Revista Velvet | Un antes y un después
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Un antes y un después

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Un antes y un después

POR equipo velvet | 16 julio 2020

¿Conocen esa expresión en inglés “hindsight is 2020”? La traducción literal sería “Retrospectiva es 20/20”, es decir que es fácil saber lo que hay que hacer después que ya pasó, pero es difícil predecir el futuro ni cómo actuar en el momento. Con perspectiva podríamos tomar mejores decisiones y actuar con más justeza.

Y así entiendo este año tan extraño. Creo que habrá un antes y un después de 2020. Es el momento en que simultáneamente miramos para adentro y también abrimos los ojos a nuestro entorno donde descubrimos realidades incomodas que estaban escondidas, o barridas bajo la alfombra de la sociedad por mucho tiempo. Pero ahora nos han dado una bofetada en la cara…. ¿Con qué nos vamos a encontrar?

Primero el estallido social en nuestro Chile (permítanme la libertad de incluirlo en 2020 aun si empezó a finales de 2019) que nos dejó frente a la maravillosa y gargantuesca tarea de escribir la primera Constitución bajo la democracia.

Luego el COVID-19 con la pandemia mundial que tiene a la economía global de rodillas, se está llevando demasiadas vidas, dejando a muchos con hambre y más vulnerables que nunca. También quedó en evidencia que no dominamos la naturaleza, si no que somos parte de ella. Que formamos parte del equilibrio de la biodiversidad.

Y últimamente el asesinato terrible de Breonna Taylor, de Ahmaud Arbery y sobre todo el de George Floyd, que nos quebró a todos el corazón y movilizó al mundo para erradicar al racismo de las partes más oscuras.

No es por asustar, pero ¿sabían que acabamos de entrar en la temporada de eclipses, con tres mega eventos agrológicos durante junio/julio… es decir más cambios heavy metal?

Oiga 2020, no estamos ni a mitad de año… ¿Cuándo empezamos a tener perspectiva y entender lo que nos está pasando? A veces siento que no hay tiempo de reflexión, pues es imposible no preguntarse ¿Qué más va a pasar ahora?

Pero he escuchado que es el tiempo de pensar y de los filósofos. Así que vamos a jugar a filosofar. A título personal, podría agregar que me di cuenta de que llevar una vida apurada en realidad no me gusta, que estaba corriendo y “consumiendo” más de lo necesario. He tenido un retorno a la cosas simples, como hacer mi propio pan de masa madre en casa, criar a mi hija a tiempo completo con amor y escribir desde mi hogar. Si bien sé que no es una situación sostenible a largo plazo, está la realización que una carrera alocada hacia un éxito externo no me hace realmente feliz.

Y que, sobre todo, estamos todos conectados. Y esto ya no resuena como una verdad “new age”, o solo de los que han tenido experiencias psicotrópicas. Nuestra supervivencia mundial dependió de manera crítica de ello cuando tuvimos que defendernos de un enemigo invisible.

Me he hecho muchas preguntas estos últimos meses. A los pocos minutos siento una ansiedad de brotar, y antes de ir a la cocina para amasar otro pan… respiro y considero la oportunidad que está frente a mí, y frente a nosotros como humanidad.

Pero pucha que cuesta. Es que claro, el cambio incomoda, es algo contra lo cual vamos a naturalmente resistir. ¿No dicen “más vale diablo conocido”? Con tal de quedarnos en el estatus quo somos capaces de aplicar la política del avestruz hasta que se nos haga imposible no cambiar… Pero ahora toca.

Toca volcarnos hacia adentro, confrontar nuestros miedos, mirar con valentía nuestra sombra a la cara, e ir profundo en nuestro mundo interno. Nos toca sacar fuerza desde el amor que le tenemos a la vida, y de ser resilientes. ¿Qué significa eso?

Creo que empieza por aceptar que vamos a pasar por un periodo de confusión. Aún no termina este 2020 dándonos esa retrospectiva que necesitamos. La confusión y la humildad que esta conlleva no son atuendos que nos gusta vestir. Son tiempos de silencios, de pausas, de dudas. Al igual que la oruga encerrada en su capullo de seda, ahí hecha sopa de mariposa, amorfa, luchando en silencio para su metamorfosis.

Para mí este tiempo de capullo es la oportunidad de limpiar mi jardín interno de la maleza de mis prejuicios de forma asidua y comprometida. Es mirarme al espejo desnuda y estar dispuesta a estar incómoda con lo que veo y siento…

El desafío es mutar para ser mariposa, y eso implica mirar para adentro y confrontar nuestra sombra. Como seres humanos cada uno debe asumir lo que nos toca, nadie está exento.

Es dejar de querer dominar y controlarlo todo.

Es cuestionar la sistemática explotación a mi hermano, a mi tierra, a mí misma.

Claro que duele. Es incómodo tener que asumir nuestras carencias o errores. Pero así al menos estoy despierta a mi humanidad entera y no solo un fragmento de ella. Aprendemos a no solo vivir en nuestra cabeza, si no que también en nuestro corazón.

Vale la pena.

Yo elijo vivir despierta.

Lo que vislumbro es que hay un paralelo entre mi proprio proceso interno, el micro, lo que puedo hacer con mi granito de arena y el proceso de nuestra raza humana, el macro, lo que vamos a hacer a nivel social.

Y veo un paralelo indisociable entre las preguntas que cada uno de nosotros debe hacerse en la oscuridad de la noche de su alma, y el camino que tomaremos en conjunto como sociedad. Como humanidad.

Van uno de la mano del otro. La consciencia colectiva necesita esa masa crítica de almas y corazones pensantes, para crear un cambio.

Nos queda imaginar un nuevo paradigma, una sociedad diferente donde el crecimiento económico no es a toda costa y sobre todo no por encima del bienestar de la gente. Los líderes no deberían estar pensando en cómo reactivamos la economía sino en cómo creamos una nueva economía limpia, sustentable y justa. Es una desafío, pero hay que buscar un nuevo balance para el planeta. Porque debemos darle más espacio a la naturaleza.

Estos son los valores que queremos.

Acabar con las ideas que sutilmente (o no tan sutilmente) habitan nuestros pensamientos que hay pueblos, razas, géneros y pieles que son intrínsecamente menos que otros.

Como el racismo contra nuestros pueblos originarios. Nos toca desmontar un sistema que se construyó sobre esta forma de pensar. La discriminación sigue viva en Chile como parece demostrarlo la muerte misteriosa del Werken Alberto Alejandro Treuquil el 4 de junio.

Como los niños olvidados y estigmatizados del Sename que simplemente no tienen un lugar en nuestra sociedad.

Como la injustica de creer que hay ciudadanos de segunda categoría que tuvieron la mala fortuna de nacer en las llamadas “zonas de sacrificio” en la Bahía de Quinteros, Huasco, Coronel, Tocopilla y Mejillones. Sus destinos no pueden seguir siéndonos ajenos. Las termoeléctricas a carbón deben cerrar ya y dejar de arrasar con la salud de esa comunidad y la del Mar que los sustenta.

Como el hecho que la mujer chilena no tenga el mismo salario por un trabajo igual de bien hecho que un hombre, y que sea aún tolerado el femicidio.

Y que los gays, los trans y toda la comunidad LGTBQ+ no se merecen los mismos derechos que los hetero. ¿En serio van a seguir argumentando que la orientación sexual (con consentimiento y mayor de edad) hace de ellos menos que otra persona?

A mí me resulta imposible pensar en volver para atrás, pensar en la vida como era antes de este 2020. Demasiadas cosas han salido a la luz.

No sé aún cuál es el camino, pero estoy dispuesta y comprometida a descubrirlo.

Tanto de lo que nos está pasando durante este tiempo, trata sobre abrir nuestro corazón e imaginación. Visualizar una vida llena de respeto y dignidad para todos. Y corregir el daño que ha sido hecho a comunidad marginadas.

Según mi astrólogo védico favorito, Gahl, el mensaje de los eclipses este año es compasión y amor incondicional. Sería una oportunidad poderosa de saber qué significan estas cosas para nosotros y tener un diálogo sanador.

¡Somos todos, cada uno de nosotros mini creadores! Y yo creo que todos podemos hacer nuestra parte para crear el tipo de sociedad y mundo del cual podamos estar orgullosos.

En medio de todo este encierro, reflexiones y cuestionamientos, yo encontré un faro más claro que nunca, mi inmutable estrella del norte, la luz que me guía inequívocamente hacia ese Amor. Se llama Luna. Es sin duda el astro mas influyente de mi Universo, ya que mi otro astro brilla de una luz eterna en mi corazón. Les deseo sinceramente encontrar el suyo.

 

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