A sólo 21 kilómetros de Santiago, en el corazón de Pirque, pero con la distancia justa para dejar atrás el ritmo apurado. Bastó cruzar el portón de Casa Don Melchor para que el paisaje cambiara por completo. Jardines impecables, frondosos, que ya anuncian el cuidado y dedicación que hay detrás de este lugar. Ahí nos esperaban dos grandes anfitrionas: María de los Ángeles Moscoso y Enusa Zanatta, copa de espumante en mano, sonrisa cálida y una hospitalidad que se agradece desde el primer minuto.
Entrar a la casona fue como retroceder en el tiempo. De 1870 y declarada Monumento Histórico Nacional en 1971, esta era la residencia de verano de Melchor de Concha y Toro y su familia. En su interior, vitrinas con cristalería antigua, tapices bordados, esculturas, relojes de época y una luz que se cuela por las ventanas con una temperatura dorada, suave, casi nostálgica. Cada salón guarda algo. Esa mezcla de jardín francés y estilo inglés se siente también adentro, en el ritmo de cada paso, en la armonía del mobiliario y en la vista majestuosa a la Cordillera de los Andes.
Tras recorrer los salones, nos detuvimos en la sala de oraciones, donde se sirvió el appetizer: paté de foie de ternera, membrillo casero, salsa de berries y polvo de betarraga, acompañado por una copa de Sparkling Grand Cuvée.
Fue ahí donde otra sorpresa nos esperaba: nuestro sommelier era nada menos que Miguel Oqueli, querido amigo y uno de los más talentosos que conozco. Miguel tiene esa capacidad única de leer la copa y saber qué decir, cuándo y cómo. Guía sin imponerse, propone sin abrumar. Y en esta experiencia, su presencia hizo toda la diferencia.
Pasamos luego a uno de los salones principales para el almuerzo, donde nos esperaban los chefs Ismael Lastra y Tomás Saldivia. Los conozco desde hace años, así que la mesa también fue excusa para ponernos al día. Cocina clara, sabrosa, respetuosa del producto y con esa atención que no se ve tanto: elegancia sin forzarla. Nada estaba de más. El primer plato fue un chupe de setas silvestres con Grana Padano y kale deshidratado, servido con Marques de Casa Concha Heritage. Luego llegaron las costillas de cordero lechón perfiladas en pistacho, planchadas en mantequilla, con acordeón de papas, salsa de chalotas, arándanos y caviar de berries, acompañadas por una copa de Don Melchor 2022 (sí, la añada recién liberada, aunque conviene recordar que es en esta misma casa donde nace el Don Melchor 2021, elegido número 1 del mundo por Wine Spectator).
De postre, peras al vino tinto, salsa de queso azul, uvas y nueces garrapiñadas, servidas con Licor Don Melchor. Todo dispuesto sobre un prístino individual de lino, con vajilla y cubiertos que hablan de otro tiempo.
Después del almuerzo, Miguel nos condujo a la degustación técnica: una muestra que incluía tres de las siete microparcelas del viñedo Don Melchor, la mezcla final y la cosecha en curso. Un recorrido sensorial por la esencia de Puente Alto, presentado con sensibilidad y conocimiento. Esta es parte de la llamada Collector’s Experience, una propuesta privada para quienes quieren adentrarse en el origen de este Cabernet Sauvignon ícono de Chile, con maridaje de quesos finos en un entorno íntimo y sereno.
La última parada fue la biblioteca de añadas, donde descansan —ordenadas como si fueran capítulos de una historia viva— todas las versiones de Don Melchor. Un lugar silencioso y elegante. Justo antes de salir, pasamos por la tienda, abierta solo para quienes han vivido el recorrido completo. Ahí se puede acceder a ediciones especiales, regalos distintos y botellas que uno difícilmente encontrará.
Y como adelanto, se viene un nuevo centro del vino de Concha y Toro. Con restaurante incluido, promete convertirse en uno de los hitos enoturísticos más importantes del país.
Dirección: Avenida Virginia Subercaseaux 2100, Pirque
Más info y reservas: www.donmelchor.com / @donmelchorwine