Revista Velvet | Velvet a la Carta: The Loft – MUT
Foodie

Velvet a la Carta: The Loft – MUT

Velvet a la Carta: The Loft – MUT
Foodie

Velvet a la Carta: The Loft – MUT

POR Pablo Schwarzkopf | 30 diciembre 2025

Fotos: Carolina Vargas

Tenía pendiente ir a The Loft. No por “el nuevo lugar” ni porque “sea el de moda”, sino porque detrás está Raúl Yáñez, y con Raúl hay historia larga. Lo conozco desde cuando los dos estábamos empezando, cada uno armando su camino con esa obsesión por hacer las cosas bien. Raúl siempre quiso ser el mejor en lo que hace, y eso se le nota desde lejos.

Con los años nos cruzamos muchas veces. A ratos más cerca, a ratos más lejos. Es parte de este mundo chico, donde todos nos terminamos encontrando en las mismas mesas, en las mismas conversaciones y en los mismos códigos. Y hay algo que se mantiene: cuando la pega está bien hecha, se reconoce. Punto.

Subir al quinto piso del MUT de noche ya te cambia el ánimo. Entras y el bar te recibe con barra protagonista y música que no está ahí para rellenar. Se siente envolvente, con pulso de ciudad, de esos lugares donde te sientas y la noche empieza a funcionar sola. Y hay un detalle que marca más de lo que uno cree: la música es analógica, con vinilos y un reel-to-reel japonés del 79. Suena distinto, más cálido, más profundo.

El espacio es bonito y cómodo, sin ponerse tieso. Y acá me gusta decirlo porque lo veo: el interiorismo es de mi querida Eme Carranza, con esa mano finísima para que el lugar se vea impecable, pero siga siendo un bar en serio. Materiales, texturas, proporciones… todo conversa sin necesidad de explicarse. Si me pongo quisquilloso, solo pediría una cosa: un poco menos de luz para que la noche se termine de sentir redonda.

Raúl lo resumió simple y calzó con lo que pasó esa noche: quería un lugar con madurez. Entender mejor al comensal, respetar lo que realmente busca hoy y volver a lo esencial. En la práctica: cócteles clásicos bien hechos, buena oferta de vinos por copa, precios razonables y una cocina reconocible, trabajada con buena materia prima. Eso obliga a que todo esté fino: barra, hielo, sal, ritmo del servicio. Y aquí la sensación es que la noche está pensada.

Partimos por donde me gusta partir: Martini. Pedí el Perfect Martini con Monkey 47, y después el Martini sucio con Beefeater —ese me gusta más por una cosa simple: la neutralidad. Cuando el destilado no se roba la película, el trago queda directo, limpio, sin maquillaje. Y entre una cosa y otra cayó un Manhattan que estaba para repetir: de esos que llegan con peso, con equilibrio, con ese final que te deja pensando si pedir el segundo o hacerte el leso un rato.

La comida acompañó perfecto esa lógica de bar. Partimos con el Steak Tartar, clásico, cortado a cuchillo, con filete Angus. Buen producto, buena textura, bien trabajado. Me quedó una observación concreta: le faltó un poquito de sal y un toque de picante para que terminara de afirmarse como corresponde. Es un detalle chico, pero en un plato así cambia todo, y por lo mismo lo anoto.

Después vino el hummus de palta Hass chilena, con pan pita. Juan Pablo lo amó. Y lo entiendo: fresco, suave, con esa mezcla que hace que el pan no alcance y que la mesa se ponga contenta.

Las papas fritas triple cocción fueron, derechamente, papas de infarto. Corte clásico, fritas en tres etapas, crocancia real, servidas al momento. Casi me como el plato entero.

Y el pollo frito llegó con jalapeños en escabeche, miel picante y alioli de jalapeños. Esto es bar puro: para comer con la mano, para seguir con el trago, para no interrumpir la conversación. Tiene ese juego entre fritura, picor y dulzor que te pide otra vuelta de copa.

En vinos, se nota que aquí hay curaduría real y no un listado para salir del paso. Hay una cava grande y, sobre todo, buena selección por copa. Ese es el tipo de detalle que en un bar así importa, porque te permite quedarte en el mismo lugar y cambiar el plan sin moverte de la silla: un trago, una copa, otro trago, otra copa.

Y al final, más allá de los platos y los tragos, hay una sensación bien concreta: a Chile le hacía falta un bar así. Un bar de clase mundial, con look cool, buena música de verdad y en un lugar bien ubicado, donde puedas ir por un Martini como corresponde, comer algo rico y quedarte sin que nada se sienta forzado. The Loft está a la altura.

Dirección: Av. Apoquindo 2730, Piso 5 — MUT, Las Condes.

Instagram: @theloftsantiago

Te puede interesar