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Esta semana se dio inicio a la versión número 75 del Festival de Cine de Cannes. Con un ánimo tan ávido de espectacularidad y glamour que es propio de haber estado un par de años confinados. Y con la amenaza cierta de que el cine, tal cual lo conocíamos, no volverá a ser como antes.
Lo cierto es que el streaming ha captado a todo ese público que antes abarrotaba las salas de cine, dejando solo un pequeño grupo de nicho, que se está acercando, básicamente, a ver la saga del nuevo superhéroe de turno. El resto, está todo por aplicación. Y lo cierto es que para muchos quedarse en casa a ver una película, ahorrando filas, esperas, tráfico y gastos adicionales, comienza a pesar más que todo lo otro.
Esta suerte de análisis sociológico viene a partir de que Cannes ha sido uno de los festivales -de los llamados “Clase A”- que más se ha negado a que sus películas exhibidas sean provenientes de estas compañías de pago digital. Ha sido la mirada más purista desde la industria.
La Academia del Oscar o directores como Pedro Almodóvar, en su momento lanzaron declaraciones en contra de este tipo de consumo audiovisual, pero con el pasar del tiempo y las vicisitudes pandémicas, parecen haberse rendido ante sus múltiples beneficios. Pero Cannes, no. Y a partir de lo visto y sabido esta semana, Tom Cruise tampoco.
Y es que el icónico actor, pasó por la alfombra roja de La Croisette durante esta semana, después de casi 30 años de no pisarla, para presentar una nueva versión de un clásico que lleva su marca registrada: Top Gun: Maverick. Exhibida fuera de competencia, fue la excusa para que el protagonista de Misión Imposible lanzara la frase: “Hago películas para el cine. No me interesan las plataformas de streaming”. Una declaración de principios que se vino a sumar a la oleada de estrellas que durante estos primeros días se han paseado por Cannes sin haber razón, porque no estrenan ningún filme en el Festival.
Es el caso de Julia Roberts. Y claro, el mensaje parece ser inequívoco. Acá está la resistencia. Las grandes estrellas, se hacen presente en esta instancia de mucho glamour en pos del séptimo arte. Nadie más emblemático que Tom Cruise y Julia Roberts para representar a la gran industria de Hollywood. Nada más mainstream y más norteamericano que volver a hablar de Top Gun.
Un estandarte de la imaginería ochentera gringa vuelve a estar entre nosotros. Las chaquetas de cuero con insignias cocidas encima, harta franja roja y blanca y estrellas con fondo azul se empoderan de la pantalla. Bares en la orilla de la playa y jóvenes pilotos musculosos jugando rugby sin polera son parte del paisaje común. Una nueva generación que da igual porque está él al centro de todo. Tom Cruise, el actor que no usa dobles en las escenas de acción. Que durante estos días de promoción del filme ha piloteado helicópteros para llegar a los eventos de lanzamiento.
El último gran héroe de Hollywood que, como si hiciera falta, se hace acompañar de una reaparecida Jennifer Connelly como su objeto de afecto, del ex Mad Men, Jon Hamm. De un siempre eficiente Ed Harris junto a Miles Teller, a quién no veíamos con este protagonismo desde Whiplash. Y la sorpresiva aparición del hoy malogrado Val Kilmer, que junto con Cruise se repiten el plato en esta película que marcó una época hace ya 36 años.
El capitán Pete “Maverick” Mitchell entrena a jóvenes aprendices de pilotos de la base aérea norteamericana. Ese es hoy su presente. No está casado, no tiene hijos, parece vivir en una base militar, donde su vida siguen siendo los aviones y los recuerdos. Esas fotografías que le traen a la memoria a su compañero Goose (Anthony Edwards), muerto en la película original, a la novia de este (Meg Ryan, según se cuenta en algún momento de la historia, su personaje está fallecido) y a su pequeño hijo, que poco a poco nos vamos dando cuenta, también es piloto, tiene cuentas pendientes con Pete (el personaje que encarna Miles Teller).
Rencores que tienen que ver con su padre fallecido, y que será parte de este grupo que acompañará a Maverick a una misión que, en resumen, tiene por objetivo hacer desaparecer una base de uranio que está protegida entre unas montañas de muy difícil acceso. La misión tiene que ser por el aire, no hay de otra manera. O eso es lo que nos quieren hacer creer para que todo esto tenga sentido.
La historia es esa para entregarnos un cúmulo de absorbentes y emocionantes secuencias de acción en el aire que más parecen un videojuego que otra cosa. Del escarceo amoroso entre el personaje de Cruise con la propietaria del bar del lugar, protagonizada por Jennifer Connelly. La dinámica de este nuevo grupo de chicos, donde el juego de roles es siempre el esperado.
Harta condecoración, patriotismo, soundtrack retro ochentero -léase Danger Zone de Kenny Loggins y cosas del estilo. Una secuencia de créditos inicial sobria, con música y estética muy propia del cine de aquella época, y finalmente la voz de Lady Gaga (en lugar del clásico Take my Breath Away de Berlin) para coronar un filme efectivo en cada minuto. Una pieza de entretención perfectamente aceitada, que como película -más allá de toda nostalgia-, es muy superior a su versión original.
Un Tom Cruise siendo la estrella máxima en todo momento. Quizás, la prueba más fehaciente de que esta nueva Top Gun anda literalmente como avión, es cuando después de las secuencias de acción en el aire más tremebundas, te pillas con las manos llenas de sudor. Esto es cine, buen cine, a la vieja usanza. Al menos ese cine de entretención pre Marvel y de héroes con trajes de látex. Acá solo basta su buena chaqueta de cuero, un casco, ajustarse bien el paracaídas y el cinturón de seguridad. Todo el resto se lo dejamos en manos de Tom Cruise.
Top Gun: Maverick se estrena oficialmente el próximo jueves 26 de mayo, pero tendrá funciones especiales en algunas salas de cine del país a partir de este sábado 21 de mayo.
