Casi todas las películas realizadas en Hollywood por Alfonso Cuarón son adaptaciones, pero el clásico literario más emblemático que dirigió resultó ser su película más subestimada. Hace veinticinco años, la versión del director mexicano para el clásico de Charles Dickens, Grandes Esperanzas llegó a los cines, con una respuesta un tanto tibia del público como de la crítica. Incluso el propio Cuarón menospreció la película en años posteriores.
Sin embargo, el tiempo nos ha hecho valorar y acá estamos frente a un drama romántico de fuertes emociones, con una banda sonora de lujo, que incluyó desde Tori Amos, pasando por Chris Cornell hasta Cesária Evora e Iggy Pop, una historia que se sostiene en la figura de una Gwyneth Paltrow durante el apogeo de su carrera, que nos regaló para siempre el retrato de su figura en un vestido verde manzana en medio del Central Park, quizás en un intento de homenaje al ícono que representó Carolyn Bessette, la entonces esposa de John Kennedy Jr, y que hasta ese momento, un año antes del fatal accidente, eran la pareja ícono de todo Manhattan.
Con Grandes Esperanzas, Alfonso Cuarón nos regala una historia de obsesión romántica, de cumplimiento de sueños, y de devueltas de mano que la vida te da cuando has actuado bien y mal. Una historia tan épica como los grandes espectáculos que décadas después nos regaló con Harry Potter y el Prisionero de Ázkaban, Gravity y la gran Children of Men. Cuarón y el guionista Mitch Glazer mantienen el esquema general de la historia de Dickens, aunque actualizan la ubicación y la época y cambian algunos de los nombres de los personajes principales.
El protagonista ahora es Finn Bell, y es interpretado de adolescente y adulto por Ethan Hawke. En lugar de un prototipo de huérfano dickensiano que vive en una ciudad costera inglesa del siglo XIX y se prepara para convertirse en obrero de las fábricas de fierro, este Finn es un aspirante a artista que se entrena como pescador artesanal y que vive en la costa del golfo de Florida en las décadas de los ochenta y noventa. Finn es huérfano y ha sido criado por el bondadoso novio de su dispersa hermana mayor Maggie (Kim Dickens). Joe (el gran Chris Cooper) le enseña a Finn a pescar y motiva las pasiones artísticas del pequeño Finn. Joe termina vinculando al chico con la heredera solitaria Nora Dinsmoor (impresionante Anne Bancroft), y que no es más que la versión cinematográfica del personaje de Miss Havisham en la novela de Dickens. Al igual que ella, la Sra. Dinsmoor contrata a Finn como acompañante y le presenta a Estella, de quien se enamora de inmediato.
A diferencia de su original, que está plagada de peligros y violencia, Cuarón se enfoca en el apasionante romance entre Finn y Estella. Una joven Estella hace su entrada abriéndose paso en medio de la exuberante vegetación que rodea la propiedad de la Sra. Dinsmoor, Paradiso Perduto. Su visión la hace parecer criatura etérea, una suerte de ninfa rubia lejana al mundo de los humanos. Paltrow transmite esa cualidad en su interpretación de la Estella en edad adulta, pero Cuarón y Glazer se aseguran de que Estella nunca sea solo un objeto de deseo, sino que le suman que el personaje transmita una profunda melancolía, incluso cuando le hace difícil la vida y le rompe el corazón al bueno de Finn.
La historia comienza con el aterrador encuentro de Finn con un convicto fugitivo, Arthur Lustig (Robert De Niro). Sin embargo, la presencia de Lustig en la vida de Finn se esfuma a lo largo de la trama, cobrando especial importancia cuando cambia la realidad de nuestro héroe ya hacia el final del filme. Cuarón entiende que esta es la historia de Finn y Estella, incluso cuando Estella desaparece durante largos períodos de la película, mientras que Finn está ocupado ascendiendo en el mundo del arte de la ciudad de Nueva York gracias a un misterioso benefactor. Sin embargo, y gracias a las maniobras de Cuarón, cada vez que el personaje de Gwyneth Paltrow aparece, atrae toda la atención del espectador. Se trata del periodo más luminoso de la actriz que luego se vería acreedora del Oscar por Shakespeare in Love.
Cuarón juega constantemente con la paleta de verdes, el color de la esperanza del que hace referencia el título de la película. Se mueve entre Florida, donde está la mansión de la señora Dinsmoor y la Nueva York de los 90’s y las galerías de arte. “No voy a contar la historia de la forma en que sucedió”, dice Finn en la narración de apertura. “Voy a contarlo como la recuerdo”. Y es que toda la película está impregnada de esa sensación de ensueño, y la narración del personaje de Ethan Hawke le agrega una poética melancolía. Grandes Esperanzas resulta ser la adaptación hipnótica e inspirada de un romance que nos envolvió en plenos noventa, una de esas películas icónicas para una generación de jóvenes que por esos días se movía entre los 15 y 18 años, y que absorbieron un texto de Dickens modernizado. Una película que este año cumple un cuarto de siglo desde su estreno y que bien vale la pena volver a visitarla.