Revista Velvet | “A los 6 años tiene una vida social más activa que la mía”
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“A los 6 años tiene una vida social más activa que la mía”

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“A los 6 años tiene una vida social más activa que la mía”

POR equipo velvet | 17 julio 2020

Por Carolina Arias

En el encierro cumplí 40. En qué minuto pasó, si todavía estoy terminando mi fiesta de graduación, cuando el mundo era mío. De pronto tuve dos hijas en unos partos lejanos a los soñados. Ambas con complejo de ternero que me succionaron todo los que pudieron, mientras ellas se llenaban de pliegues yo quedaba como colgajo.

Llevo casi veinte años con el mismo pololo, tengo casa, a la que no entro hace meses, tuve un perro Juanito que sucumbió bajo un furgón escolar. De pronto cumplí 40 y en el espejo contrario a como me siento, veo patas de gallo profundas de tanto gesticular, canas que se cuelan en mi pelo café. No soy de fiestas, pero quería celebrarlo, quería a mis amigos. Los que dejé medios abandonados mientras la vida me llevaba. En cambio, con mi familia de cuarentena, improvisamos una pequeña celebración. ¡Hasta torta de barro, decorada con flores y piedritas recibí!

Me negué a las celebraciones digitales. De esas en que uno ve a las personas repartidas en cuadritos. Las aplicaciones me quedaron grandes, tengo amigas que bajaron clases de yoga, control metal, gimnasia en espacios reducidos y así una lista enorme, todo con tal de tener la cabeza y el cuerpo alineado. Mientras yo con mi trabajo de jardinería a gran escala, estoy con más energía que nunca. Mi nuevo vehículo, la carretilla, tiene mis brazos medios tonificados. Y no solo muevo tierra, sino que acarreo a las niñitas por todo el patio. 

Siguiendo con las aplicaciones, le ofrezco a la Augusta bajar las que necesite para estar conectada con sus amigas. Es increíble que a los casi seis años siempre ha tenido una vida social más activa que la mía. La invitan a todas partes, por suerte se resiste a las pijamadas, ahí sí que no la recupero más. Pero un día me entrega el teléfono y me dice: “Mamá no quiero más, no quiero más clases, videollamadas, o enviar más emoticones, ni siquiera los que tú no me dejas. No quiero más pantalla, yo quiero tocar”. Agarré su carita, la miré fijo, vi cómo en el encierro está creciendo, se le cayeron tres dientes, y volví explicarle que todos estamos en un proceso, protegiéndonos. Le ofrecí organizar una tremenda fiesta de abrazos algún día. La acurruqué fuerte, tan fuerte que sentí alivio de que fuera mía, mientras pensaba, no solo las aplicaciones, el mundo me quedó grande.

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