Revista Velvet | “Yo pensé que iba a ser más cuadrado, pero la miro y no puedo”
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“Yo pensé que iba a ser más cuadrado, pero la miro y no puedo”

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“Yo pensé que iba a ser más cuadrado, pero la miro y no puedo”

POR Vanina Rosenthal | 16 marzo 2021

Juan Yarur deja el bling bling que lo ha acompañado por años en su paso por las revistas y se pone serio para hablar a fondo y por primera vez del proceso de subrogación de vientre que lo convirtió en papá. Los miedos, las dudas, los millones de imponderables de atravesar el proceso en pandemia, la odisea por volver a Chile con los documentos en regla y el tener a su hija sana en casa. En esta entrevista, que se hizo a lo largo de seis meses y a corazón abierto junto a su marido, Felipe Lecaros, aseguran que sueñan con una familia grande y achoclonada, como las que ellos tienen.

Juan Yarur, el histórico rey de la fiesta, el coleccionista y promotor del arte, uno de los hombres chilenos con más portadas de revistas, es ahora el papá de Cora Yarur Lecaros, una niña que nació en Estados Unidos, en medio de la pandemia, por medio de la subrogación de vientre. Hoy, con 37 años recién cumplidos, cuenta por primera vez su proceso hacia la paternidad junto a Felipe Lecaros, el sinfín de obstáculos que tuvieron que sortear, y por qué está feliz de haber enterrado al Juanito de antes para convertirse en el papá de Cora.

–Mucho se habló sobre tu paternidad, pero imagino que tuvieron que recorrer un largo camino. ¿Cómo comienza la historia?

Juan: La primera foto de los dos juntos que tengo en mi teléfono es yo acostado en la clínica, después de una operación, y Felipe a los pies de la cama. Creo que ahí realmente parte esta historia. Me había tomado la carga de espermios porque sabía que en algún minuto quería ser papá. De repente empecé a cachar, a medida que nacieron mis sobrinos, la diferencia entre ser el hijo y ser el hermano menor. Llegué a pensar: “Si nos estamos cayendo todos de un cerro, es evidente que van a salvar a mis sobrinos, y a mí me van a dejar morir”. Y creo que en ese momento decidí que quería tener mi propia familia, mi propio círculo. Porque al final del día, la única persona que se iba a tirar de un puente por mí era mi mamá.

Felipe: Yo nunca me vi como papá. Siempre me encantaron los niños, el choclón me gusta, crecí con muchos primos, pero nunca me sentí con la pasta de papá. Me daba mucho miedo la responsabilidad. (Juan interrumpe y dice: “Sin embargo para todos sus amigos era obvio que él iba a ser papá”).

–¿Por la homosexualidad?

Felipe: No, nada que ver con eso. Siempre veía a mis cercanos y pensaba que yo no sería capaz de sobrellevar la enfermedad de un hijo. Entonces ante la posibilidad de tener que atravesar por algo así, prefería no ser papá. Me daba un miedo casi irracional. ¿Qué pasa si me muero antes? ¿Quién se va a hacer cargo? Me hacía esas preguntas.

–¿Entonces?

Juan: En un momento le dije “contigo o sin ti”, y ahí cambió de opinión.

De eso, han pasado cinco años. Así, empezaron juntos un largo camino que de alguna forma culminó (o empezó) el pasado 24 de julio, cuando se convirtieron en los papás de Diana Cora Beatriz Adriana Marilys Yarur Lecaros.

Con la decisión ya tomada, lo primero que hicieron fue buscar información en una clínica de fertilidad en Chile. “El doctor fue súper amoroso y obviamente nos explicó que aquí era inviable, pero nos habló de las alternativas fuera del país y de qué se trataba el proceso. Nos guió, que era lo que queríamos”, cuentan hoy sentados en su pieza, en su primera entrevista juntos. “Había millones de opciones. Y las analizamos todas. Desde buscar en Google hasta contactarnos con Elton John y Ricky Martin, a través de amigos en común”, añade Juan.

–¿Ya se habían casado?

Juan: Esto fue como unos tres años antes de casarnos, pero por eso nos casamos. Porque queríamos tener hijos (risas). Si sé que suena medio absurdo.

–Para que no nazca fuera del matrimonio…

Felipe: Claro, para que todo cuadre en la libreta de familia (más risas), pero así de conservadores nos hemos puesto.

En esa búsqueda por encontrar el lugar indicado pasaron por distintas opciones. Desde una clínica en una playa paradisíaca de México, algunas que se veían menos confiables, las clínicas donde nacen las guaguas de Hollywood…

“En medio de eso se me ocurrió llamar a un amigo y él me dio el dato de Growing Generations, que además hacían cosas de arte con UCLA y nos dimos cuenta que era como el lugar que más nos acomodaba. ¿Por qué Estados Unidos y no Perú o Colombia? Lo único que queríamos era que fuese un lugar seguro y limpio. Con- sagrado, que todo estuviera en regla y que no existiera ningún vacío legal que nos jugara en contra. Que no pudiéramos entrar a Chile con la guagua, o que nos la quitaran. No lo elegimos porque era cool que fuera gringa”, aclara Juan.

“Partimos con ellos porque nos ayudaban en todo, hacer el embrión, el abogado. Como que nos tomaron de la mano y nos guiaron en el proceso completo”, agrega Felipe.

“Me acuerdo”, continúa Juan, “que cuando tuvimos entrevista con la agencia donde van todas las celebridades de Hollywood casi morimos. Alguno de los dos tendría que ser ingeniero civil y casi que trabajar en la NASA para entender lo que nos explicaban. En cambio, esta otra agencia nos ayudó desde el principio hasta el final”.

–¿Cómo funciona el proceso? ¿Uno paga y listo? ¿O se hace una evaluación de la familia, de quiénes son ustedes, de por qué quieren tener un hijo?

Felipe: Hay entrevistas, te hacen un chequeo de tu background, pero todo depende de la agencia. Había una en la que nos pedían hasta nuestro registro criminalístico.

Juan: Me acuerdo que tuvimos que escribir una carta explicando por qué queríamos ser papás. Esa carta en realidad va dedicada a la mujer subrogante, porque tiene que haber un match. Ella nos tiene que elegir para llevar nuestro hijo, entonces nuestra carta básicamente era un agradecimiento por llevar lo que para nosotros era un sueño, y que sin ella no lo podíamos cumplir. Le contábamos de nosotros, que los dos somos de familias grandes, y que eso nos encanta.

–¿Y esa misma mujer es la donante de óvulos?

Juan: No. Ese paso viene antes. Lo primero es nuestro test genético, y después la búsqueda de la donante. En nuestro caso, tuvimos que viajar. Ahí te analizan los antecedentes médicos, porque lo más importante es que la donante no tenga “match” con algún tema genético que pueda complicar la gestación. Fue un proceso realmente eterno.

Felipe: De partida porque siendo los dos súper estetas, y con tanta expectativa, teníamos muchas pretensiones. Entonces la agencia después de un tiempo nos llamó a una reunión y muy en buena, nos dijo: “You have to lower your expectations” (deben bajar sus expectativas), porque si no la donante no va a aparecer nunca. De ahí nos mostraron un montón de alternativas, pero la verdad es que ninguna nos convencía. Hasta que dimos con una agencia que es especialista en buscar alguien que sea similar físicamente a los progenitores, que en realidad es lo más difícil de encontrar. Y de ahí se nos ocurrió que, en realidad, la única persona que sabe todo siempre es la secretaria. Por ella dimos con esta agencia de donantes. De hecho, después de nuestro caso, Growing Generations tiene un “donnor concierge”, porque claramente no somos los únicos que queríamos algo tan específico. Y así encontramos a quien estábamos buscando.

–¿Y a quién de ustedes se parece la donante?

Juan: Nunca la hemos mostrado a nadie, solo la hemos visto nosotros dos. Pero era la que nos hacía sentido. Tenía una familia grande y unida, algo que también nos importaba, además de su background médico. Ahí empezó la parte de la ovodonación, donde hay gente que le va súper bien y gente que no, y a nosotros no nos fue bien. Porque en general salen 20 óvulos y a ella le salieron 12; era algo poco común.

–¿Los espermios se mezclan? ¿Cómo es ese proceso?

–Juan: Hay algunos que piden el secreto, entonces no saben de quién es el espermio. Es como sorpresa. En nuestro caso lo sabemos perfecto, pero no es algo que nos interese contar. Con los embriones congelados (con ambas cargas genéticas) viene el proceso de encontrar a la subrogante; es ella la que te elige a ti. Y depende de la cultura que tú vengas, qué tipo de match quieres, porque por ejemplo los asiáticos quieren un embarazo netamente transaccional, lo que significa que tienen la guagua, se van, y chau. Nosotros no queremos cortar relación con alguien que va a ser tan importante en nuestra vida. Nos la presentaron y nos gustó al tiro.

–¿Era la primera subrogación de ella?

–Juan: No, tiene dos hijos propios (ser mamá es requisito para ser subrogante) y Cora fue la segunda guagua que gestó con este método.

–Me imagino que eso les daba una tranquilidad adicional. Puede dar miedo que se arrepienta en el proceso o algo así. ¿No les pasó?

Juan: Para nada. Cuando no has hecho el proceso esos miedos son lógicos, te lo compro 100% porque al principio capaz que lo pensábamos, pero después te das cuenta de que es imposible. Porque en la agencia, al elegir a una mujer, le explican todo desde un ámbito súper humano. La cantidad de plata, si sacas el cálculo por hora para alguien que vive en Estados Unidos, no es tanta.

Felipe: Hay un gran porcentaje de altruismo en este proceso. Son muchos los exámenes psicológicos que les hacen. Es imposible pensar que te van a quitar la guagua.

–¿Hay que tener mucha plata para poder hacerlo?

Juan: Como nosotros lo hicimos, la verdad es que sí. Pero hay otras alternativas, como por ejemplo Colombia. E incluso en Estados Unidos hay agencias más baratas. Sería maravilloso que hubiera más opciones.

Felipe: No somos candidatos a adoptar, no podemos de manera natural, entonces de algún modo la vida nos fue guiando hacia la subrogación.

LA IMPORTANCIA DE NO DESESPERAR

Cora Yarur Lecaros cumplió seis meses y come sus primeras papillas de pera y manzana a los pies de la cama. Está vestida con un body animal print de Dolce & Gabbana y apenas se la escucha. En la noche, a veces sus papás se acuestan a mirar fotos del último tiempo y se emocionan recordando por todo lo que han tenido que pasar para llegar hasta hoy.

–¿Cuál sería el consejo para alguien que inicia este camino, o que lo está pensando?

Juan: No desesperar, porque va a llegar igual. Felipe estaba mucho mejor parado que yo. En un momento estaba más ansioso, pero después los roles se invirtieron y yo estaba desesperado, porque todo salía mal. Todavía ni siquiera había partido la pandemia cuando nuestra subrogante se embarazó. Ya la habíamos encontrado, estaba todo perfecto, y de repente unos exámenes salieron como alterados, como esos falsos positivos… pero hasta que supimos que estaba todo bien fueron tres semanas eternas.

–Como que avanzaban un casillero y retrocedían cinco…

Felipe: ¡Quince! Teníamos todo listo para contarle a nuestras familias, teníamos todo armado para la Navidad del 2019, queríamos que fuera en la casa donde vamos a vivir para después contarle a nuestra hija que ahí anunciamos su llegada. Y un poco antes nos llaman para avisar que estaba con desprendimiento. Ahí fue como… ya… Y no contamos nada.

–¿Cómo lo resolvieron?

–No lo resolvimos. Lo aceptamos. Ella (la subrogante) nos hizo el proceso muy cercano a pesar de que estábamos en Chile. Se conectaba siempre, la veíamos por el teléfono, nos mandaba fotos, los exámenes.

–Entiendo que en estos casos se puede elegir el sexo. ¿Por qué una niñita?

Juan: Siempre he sido el gran abogado de las mujeres. De trabajar con mujeres, de empoderarlas… Pero también quería un hombre, porque iba a seguir con mi apellido. Y de repente encontré que todo era estúpido, que era replicar patrones que no tenían sentido, y que Felipe tenía razón, porque a mí me gusta estar con mujeres, siempre he encontrado que son un género superior al masculino. Por fuerza, por montones de cosas, así que decidimos que fuera niñita.

El parto estaba programado para el 5 de agosto, lo que terminó siendo plena pandemia. “Estábamos acá, no podíamos hacer nada de lo que habíamos planificado, teníamos viajes que no pudimos hacer. Estábamos full minos, haciendo ejercicio, full motivados, papás regios. Teníamos elegida la ropa que nos íbamos a poner nosotros para la foto perfecta saliendo de la clínica y empiezan los cierres de frontera. Ahí nos asustamos, y al día siguiente partimos”, recuerda Juan. “Literalmente hablando, nos fuimos a Miami y no llevamos nada. Estábamos muy nerviosos, por suerte tenemos una casa ahí que me regaló mi papá, pero igual estábamos viajando demasiado tiempo antes. Conseguimos los papeles de los abogados que decían que estábamos yendo porque íbamos a tener una hija por cualquier inconveniente, y llevamos un par de tonteras, pero nada más”.

–¿Qué recuerdan de ese primer momento?

Felipe: Siempre he pensado que me las sé todas. Y ver a Juan me ha dado como una sapiencia. Muchos miedos preconcebidos desaparecieron, y es verdad que es más fácil con guitarra en mano.

Juan: Yo por ejemplo no sabía cómo la iba a tomar. Tenía susto de agarrarla mal. Y Cora nació y la saqué de la cuna con una sola mano, como si toda mi vida hubiera sido enfermero.

–¿Les gustaría formar parte de alguna institución como para que otras familias puedan vivir lo que ustedes pudieron? ¿Lo han pensado?

Juan: Eso lo teníamos súper hablado, y no queremos ser caballo de lanza… ya esta entrevista es exactamente lo que dijimos que no íbamos a ser. Y sí la hicimos. Hay tantas cosas en las que hemos cambiado de opinión que hoy la respuesta es no, pero la verdad es que no lo sabemos. Tal vez la respuesta a tu pregunta pueda mutar en algún momento.

Felipe: Va cambiando todo tan rápido, además. Hoy podemos decir que queremos criarla cero pantallas y quizás el día de mañana terminemos con un Ipad dentro de su cama metido hasta el cuello.

–¿En qué cosas concretas cambiaron así, radicalmente, lo que pensaban con respecto a la paternidad?

Juan: En los límites, por ejemplo. Yo pensé que iba a ser más cuadrado, pero la miro y no puedo. Las fotos, y especialmente la ropa. Habíamos dicho que no le íbamos a comprar nada, tenía tres tenidas bonitas para salir de la clínica y un par de bodies. Nada más. Te prometo que Cora no tenía ropa. Pero cuando nació, la frikié, me volví loco, descubrí este amor que no sabía que existía, y empecé a comprarle cosas y ahora tiene un clóset lleno, con todas las tallas. Entonces volviendo a la pregunta anterior, no sé si el día de mañana vamos a embanderarnos o a crear una fundación, no tenemos idea.

–Y así como en su minuto definieron temas sobre límites, o sobre la exposición, ¿qué otras cosas consensuaron?

Juan: Que no queremos hipersexualizarla, ni traspasarle nuestros traumas a ella. Nos preparamos para estar en nuestra mejor versión. Hicimos terapia, preguntamos mucho porque sabíamos que nuestra vida iba a cambiar y queríamos estar bien preparados, con un hogar tranquilo. Yo decidí bajar las revoluciones harto, porque Felipe siempre ha sido más tranquilo.

–¿Ya pensaron en colegios?

Juan: Va a ir donde creemos que va a ser más feliz. Donde le enseñen empatía. Por la situación que tiene, que sea una niñita soberbia lo encontraría asqueroso. Y es lo mismo que deseo para todos nuestros hijos porque Cora es la primera, pero esperamos lo mismo para sus hermanos. Que sean empáticos, cariñosos, que puedan ver y sentir el sufrimiento del resto. Y que no sean huevones.

Felipe: Que entiendan lo afortunados que serán, enseñarles el trabajo y el valor del dinero.

–¿Adriático, tu nuevo emprendimiento, nace por una decisión de ponerse a trabajar?

Juan: No, eso fue porque quería darle un ejemplo. Es súper absurdo pero la idea mía de alguien que trabaja es alguien que está sentado en un escritorio, porque eso es lo que vi, entonces eso es lo que aprendí y lo que me cuadra. Más allá de que puedo estar todo el día en el teléfono organizando cosas o metido en la fundación, para mí era importante que ella me viera sentado trabajando.

–¿Cómo funcionan en el día a día? ¿Los dos hacen de todo? ¿Cambian pañales?

Felipe: Nunca lo hemos hablado, pero siempre la dinámica ha sido estar los dos participando de su vida. Hacemos todo juntos, y ese es como nuestro ideal de paternidad. Estar presentes.

–¿Qué les gustaría que pase? ¿Cómo se imaginan el futuro?

Juan: Que tenga muchos hermanos. Que tenga una familia igual de grande que la de Felipe y la mía, y que se lleven bien. Lo único que de verdad me importa es dejarle una familia grande y achoclonada. Por eso decidimos vivir en Chile, para estar cerca de la familia. Para que ella y los hijos que vengan se críen como nosotros. Obviamente si yo fuera exitista, me habría quedado en Estados Unidos.

Felipe: Que sienta ese apoyo incondicional, y que sienta que este es su lugar de pertenencia.

–La crianza en Estados Unidos también hubiera sido más fácil. Hay muchos más hijos de familias homoparentales…

Felipe: De todas maneras, pero nuestra prioridad es que ella esté rodeada del amor de su familia, y la familia está acá. Lo pensamos un montón, que no fuera a sufrir bullying en el colegio, todo lo conversamos. Pero decidimos vivir acá. Y además cuando nos toque ir al colegio vamos a ser de los papás más viejos de la generación (risas) y para las nuevas generaciones, ya no es como antes el tema de la homosexualidad.

–¿Qué es lo que les preocupa?

Juan: Que lo pase bien en el colegio, porque yo lo pasé como el culo; me preocupa que no sea femenina. No por opción sino por no tener la imagen permanente de una mujer al frente. Yo alabo mucho eso, entonces no me gustaría que no fuese femenina.

Felipe: Mis miedos eran muy distintos. Ser una imagen presente en su vida, pero el momento en el que la tuve en mis brazos por primera vez fue como una epifanía, de sentir una seguridad que no había vivido nunca antes, y todos los miedos desaparecieron.

Juan: Es que en verdad es bien inexplicable. Todo se fue a la cresta apenas la vimos. Siempre he sido súper inseguro, para todo, llevo siglos en terapia, en distintos países, y apenas la vi todo empezó a encajar. Todos los años de trabajo personal encajaron, y nunca antes había estado tan seguro en mi vida.

–¿Qué les gustaría evitarle a Cora, si pudieran?

Felipe: Solo accidentes graves. Ojalá tenga la mayor cantidad de experiencias y pueda sacar la mayor cantidad de aprendizajes.

Juan: Y que tome sus propias decisiones.

Felipe: Y que aprenda de sus errores, que los actos tienen consecuencias. Creo que eso es lo mejor que le podemos dar como papás.

LOS 1001 OBSTÁCULOS

Cora había nacido sana. Ya estaba ahí, frente a los ojos incrédulos de sus dos papás y unos íntimos amigos que alcanzaron a llegar. Pero ni siquiera ahí las cosas se arreglaron. Lo que nadie esperaba que se pudiera complicar, se complicó. El pasaporte se atrasó, la vuelta a Chile se hizo eterna y la ansiedad los superó.

“Ahora lo vemos todo lindo porque Cora está acá y es una gorda exquisita, pero los primeros momentos fueron súper duros. La misma gente de la agencia nos decía que de todos los malos escenarios, a nosotros nos tocaron todos. Lo del pasaporte fue un gran culo para que nuestra estadía se pudiera alargar lo más posible, tuvimos que contratar nuevos abogados, hasta que en un minuto no había nada más que hacer, la única alternativa era salir de Estados Unidos sin Cora y volver a entrar y hubo que hacerlo. Nos fuimos 24 horas a Colombia; ella se quedó con la enfermera que la cuidó desde que nació, pero ese día se nos hizo eterno. Teníamos pánico de que nos deportaran a la vuelta y nuestra hija se quedara en Estados Unidos. Por suerte no pasó y ahora es una anécdota más de tantas, pero realmente vivirlo fue durísimo”, recuerdan.

–¿Cuántos kilos subieron?

Juan: Yo 20.

Felipe: Yo 12 (risas).

–¿Cuáles son los pilares que van a regir esta familia? En términos religiosos, de diversidad sexual, de responsabilidad social…

Juan: Entre nosotros en general las cosas son como no habladas, y todo fluye. No somos tan verbales, pero siempre logramos ponernos de acuerdo. Por ejemplo, yo no quería bautizarla y Felipe sí, y estoy feliz de haberlo hecho. No sé si somos una pareja que se sienta en una mesa a planificar el futuro, pero nos resulta. Tenemos clases de crianza, leemos harto.

–¿Por qué bautizarla?

–¡Y encima por la Iglesia Ortodoxa! Otra cosa que no salió como queríamos, porque no podíamos volver a Chile y no estábamos dispuestos a mover la fecha, porque queríamos que fuese el día de nuestro aniversario que es el 8 de diciembre. Así que tuvimos que hacerlo en Estados Unidos.

–¿Y no será que Cora vino a enseñarles que las cosas no siempre salen como uno quiere?

Felipe: ¡Total! Yo siempre muero de risa porque Juan planea todo con tanta anticipación. Tiene una frase que es “para vivir como rey hay que planear como rey”, y yo soy mucho más de vivir las cosas según el minuto. Pero al final sí. Hay montones de cosas inesperadas que por más que tengas planeado A terminan siendo Z, y eso con Cora nos quedó más que claro. Y con respecto a eso, Juan está increíble. Antes esas cosas lo hubieran llevado a la desesperación absoluta, y ahora está increíblemente más entregado, aprendió a adaptarse a los cambios.

Juan: A mí lo único que me importa es que mi hija sea libre. Si lo demás no sale como espero, bueno, nada que hacer.

–¿Qué implica esa libertad?

Juan: Desde la movilidad de su cuerpo hasta todo. Yo nunca me sentí libre, mi movilidad es súper complicada y entiendo que es difícil de explicar. Me siento un poco aprisionado y seguro tiene que ver con la crianza, con los prejuicios, con cosas que te van endureciendo un poco. Por eso me importa tanto la flexibilidad de Cora. Soy estructurado, me incomoda salir de mi cuadrado y me gustaría que ella directamente no tuviese que hacerlo. Y también me gustaría que se pudiera mantener sola.

Felipe: A mí una de las cosas que me gustaría para ella es que no tenga ninguno de nuestros miedos. Me gustaría que sea la que anda a caballo, la que está con los perros langüeteada entera, la que se sube a una moto, la que juega con el barro, la que maneja el auto… y que a la vez pueda estar sentada en un restaurante exquisito. Que tenga ese manejo, y el respeto a los demás. Que salude a todo el mundo. Porque así crecí yo, en el campo, con unos papás que me dejaron con mucha libertad, haciendo de todo. Me encantaría que tenga eso también.

Juan: O sea, todas las cosas que a mí me dan pánico, porque yo crecí con mi mamá y mi abuela y era como un niñito de brillante, nadie me podía tocar. Yo le tengo pánico a todo. A mí casi que me enseñaron a tenerle pánico a los perros, entonces cuando a Felipe le acerca un perro, yo me como lo que quiero decir, pero sé que está bien lo que él está haciendo.

–¿Tendrías un perro?

Juan: Ni cagando, eso sí que está súper hablado.

–Pero ya sabemos que los planes cambian…

Felipe: Esa pelea no la voy a dar yo, la va a dar Cora. ¿Para qué voy a meterme en una batalla que va a ganar mi hija?

Juan: Olvídense, ¡eso no va a pasar!

–Ok. Entonces la próxima entrevista será cuando llegue el perro a la familia Yarur-Lecaros… Ahora, en términos políticos, de legislación: Cora se gestó durante el estallido social y nació en pandemia…

Juan: No lo habíamos pensado. No queremos usarla como bastión de guerra ni bandera de lucha.

–Pero aunque ustedes no lo quieran, o no lo vean, Cora va a crecer, porque ustedes decidieron vivir acá, en un Chile muy distinto al que ustedes crecieron.

Juan: La verdad es que no estamos tratando de ir contra la corriente, queremos que las cosas fluyan. Por eso también aceptamos dar esta primera entrevista juntos, a pesar de que Felipe siempre dijo que no lo haríamos. Queremos vivir en paz. Sería la raja tener una legislación que nos reconozca a los dos como papás, y que tuviéramos una libreta de familia, pero si no está, igual vamos a ser papás de todos nuestros hijos, igual estamos casados, aunque acá no se llame matrimonio. Evidentemente estamos haciendo el camino legal para que finalmente lo afortunados que hemos sido nosotros puedan serlo todos. Sería la raja que todos tuvieran la posibilidad de formar la familia que deseen. Pero nuestra marcha es pasiva. Ojalá ayude, pero ni Felipe ni yo vamos a salir arriba del camión porque yo ya fui la bandera cuando ser gay era algo rarísimo, pero tenía otra edad. Ya lo hice, lo viví, lo disfruté, pero I’m done. Ya salí del clóset, ya la gente sabe mi historia. Ahora quiero estar con mi familia y vivir en paz.

Felipe: Y además cualquier cosa que hagamos puede terminar exponiéndola de una manera que no queremos. Tal vez estamos haciendo las cosas y no nos damos cuenta.

Juan: Yo ya grité, grité ene durante mucho tiempo y ahora quiero estar callado, porque sé que las cosas también pueden funcionar así. Estoy realmente en otra etapa de mi vida.

Felipe: Y ese testimonio silencioso es igual de potente que estar gritando con pancartas.

–¿Es la reina de la familia?

Juan: Sí, absolutamente. Mi papá decía siempre que dejó de ser Amador Yarur para pasar a ser el papá de Juanito, y es heavy como que en verdad ser el papá de Cora es un ‘título’ que me gusta mucho más.

–¿Qué pensaría tu papá?

–No sé… él siempre quiso tener nietos míos. Creo que estaría feliz. Cuando nacía mi hija mi papá cumplía cien años.

–¡Capaz es su reencarnación!

–Se lo dije a uno de mis mejores amigos y casi me mata. Onda “por favor deja de meterle presión a esta niña”.

–¿Y si fuese una princesa de Disney?

Felipe: Que sea Rapunzel, siempre descubriendo cosas.

Juan: Yo quiero que sea mía.

Felipe: Me encantaría que sea una amazona, o ninja, pero siento que va a ser más llevada a sus ideas que la cresta. No me gustaría que sea como niñita foto de biblioteca. Y ojalá nos llene la casa de amigas.

 

Fotos Oscar Andree Produccción Matías Amengual Maquillaje y pelo Rodrígo Castro Asistente Pia de la Costa Manos Juan Yarur Juany Lizana Agradecimiento Canasto de Flores

 

 

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