Charlie es un profesor de literatura que hace clases on-line pero sus alumnos no lo conocen. Durante el tiempo que dura la clase, Charlie mantiene la cámara apagada. No quiere que vean la razón que, seguramente, les provocará rechazo y lo que para él es motivo de vergüenza. Charlie sufre de una avanzada obesidad mórbida. Un estado que lo ha llevado a encerrarse dentro de su departamento, donde solo tiene contacto con contadas personas: Liz, una enfermera, personificada por Hong Chau (nominada al Oscar como Mejor Actriz Secundaria por este rol), que lo asiste en controles rutinarios como tomarle la presión y el pulso cardiaco. Más que eso, no ha logrado mucho. Thomas, un chico de esos que lee la Biblia y que espera que, mediante el mensaje sagrado, Charlie pueda ver algún tipo de luz en este estado. Y está Ellie, su hija adolescente (personificada por Sadie Sink de Stranger Things), con quien tiene una relación conflictiva. La joven le recrimina ausencias y falta de atención, y en el momento que puede no duda en ser directamente cruel frente al estado físico que luce su progenitor.
Hay otro personaje, al que durante buena parte del filme solo le escuchamos la voz. Se trata de Dan, el repartidor de pizza. Quien diariamente, noche a noche, le deja una pizza a Charlie en la puerta de su casa. Pero nunca se han visto la cara. La vergüenza y la no-aceptación es algo con lo que carga nuestro protagonista, que apenas camina con la ayuda de un burrito, y que tiene diversos apoyos para alcanzar objetos o incluso para levantarse de la cama.
Debajo esos más de 200 kilos, lo que carga Charlie es con una profunda depresión. Su pareja, un joven también dedicado a la religión, se suicidó mientras estaban juntos. La culpa por no haberlo salvado y la pena de extrañarlo, han hundido a este personaje en una realidad lamentable, donde se niega a la ayuda asistencial que le puedan dar en un hospital, rindiéndose a un destino fatal, donde pareciera que su única oportunidad y última esperanza está en la redención de volver a conectarse con su hija.
Como ya es por todos sabido, quien está bajo los kilos de prótesis y maquillaje, encarnando a Charlie es Brendan Fraser. Para el actor, The Whale representa un regreso por todo lo alto. Fraser entrega una actuación conmovedora y desgarradora, muchas veces dolorosa e incluso compleja de tolerar. El director detrás de esta película es Darren Aronofsky, quien en su currículum tiene a su haber trabajos como Réquiem por un Sueño, Black Swan, The Wrestler (que llevaron a Natalie Portman y a Mickey Rourke a alcanzar el Oscar por estos respectivos protagónicos, ojo ahí) y Mother!. Ya vemos que a Aronofsky no se le dan las sutilezas y con The Whale durante muchos momentos cae en lo que podríamos denominar como “pornomiseria”. Y es que hay un gusto por registrar secuencias de degradación total en la vida cotidiana de este hombre, pero es el propio Brendan Fraser, acompañado por su historia de vida, que contiene retiros del cine y haber sido víctima de acoso sexual, que salva a esta película, entregándole a su personaje y a su propio trabajo interpretativo, una dimensión redentora pocas veces vista.
Es la grandeza de Brendan Fraser y su demoledora interpretación de Charlie, lo que eleva a una película que, en manos de otro actor sería simplemente una exhibición morbosa de la miseria humana. Sí, The Whale es un melodrama que busca emocionar e impactar, qué duda cabe. Darren Aronofsky, tan dado a los golpes de estilo y al montaje tremebundo (recuerden lo que era Réquiem por un Sueño), acá nos entrega su filme más convencional en cuánto a cinematografía, y es que quizás la historia de este hombre es de por sí tan tremenda, que solo necesitaba de esa mirada angustiada pero cargada de luz de un Brendan Fraser que llena y completa toda la película.
The Whale tendrá funciones de preestreno en salas de cine este fin de semana y el siguiente. Su estreno oficial está programado para el jueves 2 de marzo.