A tres meses del retiro, por estos días lanzará su línea de anteojos y ya tiene en carpeta continuar con su propio perfume y luego con ropa. Acompañado de su mujer, Carla Pardo, el ídolo nacional confiesa que en este periodo ha recuperado el entusiasmo. “Me da satisfacción tener el tiempo a mi favor, sentir esa libertad que nunca tuve, de hacer lo que quiera”, confiesa.
Fotos Rony Curifuta
Cuando el 26 de agosto anunció su retiro del fútbol profesional a través de sus redes sociales, Claudio Bravo (41) nunca imaginó la avalancha de muestras de cariño y reconocimiento que recibiría en cosa de segundos, tampoco que su partida se tomaría los principales medios de prensa y portales de noticias nacionales y extranjeros. Se trataba del adiós del mítico “Capitán América”, quien en sus más de dos décadas de carrera llegó a la elite del fútbol mundial, conquistando numerosos títulos en su paso por Colo-Colo, Real Sociedad, Barcelona, Manchester City, Real Betis y, por supuesto, en la selección chilena, donde debutó hace 20 años, pasó a ser su líder y alcanzó el estatus de leyenda.
La idea de la salida la venía masticando a partir de los 30, sin embargo, tomó mayor fuerza hace ya un par de años, cuando, reconoce, dejó de emocionarse con los triunfos y de sufrir con las derrotas. “A nivel mental, emocional, comencé a sentirme plano; podía estar en una cancha con 100 mil personas y no sentía la misma adrenalina que en el comienzo. Perder un partido ya no me preocupaba y ganarlo tampoco era sinónimo de felicidad”, cuenta el exportero.
Instalado en su parcela de Buin desde septiembre, junto a su mujer Carla Pardo (37), con quien lleva 18 años casado, y sus tres hijos menores Maite (18), Mateo (13) y Ema (8) –su hija mayor Josefa (20) estudia Gestión y Comunicación en Moda, en Madrid–, lejos de extrañar las canchas y de presentar algún síntoma de abstinencia por esa vida de alto rendimiento, confiesa que está atravesando un periodo de plenitud, en que al fin cuenta con una libertad absoluta y es dueño de su tiempo.
Su cabeza por estos días, sencillamente, no para de tirar líneas y cranear proyectos para este segundo tiempo en que, asegura, ha recuperado el entusiasmo y vuelto a vibrar.
Además de sus negocios inmobiliarios, fundación y complejo deportivo con su nombre, el exseleccionado incursiona nada menos que en el mundo del lifestyle. Muy en la ruta de Antonio Banderas, por estos días lanzará su colección de anteojos bajo la marca Parrod, y ya tiene en carpeta continuar con su propio perfume y luego con ropa.
Su mujer Carla, quien lo acompaña en esta entrevista, cuenta que fue ella quien lo empujó a emprender en esta nueva escena empresarial. “La idea de sacar esta línea de anteojos comenzó después de varias conversaciones con mi amiga española Toñi Rodríguez, con quien, sumando a su marido, hoy somos socios. Teníamos ganas de hacer algo juntas hasta que dimos con las gafas, ya que sentimos que en Chile hay de lujo, pero son caras; y aunque también hay otras más asequibles, no hay un término medio que sea de calidad, bonitas y a buen precio. Justo Claudio estaba cerrando su etapa en el fútbol y le encantó la idea porque era algo diferente. Lo vi disfrutar, elegir los modelos, probárselos, ir a reuniones con nuestro diseñador en España. Siento que lo desconectó de lo que era su día a día”, detalla la señora del guardametas y doble campeón de la Copa América.
Él, en paralelo, afirma que, si bien es sobrio a la hora de vestir, le atrae la moda: “No me gusta verme mal en lo absoluto, y los anteojos son un buen complemento. Nos ha tocado movernos en un mundo donde te encuentras con un buen vestir, buenos lentes y quisimos acercar eso a Chile, insertarlo en las grandes tiendas y centros comerciales, para que la gente pueda comprar un producto de calidad a un precio razonable”.
–¿Le gusta esta veta de empresario? ¿Su segundo tiempo va por ahí, Claudio?
–Va por ahí. En el deporte tenemos nuestra escuela de fútbol, de arqueros, gimnasio y ahora queremos replicarlo a mi fundación y llegar a todos los rincones del país para que los niños tengan la posibilidad de entrenar conmigo y vean de primera fuente cómo te preparas, sientes y vives la actividad. La idea no es formar futbolistas, sino buenas personas e inculcar valores. Otro desafío, además de los anteojos, es sacar una línea de perfumería y ya tenemos en mente un tercer proyecto relacionado a un producto que nunca debe faltar en una buena mesa…
–¿Piensa incursionar en el mundo del vino?
–Por ahí… Estamos en conversaciones, viendo cómo lo elaboramos; será entretenido. Estoy con muchas cosas, ¡la cabeza me va a explotar!, pero contento; me siento pleno, soy un afortunado a nivel de salud, familiar, laboral. No tengo prisa de tener que hacer algo rápido y que tenga que funcionar porque signifique nuestra salvación económica. Es una tranquilidad enorme tener ese resguardo que te hace afrontar las cosas de otra manera.
–Y en estos meses de retiro, ¿ha extrañado el fútbol?
–En lo absoluto. Lo que más echo de menos son las personas, las conversaciones con los utileros, con la gente que mantiene las canchas… A los 10 años me inicié en esto y siempre me tomé el fútbol como un tema laboral, en que dejé las emociones de lado, sólo me las guardaba para mi entorno. Perder un partido no me preocupaba, sí que a un hijo le fuera mal en el colegio. Hemos normalizado muchas situaciones y una de ellas es no tener las mismas emociones en el trabajo y en la casa.
–¿Esa sensación aceleró su retiro?
–Lo decidí hace un par de años; ya había cumplido mis expectativas y sueños. Mi naturaleza es escalar a lo máximo, pero llega una edad en que no puedes subir más y empiezas a bajar, y no estoy costumbrado a eso. Con decirte que recién ahora estoy aprendiendo a hacer deporte como hobby, a pasarlo bien arriba de una bicicleta. Siempre tuve el estímulo de competir y ganar. Yo creo que, si me invitan a jugar fútbol, lo pasaría mal porque sería en tono de relajo y risas, y nunca conviví con eso; siempre fue muy serio, sacrificado, a morir porque quería conseguir algo. Ahora estoy en la etapa de aprender.
–¿Con qué cosas vibra hoy?
–Contar con tiempo. Me da satisfacción tener el tiempo a mi favor, sentir esa libertad que nunca tuve, de hacer lo que quiera. Si quiero dejar ciertas cosas de lado –o “cerrar la persiana”– y partir con mi familia un mes de vacaciones no pasa nada. Pero para conseguir esta libertad tuve que pelarme el lomo muchos años.
Hace unas semanas sonó fuerte que Colo-Colo y O’Higgins de Rancagua pretendían traerlo de regreso al fútbol y ficharlo para la próxima temporada 2025, cosa que Claudio Bravo desmiente tajante. “Si fuera cierto, habrían existido conversaciones, alguna reunión con alguien de los clubes, pero no hubo absolutamente nada. Se especuló que podría haber terminado mi carrera en Chile, pero no fue posible porque jamás existió la formalidad de un contrato”, asegura.
–¿Y usted estaba dispuesto?
–Si llegaba a jugar en Chile iba a ser con un proyecto serio, que me llenara las expectativas; y no me refiero en lo económico. No buscaba aquí el mayor contrato de mi vida o ser el jugador mejor pagado de la liga chilena. Al contrario, me interesaba un proyecto ligado a las divisiones menores, en que pudiera aportar, enseñar, contribuir con mi experiencia que no es poca.
–¿Por qué no se dio?
–No estamos acostumbrados a la formalidad en este tipo de cosas. Afuera se da mucho, cuando tienes el caso de deportista exitoso, de contactarlo e insertarlo en cualquier ámbito del deporte, ya sea en un club de fútbol, un colegio o en una universidad, pero aquí pasa lo contrario.
–¿Eso lo frustra, lo decepciona?
–No me frustra porque conozco el medio, sé cómo funciona. Sí me entristece que se pierda gente con capacidad de transmitir cosas a las nuevas generaciones.
–Y esto de desechar la experiencia, ¿es propia de fútbol o nos describe como sociedad?
–Si es por valoración de la gente, me siento recontra valorado y querido. Hasta hoy no dimensiono ni entiendo cómo, en mi rol de deportista, pude traspasar más allá. Me asocian con liderazgo, respeto, humildad, seriedad, esfuerzo, perseverancia… Muchos padres me hablan también de un tema valórico; creo que poder transmitir cosas y ser creíble es más valioso y enriquecedor que meter un gol o atajar una pelota, sobre todo, en un país donde la credibilidad ha ido cayendo.
–Ha manifestado sus intenciones de ser entrenador, ¿cuándo piensa concretarlo?
–Es un ítem que lo tengo ahí a la mano, pero sé que, si me involucro en eso, todo lo que te conté antes se acaba. Me conozco y si me meto en ese mundo, si meto las patas al barro, no las sacaré hasta conseguir logros. Y ahí se me termina el tiempo, la libertad; me pongo el reloj, el calendario a la vista y metas, lo que conlleva volver al sacrificio, al esfuerzo, a la disciplina.
–¿No está dispuesto a perder su libertad?
–Se dará en forma natural. Soy muy asertivo con los tiempos, de pronto, me daré cuenta de cuál y dónde es mi lugar, si es aquí o fuera de Chile. Soy un convencido de que las cosas se ordenan solas, y si toca llevar mi vida así como la llevo ahora, ¡feliz! Y si hay que volver a la dinámica de exigencia y con los focos encima, ¡bienvenido también!
–Ha dicho que su sueño es dirigir la selección chilena.
–Lógico que todo lo que aprendiste fuera lo quieres dejar aquí. Para mí, sería un sueño dirigir a Chile, y hacer una selección menor y una selección mayor. También es probarte a ti mismo, saber si lo que aprendiste da resultados, y eso sólo lo sabrás cuando te toque estar en ese cargo.
–¿A qué técnicos tiene de referentes?
–Varios. De Manuel (Pellegrini) aprendí mucho en la última etapa en el Betis. Cuando trabajas con él sabes cómo se desenvuelve, conoces su inteligencia y capacidad de manejo de grupo; entiendes por qué al tipo le ha ido tan bien. Me encantaría verlo como técnico de nuestra selección, pero eso conlleva tiempo para que muchas cosas se ordenen y reordenen.
–Aun así, ha señalado que su sello iría más por el estilo Marcelo Bielsa.
–Destaco su profesionalismo, el querer ser el mejor, creer siempre en tus capacidades y que lo colectivo entrega una energía potente y la posibilidad de conseguir logros. Eso nos quedó marcado a todos los que estuvimos con él. La “Generación Dorada” nace ahí, de la capacidad que teníamos para prepararnos, de cómo entrenábamos y competíamos en cada partido; daba igual a quién teníamos al frente, no nos achicábamos. Siempre el espíritu era de querer ganar, de intentarlo, más que el resultado.
–¿Por qué la búsqueda del recambio no ha sido exitosa, debiendo recurrir siempre a los históricos?
–Es un mal indicador porque significa que los antiguos no son superados. Desconozco qué ocurrió, no sé cómo se trabaja en las divisiones menores, pero también entiendo que el jugador de hoy, en esta carrera de sueños, quiere todo rápido, cuando esto es un proceso y requieres años para conseguir logros. Es un error que comete la mayoría de los chicos jóvenes.
–De conducir la selección, ¿cuál sería su sello?
–La seriedad. Cuando conseguí éxito con los diferentes técnicos que me encontré, aprendí que ellos funcionaban de una manera muy seria: Guardiola, Manuel Pellegrini, Luis Enrique… Y con seriedad me refiero a estar rodeado de buenos profesionales, donde no prime el amiguismo ni el compadrazgo, y conseguir cosas, ya sea un título, una clasificación… Chile lleva muchos años sin entrar a un mundial.
–¿Cuánto influyó en esta debacle los desórdenes y las peleas internas que se desataron al interior de la selección?
–Ha sido un poco de todo. Si analizas, a veces las 30 mil personas que iban al estadio terminaban abucheando a la selección; un mal indicador. Por otro lado, a nivel de dirigentes hay desorden, en que entra uno y sale otro. El fútbol chileno en lo internacional no ha dado la talla y cada vez salen menos jugadores al extranjero, a clubes importantes. Vas encadenando cosas y dices: “¡Mierda, es difícil que esto funcione!”. Sin embargo, si echamos la vista un poco más atrás, hubo un tiempo en que todo iba bien: estadio lleno, a nivel dirigencial las cosas estaban tranquilas y varios jugadores chilenos ganando la liga italiana, alemana, española.
–¿Cuándo se arruinó todo?
–Es difícil buscar un punto, creo que son ciclos. También hubo un tema país. Chile parecía que iba a 200 km por hora, de repente, cambió todo y nos fuimos en reversa. Nos estancamos, con la delincuencia hasta arriba. Hubo cambios en la sociedad que fueron para mal.
–¿Eso lo hace dudar de radicarse en Chile?
–Yo quiero más que nadie a mi tierra, a mis costumbres, pero me genera temor la delincuencia. En mi casa evitamos ver televisión por salud mental; sólo ves asaltos, crímenes y está muy normalizado. Mataron a alguien en la esquina; mañana matan a otro, y no pasa nada. Y no veo fuerzas de donde tienen que venir. Yo no quiero un presidente en Chile, quiero un líder.
–¿Ve falta de liderazgo en nuestras autoridades?
–Falta alguien que lidere, que tome medidas concretas, reales, directas. No necesitamos que una persona con micrófono en mano nos dé una charla de dos horas, poniendo parches y tirando la pelota para todos los frentes.
–¿Le llama la atención incursionar en política?
–Sí, por la parte social de ayudar y contribuir. No la descarto, pero hoy sería difícil porque lo que veo no va conmigo. Así como te hablaba de seriedad en el fútbol, no veo seriedad en la política; hay muchos discursos que quedan en nada.
–Mirando en perspectiva, ¿diría que el 2017 fue su año más complejo en la interna de la selección, luego de las rencillas que desataron las críticas de su señora a los jugadores de La Roja?
–Para mí fue como doblarle la mano a ciertas situaciones que se veían difíciles de resolver. Pero como siempre he funcionado de una manera, sabía que el tiempo iba a reordenar las cosas y me pondría en el lugar que me tocaba estar. Y en el periodo en que estuve fuera aprendí a ver quiénes estaban a mi lado, quiénes no, y entendí que estaba en un ambiente que no siempre es el verdadero. En el fútbol, a veces te engañas mucho con esas cosas, sobre todo, cuando estás del lado bueno de la película.
–¿Hay falsos amigos?
–Sí, lógico. Conozco miles de personas, pero tengo un círculo muy pequeño que es difícil de entrar por este tipo de cosas.
–¿Hizo amigos en el fútbol?
–Sí, pero no al nivel de amistad que tengo con mis compañeros de colegio, que te conocieron sin disfraz; los mismos que se reían cuando me paraba adelante en la sala a contar mis sueños de ser un jugador de fútbol profesional.
–Difícil que alguno haya imaginado el nivel que alcanzaría.
–La clave es creer. Si tú crees en ti, nadie te pueda doblar en ese sentido, lo que debe ir ligado al esfuerzo, perseverancia y disciplina.
–Y a no encandilarse con el dinero y la fama, como pasa con algunos.
–Ocurre porque es muy fácil el reconocimiento, que todo el mundo te dé una palmadita en la espalda si ganaste un partido y, quieras o no, eso te nubla. Ahí entra la familia, lo que viviste desde pequeño, las amistades, que te hacen aterrizar. Recuerdo una vez que me gasté una buena cantidad de plata en un auto, me pillaron a acceso a velocidad y llegó la notificación a la casa de mis padres. Y en una comida familiar mi papá me dijo: “Pásame las llaves del auto que lo voy a regalar. No es posible que manejes a esa velocidad, te vas a matar. No piensas en tu mujer, en tus hijos, menos en nosotros”. Yo entendí, y le entregué las llaves.
–¡¿Y regaló su auto?!
–Lo vendió, pero a la mitad de su valor, fue como si lo hubiese regalado.
–¿Qué le pasa al ver hoy a Jorge Valdivia en las páginas policiales?
–Me genera tristeza. Con Jorge nos conocemos desde los 10 años, crecimos juntos en el deporte, en la vida. Conozco a sus padres, su entorno… Ver en esa situación alguien con quien compartiste muchas cosas dentro del fútbol me entristece, y ya no está en nuestras manos poder contribuir en esta situación compleja.
–Cuánto tiene que ver en esto lo que hablábamos, que algunos futbolistas se encandilan y pierden el foco; quizá sea el gran motivo de los magros resultados de La Roja.
–Puede ser, aunque yo creo que las cosas se las toman en serio, pero desconozco lo que hacen ‘después de…’ Porque tú puedes funcionar de manera seria mediodía, ¿y el resto del día qué? La gente con éxito tiene un compromiso más allá de las 3,4 horas que le toca desempeñarse como jugador de fútbol, ya sea siendo un buen padre, con su cuidado personal… Cuando el jugador entiende esta parte, está un escalón más arriba. Quizá falta mayor aprendizaje, que tengan caminos que seguir, figuras a quien aferrarse, gente que pueda traspasar su experiencia y de las que puedan aprender y nutrirse.