Si volvemos atrás la mirada, podríamos dimensionar la importancia fundacional que tuvo Toy Story tanto para la compañía Disney como para el futuro de la animación digital y todo el recorrido que nos ha traído hasta acá. Pixar ya es todo un estudio y muchos son los éxitos, los referentes a la cultura pop y los recuerdos que nos ha dejado a todos quienes hemos disfrutado y nos han emocionado sus historias. Era cosa de tiempo que su película más emblemática no tuviera una historia paralela, o un llamado spin-off, sobre alguno de sus personajes. Y acá estamos dándole la bienvenida al héroe espacial que todos quisimos tener. Incluso algunos estando ya bien creciditos. El que nos lleva “al infinito y más allá”.
Buzz Lightyear es un héroe de acción de una película infantil. De ahí que el niño Andy, nuestro protagonista y dueño de esa colección de juguetes durante los primeros filmes de la saga, lo atesorara entre sus figuritas más queridas. Andy vio esta película: Lightyear, y de ahí que se hizo de este juguete. La película que vio Andy y que todos nosotros nunca vimos, es lo que veremos ahora. Esa es la explicación inicial al comienzo del filme.
Lightyear es una historia sobre el tiempo. O específicamente cómo el tiempo afecta en la vida y en los afectos de las personas. La memoria se cruza acá quizás tangencialmente. Pero lo curioso y refrescante de la propuesta de Pixar, es que si bien la historia nos cuenta cómo nos cambia el paso del tiempo y las fracturas que ahí suceden, también es un ejercicio retro, un volver atrás, en las maneras que plantea la historia y como presenta a sus personajes. Hay una tropa de robots que podrían ser de lata y como diseñados hace tres décadas atrás, además de un ritmo de la acción que parece más emparentado a una película de aventuras de esas de matinée de antaño. Y en esto no hay nada de malo, es solo la confirmación de que las fórmulas no fallan.
En Lightyear estamos en el planeta T’Kam Prime, un lugar inexplorado a 4,2 millones de años luz de la Tierra, pantanoso y colmado de plantas trepadoras y enjambres de insectos enormes. Nuestro astronauta favorito llega ahí cuando decide torcer el curso de su nave y no regresar a casa después de completar su última misión. Sin embargo, cuando quiere salir del planeta, su nave se estrella y tanto él como su tripulación quedan varados en este extraño hábitat, que termina siendo el escenario perfecto para una nueva aventura.
El desafío ahora es lograr salir de este planeta. Es así como Buzz lleva adelante numerosos vuelos de prueba para calibrar su última mezcla de combustible de hipervelocidad. ¿El truco? En cada intento, experimenta una dilatación en el tiempo. En su primer vuelo de prueba, para Buzz solo pasan cuatro minutos, pero en T’Kani Prime pasan cuatro años; y con cada nuevo intento, esto se intensifica. Esa premisa abrirá las posibilidades a divertidos pero también emotivos giros en la historia.
Ya no es novedoso decir que las películas de Pixar son efectivas y valoradas por un público transversal, más allá del infantil. Tampoco es raro que, a estas alturas, tanto Disney como Pixar se abran de manera tan natural y fluida a temáticas referidas a la diversidad, que Lightyear sí las tiene. Estamos acá frente a una película entretenidísima, por cierto. Con una serie de referencias retropop y que cita desde Star Wars hasta su compañera de casa, Wall-E. Y que sin tener grandes vanguardias gráficas en cuanto a lo digital, logra a través de una historia de viajes en el espacio y de años luz, hablar del paso del tiempo, de los cambios, y los afectos. Y en eso, ya lo vimos en esos minutos iniciales de Up!, que Pixar lo hace conmovedoramente bien.