En medio de su tratamiento contra el cáncer, el rey Carlos III emprendió su primer viaje oficial a Norteamérica desde que ascendió al trono. Acompañado de la reina Camila, el monarca años aterrizó en Ottawa este 26 de mayo para una visita relámpago de menos de 24 horas, en la que desplegará una apretada agenda política y simbólica.
Mientras tanto, al otro lado del mundo, su hijo menor, el príncipe Harry, realizaba una aparición sorpresa en una conferencia global sobre turismo en Shanghái, evidenciando una vez más la distancia, geográfica y emocional, que los separa.
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“Me encantaría una reconciliación con mi familia. Ya no tiene sentido seguir peleando”, dijo recientemente el duque de Sussex en una entrevista con la BBC, tras perder un recurso legal por la disminución de su seguridad en el Reino Unido.
“La vida es preciosa. No sé cuánto tiempo más tendrá mi padre. No quiere hablar conmigo por este tema de la seguridad, pero sería lindo reconciliarnos”, añadió con franqueza.
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El viaje del rey a Canadá, su vigésimo en total, no solo se enmarca en un contexto personal complejo, sino también en un delicado escenario diplomático. Según informó la BBC, el primer ministro canadiense, Mark Carney, ya habría expresado su descontento por una invitación previa del Reino Unido al expresidente estadounidense.
Aun así, Carlos busca reforzar los vínculos con una de las naciones clave de la Commonwealth. En esta breve estadía, tiene previsto participar en un evento comunitario junto a representantes de diversas organizaciones canadienses, reunirse con la gobernadora general Mary Simon y luego con el primer ministro.
Y como dicta la tradición, el día no estará completo sin un gesto cargado de simbolismo: la pareja real plantará un árbol conmemorativo en Rideau Hall, a pocos pasos del arce que sembraron en su visita de 2017.
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El momento cumbre de la visita llegará hoy, 27 de mayo, cuando el rey inaugure el Parlamento canadiense y pronuncie el Discurso del Trono. Será la segunda vez en la historia que un soberano británico realice este acto, la primera fue su madre, la reina Isabel II, en 1957, lo que convierte esta jornada en un hito institucional de gran carga simbólica.
Desde el Senado, el monarca deberá proyectar unidad, experiencia y estabilidad, reflejando las prioridades del gobierno de Carney sin perder el equilibrio diplomático que exige su rol como jefe de Estado de más de una nación.
