En el siempre delicado tablero de la monarquía británica, cada residencia tiene un peso simbólico. Pero pocas como Royal Lodge, la mansión de estilo georgiano donde el príncipe Andrés ha vivido por más de dos décadas. Hoy, ese mismo lugar vuelve a ser epicentro de una tensión que involucra a su hermano, el rey Carlos III, y a su sobrino, el príncipe William.
Según reveló la periodista Emily Maitlis, habría existido un encuentro entre William y las princesas Beatriz y Eugenia, hijas de Andrés, en el que el heredero al trono habría sido categórico. “Tienen que lograr que su padre se mude de Royal Lodge. De lo contrario, empezaremos a reexaminar el estado de sus propios títulos“.
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Maitlis explicó que “hubo cierta presión sobre las princesas para decirle a su padre: ‘Esto va a suceder'”. Y añadió: “Se puede entender por qué el príncipe Andrés, como padre, querría mantener felices a sus hijas y conservar sus títulos, pase lo que pase“.
La periodista también aseguró que el rey Carlos III tenía previsto visitar Royal Lodge para “leerle la cartilla a su hermano”. Sin embargo, la reunión habría sido cancelada “porque el palacio se puso muy nervioso” ante la atención mediática que rodeaba el tema.
Desde The Sun, en tanto, se desmintió que tal reunión entre William, Beatriz y Eugenia haya tenido lugar. Y una fuente cercana al palacio aseguró que el heredero “ni siquiera tiene el poder de retirarles sus títulos”.
Aun así, el conflicto en torno a Royal Lodge no parece tener pronta resolución. Andrés, estaría negociando su salida del lugar y habría puesto sobre la mesa una lista de condiciones, entre ellas, mudarse a Frogmore Cottage, la antigua residencia del príncipe Harry y Meghan Markle.
Su exesposa, Sarah Ferguson, por su parte, habría manifestado interés en ocupar Adelaide Cottage una vez que los príncipes de Gales se trasladen el próximo mes. “Andy está dispuesto a irse, pero estas son sus condiciones”, comentó un amigo del duque y de Ferguson al Sun. “Es realista y sabe que su tiempo en Royal Lodge se acaba”.
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La disputa llega en un momento especialmente delicado para la familia real, en medio del desgaste público del duque de York tras sus vínculos con Jeffrey Epstein. Para el Palacio, resolver el futuro de Royal Lodge no es solo una cuestión de propiedad, sino de imagen.
