El próximo año la saga Jurassic Park cumplirá 30 años desde su estreno. A lo largo de estas tres décadas, esta franquicia ya suma 6 películas. Seis producciones que podríamos dividir en dos: Jurassic Park y Jurassic World, con dos claros elencos. En el primero: Sam Neill, Jeff Goldblum y Laura Dern conformaban el trío protagónico con uno que otro cambio que sumó a Julianne Moore, Téa Leoni, William H.Macy y Vince Vaughn en un reparto donde algunos entraban y otros salían dependiendo de las variantes de la trama. Y un siguiente renacer, ya entrado el nuevo siglo, que ha tenido a Chris Pratt, sí el mismo de Guardianes de la Galaxia, junto a Bryce Dallas Howard, la hija colorina y actriz del director Ron Howard, en el que juntos, con el más reciente estreno que nos convoca, ya suman 3 filmes. Un regreso que ha dejado satisfechos a moros y cristianos. La historia de los dinosaurios conviviendo con humanos ha sido efectiva, sin embargo esta tercera entrega, evidencia o quizás confirma una suerte de inercia que no habíamos notado antes. Vamos viendo.

Jurassic Park nació de la mano del escritor Michael Crichton como la idea de un guion cinematográfico que luego terminó siendo una novela. La historia de un estudiante interesado en la clonación de dinosaurios terminó prendiendo en la productora Universal que vio a Steven Spielberg como un buen aliado. Lo curioso es que toda la pre-producción del que sería este gran blockbuster, Spielberg la armó mientras filmaba en paralelo un título que podríamos situar en las antípodas: La Lista de Schindler. Otra de las curiosidades es que, a partir de Jurassic Park y con la creación de dinosaurios con movimientos reales pero a escala digital, es que se inaugura la tecnología de animación CGI que impuso una escuela durante décadas a la hora de hacer gran cine mainstream con efectos especiales. Sino, pregúntenle a la productora Lucas Film, quienes estuvieron a cargo de los efectos de esta primera producción y que luego aplicó para el resto de la saga Star Wars, o lo que significó para El Señor de los Anillos o para Harry Potter, solo por nombrar las más emblemáticas.

El estreno de la película desbancó a E.T, también dirigida por Spielberg, como la más vista de la historia del cine hasta ese momento. Ganó tres premios Oscar en las categorías técnicas, y un habitual colaborador del tradicional director norteamericano como John Williams, le imprimió la épica a una banda sonora que está en el inconsciente colectivo de todos. Se inauguró un parque de diversiones con el nombre de esta guarida de reptiles milenarios simulando la Isla Nublar. Y lo cierto es que durante estos casi 30 años mucho ha pasado, pero a la vez nada ha pasado en esta historia que harta deuda tiene con los relatos de aventuras de Indiana Jones, y que ahora parece estar filmada con tecnología de videojuegos porque algunas secuencias dejan al espectador preguntándose si se equivocó de sala porque pareciéramos estar viendo cualquiera de James Bond o Misión Imposible. Eso, hasta que aparece un velociraptor o alguno de la misma especie.

Hay que dejar en claro que la gran -y probablemente única- novedad de Jurassic World: Dominion -que, dicho sea de paso, ha llegado con un merchandising invasivo donde quiera que vayamos y miremos-, es el regreso del trío estrella original y que se sumará a la dupla de Pratt y Dallas Howard: hablamos de Sam Neill, Laura Dern y Jeff Goldblum. Y quizás solo por ese ejercicio de nostalgia y memorabilia, valga la pena pagar el ticket y sentarse a evadir la realidad durante dos horas y media que tiene como duración esta nueva gran producción. Porque poco más hay que no sepamos. Lo que en algún minuto nos parece como muchas tramas juntas: por un lado, los personajes de Sam Neill y Laura Dern reencontrados y unidos en el extraño caso del ADN de unas extrañas langostas voladoras que quieren arrasar con todo el trigo y la cadena alimenticia humana. Un experimento de un laboratorio de un millonario supuestamente filántropo personificado por Campbell Scott que al momento de llegar Neill y Dern como invitados al lugar, tiene de invitado al filósofo y escritor de libros, y aquí entra Jeff Goldblum, con el cual se completa el trío. En paralelo, una chica que es clon de una científica muerta, es cuidada por los personajes de Pratt y Dallas Howard, que conviven en un bosque junto a estas criaturas, que -debí haberlo mencionado antes- viven entre nosotros. Así es, ya pasamos a ese nivel de las cosas. Esta chica que es un clon, es buscada por el creador de este laboratorio porque quiere estudiar su ADN que, supuestamente, la dejaría inmune a todo ataque.

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Estas dos tramas en algún momento se unen al igual que a sus personajes. Todo esto sucede en una suerte de laboratorio perdido en las montañas y que es el cautiverio de todas estas milenarias especies que sirven como experimento para futuras soluciones a grandes enfermedades de la humanidad. Sí, una variante más para traernos de vuelta a estas criaturas del jurásico. Pero el gran problema del filme es que pese a que resulta todo lo entretenido que puede ser contemplar al llamado Gigantosaurus, que según la historia es el animal carnívoro más grande que ha pisado la tierra, o secuencias de acción que se repiten una tras otra porque los personajes están en constante peligro de cualquier cosa, deja la sensación de ser una película -y digámoslo- una saga que se quedó estancada en su historia. Jurassic World: Dominion se enreda en sí misma, no propone nada nuevo, no hay ninguna salida distinta. Porque no sería nada que fuera más de lo mismo, muchas de la saga Marvel lo son, pero acá se podría arriesgar más, y el director Colin Trevorrow optó por el camino fácil, acá no hay ninguna vanguardia. Parece que el mensaje subliminal fue que nos resignáramos de ver volver a Neill, Dern y Goldblum a la saga, porque eso es todo.

Jurassic World: Dominion se estrena este jueves 2 de junio en todas las salas de cine del país.