–¿Esperabas llegar tan lejos en tan poco tiempo?
–¡Para nada! De hecho, el año pasado, después del viaje a París en el que me fue realmente muy bien, el estallido me obligó a aterrizar de alguna manera. Lo mismo cuando volví de México y vino la pandemia. Cuando me escribieron del Russia Fashion Council ni siquiera sabía si era realmente cierto, pero no había nada que perder.
–Tu trabajo fue destacado tanto en temas de sustentabilidad como por innovación. Imagino que es una búsqueda consciente, y que es una forma de vida.
–Soy vegetariano, ahora vivo con mi mamá en Santiago y me gustaría algún día ser vegano. Estoy en esa transición, y obviamente eso tiene mucho que ver, porque lo que hago en mi trabajo tiene que tener una conexión con el resto de las cosas que consumo. La biotecnología es algo que siempre me interesó, y que estudié.

–¿De dónde son los materiales que ocupas en tus colecciones?
–Algunas cosas las compro en tiendas de Santiago Centro, que todavía tienen telas de los 80, y me gusta darle una segunda vida a ellas. Otras las traigo de afuera, como el algodón pima peruano y paraguayo. Pero también uso algodón nacional.
–¿Qué te gustaría que pase a partir de ahora con tu marca?
–Seguir creciendo. Cuando trabajé con diseñadores me tocó ver el otro lado, sé el esfuerzo y la dedicación que
hay, que a veces se arman días de prensa y no llega nadie. Triunfar en Chile es muy difícil y creo que por eso yo siempre supe que tenía que mirar afuera, porque acá era como imposible.
–Bueno, evidentemente no era imposible. Ya estás en los medios del mundo. ¿En Chile dónde saliste?
–Todavía ningún lado (ríe).
