Históricamente, en nuestro país esa fecha es un día con espíritu de empanadas, chicha y cuecas. Pero en 1981, a las siete de la tarde, no había un alma en las calles. Espérate sentadito, guatón Loyola.
Después de cinco meses de incertidumbre, el país entero necesitaba resolver el acertijo.
Hasta los actores se quedaron en sus casas porque, excepto tres personas –la actriz “culpable” (Gloria Münchmeyer), el director Óscar Rodríguez y el guionista Arturo Moya Grau– nadie sabía la verdad. Se grabaron varios finales. Y, un día antes de la emisión, Moya Grau le pasó un papelito a Münchmeyer que decía “tú eres la asesina”.
Pero no la eligió a última hora. Había dejado su nombre escrito ante notario meses antes porque era tal la curiosidad del público, que el diario La Tercera organizó un concurso para descifrar el enigma. Y no era cosa de “achuntarle” a tontas y a locas. No. En la trama, el único personaje que sabía la verdad del crimen era Serafín Diez Cabezas (Eduardo Naveda), un ser miserable que, agonizante, le había dejado una carta-crucigrama a la protagonista. El nombre del culpable estaba escrito en clave.
El concurso fue tan exitoso que, increíblemente, La Tercera contrató al escritor, policía y FUN-DA-DOR de la Brigada de Homicidios (leyó bien, no es broma) René Vergara –alias Hércules Poirot, alias inspector Cortés– para resolver el caso. Vergara tenía un currículum envidiable: resolvió casos como el del Tucho Caldera en 1947; fue uno de los investigadores que aclaró el atentado explosivo en contra del presidente de Venezuela Rómulo Betancourt en 1960, y fue catalogado por la revista francesa Paris Match como “uno de los mejores policías del mundo”.
Con humor, el inspector Cortés interrogaba a los personajes de la telenovela y publicaba sus hipótesis en el diario. Lamentablemente, murió un mes antes del final de La Madrastra, sin concluir su última “investigación policial”. Finalmente, se develó el misterio: Marcia, la protagonista (Jael Unger) enfrentó a Estrella (Münchmeyer). Le decía cómo había resuelto el acertijo y le leía un extracto de la famosa carta: “La leí mil veces, separé sílabas, separé palabras. Me costó mucho, pero ahí estaba tu nombre (…) ‘Yo vi a alguien salir de la habitación de Patricia. No puedo decir si era hombre o mujer. Pagó mi silencio con favores. Es canallesco lo que hice. Fue tremendo lo que hice. Dios me perdonará, ya que sé que tú nunca lo harás’. Seguí investigando y juntando sílabas. ES canallesco. ES. Fue TRE-mendo. Ya tenemos ES y ya tenemos TRE. Luego ‘YA que sé que tú nunca lo harás’. ‘YA. ES-TRE-YA’. Con falta de ortografía, pero Estrella al fin”.
O sea, ni el mejor sabueso policial podría competir con ese humor exquisito de Moya Grau.
Y lo curioso es que el gran premio que La Tercera daría al ganador del concurso era cenar con la asesina. Estaba todo listo… ¡Pero el triunfador no llegó! ¿Le habrá dado miedo compartir la mesa con una criminal tan odiada? No sabemos.