Por Claudia Guzmán Fotos @Ozcar Maquillaje y pelo @jess.makeup
La primera invitación de Angélica Castro para iniciar el camino que llevará a las lectoras de su libro a descubrir su mejor versión es, por lo menos, audaz: “Mirarnos al espejo y aceptarnos tal cual somos, al desnudo. Somos perfectas tal cual somos”.
La conductora y actriz de 49 años, con una carrera en Chile y Estados Unidos, casada con Cristián de la Fuente, madre de una adolescente, reconocida y admirada, con una impresionante belleza física, plantea de entrada un ejercicio que a muchas nos haría querer arrancar. Pero lo que ella viene a proponer en su debut editorial con Tu mejor versión está lejos de ser un acto literal.
“A medida que fui escribiendo el libro me iba dando cuenta de que era inevitable el compartir mi historia”, explica. “No es que uno quiera hacer una autobiografía, pero la escritura me llevaba a ciertos momentos, aprendizajes que yo había tenido o búsquedas en kabbalah y en mindfulness, que me fueron sirviendo para mirar en mi interior”.
A lo largo de casi 200 páginas prologadas por Pilar Sordo, Angélica da cuenta de las reflexiones que comenzaron a cristalizarse a partir de las charlas homónimas que fue dando a lo largo de Chile y Estados Unidos. Al inicio, estas se promocionaban como una suerte de asesorías de imagen y un aprender a sacarse a partido estético, pero terminaron siendo sesiones de coaching femenino para fomentar la autoaceptación y, por ende, la felicidad y sororidad. A partir de eso, Editorial Planeta la invitó a traspasar sus aprendizajes al papel.
“Cuando en las charlas empecé a descubrir lo que estaba sucediendo profundamente en cada una de las mujeres, pude por fin comunicar con otros una deuda que sentía que tenía. Sobre todo yo, viniendo del mundo de la televisión, que va tan de la mano de la imagen. Es que siempre viví íntimamente la parte mucho más profunda y humana que es absolutamente contrastante con lo externo. El poder concreto, de cuando yo hablo de belleza, es la belleza que tenemos cada uno de nosotros simplemente por existir”.
Cuenta que en el proceso de escritura comenzó a darse cuenta de que la mejor forma de traspasar lo que quería expresar era revelando, por primera vez, episodios desconocidos de su historia personal: cómo se sentía desde los 10 años con la amenaza del cáncer de su madre cada Navidad; cómo creció con un padre diabético sin consumir azúcar en casa y siendo una enfermera ejemplar; cómo sacó adelante una carrera universitaria y televisiva casi sin permitirse fallar y cómo a los 23 años vivió una profunda depresión.
–Yo misma me descubrí diciendo: ‘Claro, al final el único aprendizaje que uno tiene es la experiencia, con la caída, con el dolor, con la enfermedad’. Entonces ahí cada vez vas escribiendo y te vas dando cuenta de que, al final del día, mi única pretensión es compartir; mi única intención es contar mi historia y poder ser capaz de compartir las herramientas que a mí me ayudaron en uno u otro momento a salir. Y si algo de lo que estoy diciendo a ti te hace sentido, maravilloso. Me siento súper afortunada.
–No debe haber sido fácil compartir esa desnudez.
–Hubo un momento en que me acerqué a mi psicóloga de nuevo, porque significó conectar con grandes dolores y pérdidas de mi vida. Pero, finalmente, creo que hacerlo es también una compañía, es un sentir que no estás solo, transmitir que siempre al final del momento duro hay una salida. Y en ese aspecto me fui sintiendo cada vez más cómoda y sin ninguna expectativa respecto de las ventas o la reacción. Me han preguntado mucho si estaba nerviosa y creo que quizás en algún momento sí, cuando me di cuenta de que estaba desnuda. Porque este es un desnudo masivo. Desnudé todas mis emociones, mis sensaciones, mis rincones.
LUCES Y SOMBRAS
El recorrido de Ángelica Castro hacia su mejor versión pasa también por momentos en los que desclasifica episodios que no la hacen enorgullecer. Paradojalmente, uno de ellos es la primera cita que tuvo con Cristián de la Fuente, cuando ambos residían en Estados Unidos: “Apenas nos sentamos en la mesa nos pusimos a competir por quién estaba haciendo más cosas, a quién le había dio mejor en la conquista de nuevo mercado. Hoy lo miro desde la distancia y veo a dos personas muy inseguras tratando de defenderse”, escribe la comunicadora que había llegado a los 24 años a Los Angeles para trabajar con el canal de cable E!
–¿Esa mujer autoexigente y competitiva era tu peor versión?
–No es coincidencia que en esos momentos ya no hubieran estado mis padres. Ya no estaba la enfermedad, el dolor físico latente. Ya no conectaba con esa gratitud de tenerlos un día más (…) Esto hay que entenderlo, masticarlo, hay que repetirlo, porque te puedes pasar toda tu vida buscando una felicidad afuera, siendo que tu felicidad está adentro. Tenemos la felicidad extremadamente cerca de nosotros. Porque está aquí adentro. Por eso no hablaría de peor versión, es parte mía también.
–Claro, era un juego de palabras con el título.
–Sí, entiendo. Pero lo que quiero dejar claro es que también está bien salirse de camino. Porque en realidad no se trata de ser bueno o malo, superficial o profundo, mejor o peor, luminoso u oscuro. Eso es absurdo. Todo tenemos sombras y las sombras son gigantescas. Somos luz y oscuridad.
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