; me encanta ver lo que está haciendo el resto y me entretengo mucho mirando lo que está pasando, también con la gente más joven. Me gusta salir de mi burbuja y no repetir la fórmula, algo que a veces tiende a pasar cuando a uno empieza a irle bien”.

–Hoy hay mucha competencia en el mercado de la arquitectura. ¿Cuál crees que es tu valor agregado?

–El diseño no es el único objetivo por el cual el cliente llega a la oficina: la manera en la que uno se relaciona con ellos también es muy importante. Hacer una casa es muy largo; desde que te contratan hasta que está terminada pasan tres años. Por eso nosotros trabajamos junto con los clientes. Aunque llegan porque les gusta lo que hacemos, no funcionamos como un doctor que te dice lo que tienes que hacer, sino que los hacemos partícipes de todo el proceso. No queremos que se decepcionen. Vamos buscando una fusión entre lo que hacemos y el anhelo del cliente, porque por muy “arte” que se pueda considerar a la arquitectura, finalmente lo que hacemos es ofrecer un servicio. Son tres años intensos en los que uno juega mucho con las expectativas, que son difíciles de controlar. Pero cuando se superan, es increíble. Y para eso, armar un buen equipo, que vea desde el diseño hasta los trámites municipales, es clave.

–En términos estéticos, ¿qué criterios distinguen tus diseños?

Lo que más hacemos son casas, pero dentro de eso podemos movernos por diferentes caminos. La forma y la materialidad de cada proyecto son una respuesta a factores como el lugar donde estará la casa y el presupuesto. No haces lo mismo para un terreno junto a un lago que en plena cuidad donde la UF por metro cuadrado es altísima. Por ejemplo, se usa mucho el hormigón a la vista, pero ese es un proceso muy lento y con mano de obra muy cara; para bajos presupuestos hay otras formas constructivas que también manejamos, desde lo metálico y forrado en madera a los sistemas prefabricados, dependiendo de lo que el cliente necesite. Intentamos no ponernos límites en cuanto a lo que podemos hacer y evolucionar siempre.

–La construcción suele ser de las más afectadas por las crisis.¿Cómo se surfean esas olas?

–Hemos tenido suerte, porque nunca nos han faltado clientes. Supimos encontrar oportunidades en las crisis. Por ejemplo, los primeros dos meses de la pandemia fueron terribles, pero ya al tercero la casa se convirtió en un tema central. En ese tiempo empezamos a cobrar solo por los anteproyectos, no por todo el proceso. A muchos clientes eso les pareció interesante, porque no forzaba una construcción que no sabían si iban a poder ejecutar.

GENERACIÓN SIN CULPAS

Con sus años de circo en la arquitectura, Núñez ha visto cambios muy grandes en la manera en la que los clientes se enfrentan al proyecto de hacerse una casa. Los criterios, dice, ya no son los mismos. “Hace rato que Chile le perdió el miedo al lujo. Antes eran mucho más culposos, porque éramos un país mucho más católico. A nosotros nos contrataban y nos decían cosas como ‘quiero esto grande, pero que se vea más chico’. Todavía queda algo de eso, nosotros nos criamos así y fuimos parte de esa generación. Le tenemos miedo a decir que nos va bien. Pero la generación que está por debajo no tiene ni una culpa, al contrario”.

–¿Y por qué crees tú que se dio ese cambio?

–El mundo entero cambió, hay otra mentalidad, porque estamos mucho más conectados y eso hace que veamos el mundo de una manera completamente distinta. Cuando yo estudiaba todo era con libros; no había otra opción, en cambio la tecnología te permite ver qué hay en cualquier parte del mundo. Sabemos cómo son las casas en Dubái y si un cliente me dice ‘quiero una puerta de siete metros como esas’, ¿cuál es el problema? Si eso que me gusta y veo en Internet está allá, ¿por qué no puedo tenerlo yo? ¿Quiénes somos nosotros para no tenerlo? Hoy podemos tener acceso a muchas ideas, y eso antes era muy restringido. Es un cambio que me parece fascinante.

En este escenario, agrega Núñez, Chile tiene un elemento a favor: todavía contamos con una mano de obra relativamente barata. Gracias a eso, asegura, en nuestro país podemos tener acceso a un nivel arquitectónico muy bueno, y demorarnos lo que se necesite en levantar una obra. Ese tiempo, dice, en muchas partes del mundo es un lujo que los arquitectos no se pueden dar.

–¿Hacia dónde crees que va la arquitectura en Chile?

–Uf, no sé. Pero diría que va en pronta retirada el trabajo artesanal; eso de tener un maestro picando piedras y puliéndolas para instalarlas y que calcen perfecto es de otro siglo. Esa mano de obra va a ser cada vez menor, y por otro lado están empezando a surgir nuevos materiales, muy buenos. Vamos a poder hacer una arquitectura maravillosa en plástico, en metales reciclados, y vamos a ir encontrando mil materiales en este camino. Pero no vamos a poder seguir teniendo lo que tenemos hoy: un alto nivel de artesanía, mezclado con tecnología. Siempre les digo a mis clientes que aprovechen, porque no creo que eso dure mucho tiempo más, como ha pasado en Europa, en Estados Unidos. También pasaremos cada vez más hacia materiales y tecnologías con menos impacto para el planeta. Esa consciencia, de la arquitectura sustentable, va creciendo. Nos va a gustar, incluso emocionar, que nuestra casa tenga cero emisiones.

–¿Cómo se conjugan estas tendencias en arquitectura con la necesidad de crear diseños pensando en el largo plazo?

–Las modas se dan mucho en el tema de las terminaciones. Pero una cosa son las formas y otras los materiales. Yo intento ser atemporal. Por otro lado, hay cambios que tienen que ver con cómo la sociedad va evolucionando y los espacios se van ajustando a eso. El mejor ejemplo de eso son las cocinas: antes eran un elemento de segunda categoría y hoy tienen el mismo valor y estándar que el living, el comedor o el dormitorio principal. Pasamos de la cocina con repostero, medio escondida, a estar viviendo dentro de la cocina.

“Esto no quita que hoy haya espacio para todo tipo de distribuciones. Los tiempos en los que la plantilla de una casa era siempre la misma –hall de entrada, living a mano derecha, escalera, salita en el segundo piso, da lo mismo sin 90 metros cuadrados o en 700– se terminaron. Hoy puedes tener no tener comedor; tener o no tener living, abrir o cerrar la cocina. Incluso tener los dormitorios en el primer piso y los espacios comunes en el segundo, cosa antes solo permitida para terrenos en pendiente”.

“Es lo que le propuse a un cliente que tenía un terreno plano, en el sur, para que tuviera vista al lago Rupanco desde el quincho. Los convencí y hoy me agradecen la luz que hay en esa casa. Esa es la perspectiva que hay que tener: pensar sin límites”, concluye Núñez.

Te puede interesar