Revista Velvet | Meghan Markle: La princesa sin corona
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Meghan Markle: La princesa sin corona

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Meghan Markle: La princesa sin corona

POR Francisca Olivares | 21 febrero 2020

Talentosa, inteligente y linda con una gran sonrisa. También con ideas progresistas, a favor de la igualdad de género, el empoderamiento de la mujer y una gran vocación social. Así es Meghan Markle (38), la duquesa de Sussex, quien, junto a su marido, el príncipe Harry (35), ha generado una de las más fuertes tormentas mediáticas a nivel “royal” de este siglo.

La fecha exacta fue el 8 de enero pasado. Ese día, través de la cuenta que ambos tienen en Instagram –@sussexroyal, con 10 millones de seguidores–, informaron que se alejarían de sus funciones como miembros de alto rango de la familia real británica, trabajarían para ser financieramente independientes y vivirían una parte del año en Norteamérica y otra en el Reino Unido. Tal fue el nivel de impacto del anuncio –la reina Isabel II no tenía idea– que, aludiendo al polémico Brexit, rápidamente se empezó a hablar del Megxit.

Con la creación de esa palabra, prácticamente todo el peso de la decisión recayó en la actriz, quien, aunque no tenga el título, ya es parte del imaginario de las princesas de este siglo. Todos los ojos están puestos sobre ella, como si el príncipe Harry (sexto en la línea de sucesión) nada tuviera que ver en esta huida triunfal que, en una primera instancia, fijó como destino la isla de Vancouver en Canadá.

Ese post en Instagram fue determinante en la Corona Británica y se comparó incluso con la historia de los duques de Windsor; cuando en 1936 el rey Eduardo VIII abdicó al trono para casarse con Wallis Simpson, quien, al igual que Meghan era estadounidense y divorciada (aunque en su caso había tenido dos maridos y no uno). La princesa Diana también ha sido mencionada en más de una ocasión tras el Megxit; están los que dicen que no le habría gustado que Harry dejara sus deberes reales, y también los que creen que ella estaría fascinada con la decisión y que amaría a Meghan.

En este último grupo figura el ultra infidente y ex mayordomo Paul Burrell, quien no perdió minutos en difundir una nota que la princesa había escrito a los príncipes William y Harry: “Quiero a mis hijos hasta la muerte y espero que las semillas que planté crezcan y traigan la fuerza, el conocimiento y la estabilidad que se necesitan”.

Su vida antes de los Windsor

Anteriormente al compromiso oficial de Meghan con el príncipe Harry (el 27 de noviembre de 2017), la actriz –nacida en 1981 en un distrito Los Angeles, California– tenía una vida más que cómoda y agradable. Desde pequeña, si llenaba algún formulario que le pidiera definición de raza, no marcaba ni caucásica (por su padre) ni afroamericana (por su madre), simplemente dejaba los espacios en blanco. Tuvo una educación escolar privada y, más tarde, se tituló en dos carreras, teatro y estudios internacionales en la Universidad de Northwestern. Con ese background se convirtió en una de las protagonistas de la series Suits y creó The Tig, un blog de estilo de vida en el que escribía de moda, belleza, decoración, gastronomía y viajes (varios de ellos con sentido solidario, especialmente a países de África).

Meghan, amiga de las también feministas Serena Williams y Priyanka Chopra, ha abogado públicamente por la igualdad de género. En 2015 dio un discurso en un encuentro de ONU Mujeres donde contó que, a los 11 años, se convirtió en una activista luego de ver por televisión el anuncio de un producto de limpieza que decía: “Mujeres de toda América están luchando contra ollas y sartenes grasientas”. Quedó en shock y, más todavía, cuando oyó a dos compañeros de su clase diciendo que el lugar de las mujeres era la cocina. Entonces se fue a su casa muy enojada y su padre (sí, el mismo Thomas Markle, que ahora filtra información y lucra con la historia de su hija) la instó a que le escribiera a personas poderosas para así visibilizar la causa. Hillary Clinton, la Primera Dama de Estados Unidos en ese tiempo, fue una de las destinatarias. También envió una carta directamente a la compañía del lavavajillas, que, tras leerla, se doblegó ante la niña y, sorprendentemente, cambió la frase del anuncio por “Gente de toda América está luchando contra ollas y sartenes grasientas”.

La duquesa post Megxit

Como suele ocurrir con quienes ingresan a la realeza, Meghan debió renunciar a muchas cosas. Una vez superado el “problema” que significaba para la corona que ella fuese divorciada –una fatalidad que cada tanto se le aparece a la reina Isabel II–, la actriz se comprometió con Harry y, de inmediato, tuvo que dejar de actuar en televisión. También se vio obligada a cerrar su blog y a borrar su cuenta de Instagram. Todo eso lo hizo sin problemas y el 19 de mayo de 2018, pudo entrar radiante a la capilla de Saint George del brazo del príncipe Carlos (su padre ya había tenido su primer desacierto) para casarse con Harry, ante la amable mirada de su madre, la instructora de yoga Doria Ragland. Desde ese día Meghan Markle dejó de ser un personaje complicado para la familia de su marido y, hasta el Megixt, lo estaba haciendo estupendo como duquesa de Sussex, más allá de los rumores que hacían referencia a que ningún empleado quería trabajar con ella o que no era tan amiga de Kate Middleton.

Hoy su vida sigue corriendo normal en su casa, ubicada en Kitsilano, un tranquilo barrio de Vancouver cerca de la playa. Se dice que cocina bastante y que hace yoga junto al príncipe Harry. También salen a comprar por las tiendas cercanas y pasean a sus dos perros. Casi siempre están con su hijo, Archie, quien cumple un año en mayo próximo. No se sabe dónde apagará las velas el pequeño, si será en Canadá, con sus nuevos vecinos; en Inglaterra, con los Windsor; o, una genial opción, en Los Angeles con Brad Pitt. Al menos la “invitación” ya fue hecha; en la ceremonia de los Premios Bafta el actor –a través de una graciosa carta– dijo que estaría encantado de recibirlos en Estados Unidos.

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