Taipei es un destino que combina tradición y modernidad, naturaleza y vida urbana, con una rica historia y cultura. Segura y fácil de recorrer, ofrece jade de alta calidad, orquídeas increíbles y una deliciosa gastronomía. Siempre con precios razonables, opciones de alojamiento variadas y gente que conquista con su amabilidad y calidez.
Por Soraya Madriaza
Tuve que viajar a Taipei por trabajo y, la verdad, no sabía que esperar. Había visitado Singapur hace unos años y me imaginaba algo parecido, por el perfil de potencia económica de Taiwán: el país es responsable de la fabricación del 90% de los chips o semiconductores ultrasofisticados que hacen funcionar automóviles, computadores, celulares y tecnología médica avanzada.
Pero no fue así. Ubicada al este de Asia, Taiwán combina tradición y modernidad de manera única. La capital, Taipei, posee zonas modernas con una arquitectura vanguardista, donde destaca el espectacular Taipei 101, un edificio emblemático cuyo nombre hace referencia al número de pisos y es símbolo de la prosperidad económica de la isla. Pero la mayor parte de la ciudad se compone de barrios muy tradicionales, con angostos pasajes y casas de tejas y ladrillos rojos.

Dado el clima subtropical, cálido y lluvioso, la naturaleza rebosa por todos los rincones de la isla. Pude conocer el gigantesco mercado de las flores: quienes aman las plantas tanto como yo, van a disfrutar con la infinidad de flores en exhibición. Las orquídeas te dejan sin palabras.
Taiwán es, además, uno de los mayores productores de jade en el mundo. Esta piedra preciosa es de alta calidad en la isla y muy apreciada por su color verde intenso. Un dato útil para reconocer el jade real del falsificado: tócalo y sientes su temperatura. El jade real es muy frío.
Con una rica historia que se remonta a siglos de invasiones, la isla ha sido influenciada por diversas culturas, incluyendo la china, la japonesa y la occidental. Sin embargo, la lucha por la independencia ha marcado a Taiwán. Tras la colonización neerlandesa y española, quedó bajo control chino durante la dinastía Qing. Después de la primera guerra sino-japonesa fue cedida a Japón, lo que llevó a una modernización de la isla y una supresión de la cultura local.

Más tarde, al concluir la Segunda Guerra Mundial, Taiwán se convirtió en refugio del gobierno nacionalista chino, liderado por Chiang Kai-shek (1887-1975), quien fue una figura clave en su historia y gobernó la isla con mano dura durante más de dos décadas. Su régimen autoritario y anticomunista dejó un legado controvertido en Taiwán. El líder militar implementó las políticas que sentaron las bases para el crecimiento económico y la modernización de Taiwán. Para China es un traidor; para Taiwán, un héroe.
Un imponente monumento lo recuerda. Con una estructura blanca y techo octogonal azul, simboliza la abundancia y la buena fortuna. La entrada principal posee dos escaleras de 89 escalones cada una, que representan la edad de Chiang Kai-shek al momento de su muerte. El salón principal alberga una gran estatua de él, rodeada de inscripciones que reflejan su filosofía y legado.

NOCHE VIVA
La cultura vibrante y diversa de Taiwán se plasma en su gastronomía, marcada por sabores intensos, ingredientes naturales y preparaciones sencillas. Taipei ofrece una variedad de platos típicos en los carritos de comidas que se instalan en sus famosos mercados nocturnos. En Shilin pude probar sus baos, unas masitas rellenas de carnes y vegetales; también barritas de arroz, helado de taro (una raíz comestible, similar a la yuca) y de turrón de maní, calamares fritos, etcétera. Pero si pudiera escoger un plato favorito, me quedo con las hojas de té al tempura. Una delicia exótica, delicada y deliciosa.
Esta mezcla de culturas, identidades y tradiciones fomentó un carácter tolerante, amable y respetuoso en la gente de Taiwán. Un ejemplo de esto es el Templo Longshan, que data del siglo XVIII y se caracteriza por albergar altares para deidades del budismo, del taoismo y otras creencias religiosas, todas juntas en el mismo lugar.
Taiwán es un destino que aún no ha sido explotado turísticamente como se merece. Vi muy poca gente occidental y la mayoría de los visitantes eran de China. Es un destino atractivo para quienes buscan una mezcla de tradición y modernidad, de naturaleza y vida urbana. La isla ofrece una gran variedad de paisajes naturales, como montañas y playas, una vibrante vida nocturna con sus mercados y exquisita gastronomía. Además, es un lugar muy seguro: se puede caminar tranquilamente de noche, aunque yo igualmente cuidaba bien mis cosas en los mercados nocturnos, porque suelen estar repletos de gente, especialmente el fin de semana.

En Taipei es muy fácil moverse. El metro es extenso y tiene toda su señal ética en chino e inglés. Si bien hay taxis, se usan poco. La moneda oficial es el Nuevo Dólar Taiwanés (TWD) y se puede cambiar dinero en el aeropuerto, bancos o casas de cambio. También puedes usar tarjetas de crédito o débito en muchos lugares, pero en los mercados se paga en efectivo.
No es un destino caro: un café cuesta menos de mil pesos; una Coca Cola, alrededor de $1.200. Para alojar, hay desde hoteles de lujo hasta hostales y Airbnb. Los barrios populares para hospedarse son Ximending, una zona de compras y entretenimiento; Zhongshan, sector residencial y comercial; Daan, perfecto para las compras y lleno de restaurantes, o Jiufen, la zona histórica y más turística.
Esta isla, tantas veces invadida y arrasada por fuerzas militares o naturales, me mostró el valor y el respeto por la diferencia, lo enriquecedor del contraste, y la calidez y fortaleza de los casi 24 millones de personas que forman su pueblo. Volví a Chile encantada con su gente, su belleza y su cultura. Xiexie Taiwan! Wǒ xīwàng zài huí lái (¡Gracias, Taiwán! Espero volver).