Fernando Villalobos tiene 46 años y, desde hace 15, trabaja como cartero de Correos de Chile. Sabe que su trabajo -como muchos otros oficios y profesiones- es muy importante, sobre todo en estos días.
“El cartero es un puente comunicacional que lleva tanto buenas como malas noticias. Si usted, el día de mañana, recibiera una herencia ¿quién le va a llevar la noticia? El cartero. ¿Y quién lleva los partes? El cartero. Y también llevo los paquetitos de Aliexpress”, dice, y cuenta que, en general, la entrega de encomiendas ha bajado en más de un 50% según sus cálculos; “si antes repartía 40 paquetes diarios, hoy reparto 15”.
Uno podría pensar que, en estos tiempos de coronavirus, a Fernando lo invade el temor, mal que mal está en contacto todo el día con gente y recibe dinero de la mayoría de las personas a las que toca sus timbres. Pero la verdad es que ni siente miedo ni preferiría quedarse en su casa. “Yo me aburro en la casa, parezco león enjaulado. Cuando me he tenido que quedar, no sé qué hacer, ya he pintado la casa como tres veces. A mí me encanta mi trabajo, no lo cambiaría por nada. Cuando yo era niño, siempre andaba callejeando. Una vez mi mamá me dijo ‘ojalá te pagaran por callejear’ y, bueno, ahora me están pagando”.
Fernando dice que Correos de Chile es una muy buena empresa: “Cuando ocurrió el estallido social, Correos de Chile cerró porque dijo ‘yo no arriesgo a mis trabajadores’. Después abrió, pero con el artículo 184, que significa que uno puede ir o no a trabajar, pero no te pueden descontar (…) Así que sabemos que, en caso de que la epidemia se agrave, no nos van a exponer y dejaremos de trabajar”.
Sobre las medidas de seguridad, cuenta que toma algunos resguardos; “ando trayendo alcohol gel en mi bolsito de reparto”, y, en la oficina central -desde donde salen los paquetes- los carteros se han dividido en dos grupos que no se ven entre sí. Un grupo va lunes, miércoles y viernes, y el otro martes, jueves y sábado. “De esa forma, si, ni Dios lo quiera, algún compañero llega a tener coronavirus, no lo esparce en la sala donde estamos todos juntos. Así se evita un poco que se enfermen los dos grupos al mismo tiempo. Además, los trabajadores de más de 70 años (que mayormente trabajan en la zona oriente) no están trabajando, para protegerlos”.