Una periodista y presentadora de noticias española se convertía en princesa de la mano del entonces príncipe Felipe de España. Y su boda, como otras tantas, no estuvo falta de anécdotas.
La noche antes de la boda más lluviosa de la historia moderna, el entonces príncipe Felipe de Borbón y su novia, Letizia Ortiz, daban una cena de gala en el Palacio de El Pardo. Representantes de la monarquía llegaron de todas partes de Euorpa, desde el entonces príncipe Carlos de Inglaterra, Máxima y Guillermo de Holanda, los reyes de Bélgica, Noruega, Luxemburgo y Suecia. E incluso, Carolina de Mónaco y Ernesto de Hannover. Sin embargo, la prensa tenía puesta su atención en la familia de la novia, los Ortiz Rocasolano.
Al terminar la comida comenzó el baile, y Francisco Rocasolano, de oficio mecánico, taxista y abuelo de la novia, sacó a bailar a su nieta. “Las princesas, marquesas, dignatarias o archiduquesas de la realeza europea la pasaron muy bien con él”, recordaba años después David Rocasolano en su libro, primo de Letizia. Y agrega que la propia Letizia después de un rato, le pidió que se llevara al abuelo a su casa.
Dicen que todas las celebraciones de matrimonio de la realeza española han estado rodeadas de polémicas y tragedias. La de Felipe y Letizia no fue la excepción. El 11 de marzo de 2004 pasaba la tragedia en la estación de trenes de Atocha en Madrid. Y los novios tuvieron que cancelar sus respectivas despedidas de solteros en señal de respeto por las 192 víctimas mortales y heridos. Además, el municipio de la ciudad tuvo que cancelar un espectáculo visual como regalo a los novios. Todo ese dinero se destinó a la construcción de un memorial en recuerdo de las víctimas.
Así como en la película Cuatro Bodas y un Funeral, el día de la boda llovió como si no hubiese mañana. Con fuertes medidas de seguridad, dado la envergadura del evento, los novios tuvieron que reemplazar el soñado paseo en carruaje por tener que entrar a la Catedral de la Almudena, y luego ser trasladados al Palacio Real, en un Rolls Royce.
Por si fuera poco, esa misma mañana, la novia se levantó con algo de fiebre. Pero supo disimularlo bien. Para más, tuvo que cargar con un pesado vestido de diseño y corte medieval, hecho por el célebre diseñador español Manuel Pertegaz, el cual era bastante pesado y le dificultaba el caminar. Pero no solo para Letizia fue una mala mañana.
Una de las imágenes que más llamó la atención fue ver llegar a Carolina de Mónaco sola a la ceremonia. Vestida en un traje de dos piezas Chanel, la hija de Rainiero y Grace Kelly, tuvo que dejar a su marido Ernesto de Hannover en el hotel, intentando superar los efectos de la fiesta de la noche anterior. Y es que el también primo de doña Sofía, quiso disfrutar de la noche madrileña y su juerga en Gabana (con pelea incluida) le dejó una resaca tan monumental que no pudo acompañar a su esposa al enlace. Finalmente, se presentó en el banquete por una puerta lateral para no llamar la atención, y luego de disculpó con Sofía y los novios.
Y aunque por la tormenta que inundaba la capital española, no se pudieron lucir los pequeños hijos de las infantas quienes estaban listos con sus trajes, una de las postales imborrables, pero ya más ligadas al fashion, es la que nos entregó Rania de Jordania en un outfit inolvidable: una camisa blanca y una gran falda color lavanda hasta el suelo, cubierta por un velo con encaje de Givenchy, haciendo un guiño a la tradición de las mujeres españolas. Para enmarcar.
Por su parte, el clima también generó sus contratiempos a los invitados. Y la lluvia y los retrasos que causó hicieron que el banquete se retrasara por lo que invitados como el príncipe Carlos de Inglaterra tuvieron que irse sin poder terminar porque, de lo contrario, perdía su vuelo.
Cabe destacar que las bodas reales no son bodas comunes. Y así como en la de los actuales Reyes no hubo ni baile, ni barra libre, sí hubo otras cosas. Y en la de Felipe y Letizia también hubo peleas familiares. Víctor Manuel de Saboya y Amadeo de Aosta discutieron por sus derechos dinásticos en Italia, y Ana María de Grecia primero, y el emérito Rey don Juan Carlos tuvieron que separarlos.
Además, se cuenta que en los salones del Palacio Real aquel 22 de mayo de 2004 desaparecieron misteriosamente piezas de plata de de la cuchillería y la vajilla.