La investigadora del Centro de Estudios Públicos considera que resultó fundamental el diálogo entre los distintos sectores políticos para derogar la Constitución de Pinochet y avanzar sobre los mecanismos para una nueva carta magna. “Las fuerzas políticas pudieron ponerse de acuerdo y ese paso fue muy importante”. Y agrega: “Tanto los partidos que se sumaron al acuerdo, como los que no, dicen mucho respecto de su compromiso con el diálogo. Para bien y para mal”.
“Nadie tiene las respuestas. El estallido abrió múltiples preguntas”, sostiene Sylvia Eyzaguirre, filósofa, investigadora del Centro de Estudios Públicos (CEP) y columnista de La Tercera, al analizar el que hoy es considerado un momento de trascendencia histórica. Esto, luego de que el 25 de octubre más de un millón doscientas personas participara de la “marcha más grande de Chile”, tras lo cual se han realizado sucesivas manifestaciones, con crudos hechos de violencia, que tiene al gobierno y la clase política atravesando su peor crisis en décadas.
Sin embargo, más allá de las infinitas interrogantes que plantea el actual escenario, Sylvia Eyzaguirre afirma que también se ha sentido molesta. “Por la rapidez con que en un comienzo algunos políticos, académicos e intelectuales quisieron instalar sus interpretaciones en beneficio de su propio punto de vista. Hoy más que nunca tenemos que aprender a escuchar con atención, a dialogar entre quienes piensan diferente y proteger la amistad cívica”, sostiene. Por eso, respecto del acuerdo firmado por los partidos para una nueva Constitución (a excepción del PC y buena parte del Frente Amplio), observa: “Hubo un primer esfuerzo de sentarse a dialogar; las fuerzas políticas pudieron ponerse de acuerdo y ése paso fue muy importante”.
“Todos fallamos al no detectar la transversalidad de las demandas, y que se expresó claramente en la masividad de la primera marcha. Hay un nivel de angustia en las personas que ni siquiera los centros de estudio fuimos capaces de detectar…”. Hace una pausa y muy seria agrega: “Pero lo que no previmos, y que todavía nos tiene perplejos, es el tremendo nivel de violencia que se vio desde el comienzo en las calles”.
– Para dejar las cosas claras: ¿existe algún tipo de conexión entre la angustia y la destrucción?
– Son fenómenos que hay que separar para que nadie se confunda. Una cosa fue la masividad de la marcha y la continuidad de las manifestaciones, o el nivel de indignación y desesperación de la gente, donde todos los centros de estudios fallamos al no dimensionar la profundidad y extensión de este malestar. Pero otro fenómeno muy distinto es la violencia y la destrucción. Si bien todavía es muy luego para formular algunas asociaciones, sí creo que ha existido la actuación de grupos aislados que funcionan de manera absolutamente coordinada. Es sumamente preocupante y el Estado no ha contado con las herramientas de inteligencia para prever y anticiparse a los hechos y luego para hacerle frente.
– Entonces, asocia la violencia más que nada a grupos específicos ¿cuáles serían sus objetivos?
– Están en una lucha política. No puede ser que estén saqueando e incendiando supermercados, que hayan destruido las cadenas de abastecimiento, bloqueado vías de acceso; quemado estaciones de metro. Eso no es el azar. Claramente aquí hay un objetivo político.
– ¿Cuál?
– Desestabilizar al gobierno y a la democracia. Pero hasta ahora no sabemos quiénes son los responsables, ningún grupo se lo ha atribuido.
– Cuando se refiere a desestabilizar al gobierno y la democracia, ¿piensa que de algún modo esto puede afectar la salida a esta crisis?
– Es complicado, porque mientras siga existiendo violencia, saqueos, incendios en las estaciones de metro, los ánimos a nivel político se irán polarizando; y si el gobierno no toma control y establece la paz ciudadana, será cada vez más difícil encontrar una salida racional a la crisis.
– ¿Los partidos estuvieron a la altura al acordar en un plazo récord –aunque sin el PC–, un pacto para una nueva Constitución, cuyo plebiscito de entrada será en abril?
– Lo que observamos es que hubo un primer esfuerzo de sentarse a dialogar; las fuerzas políticas pudieron ponerse de acuerdo y ese paso fue muy importante; da indicios de que se puede llegar a acuerdos similares en otras materias. De hecho, lo que más dividía a la derecha e izquierda era precisamente el tema de la nueva carta magna y, habiéndose superado ese escollo, hoy podemos abordar la agenda social y de justicia que me parece lo más importante.
Y repasando el rol de los distintos conglomerados, observa: “La UDI estuvo a la altura de las circunstancias y se aprecia que un sector del Frente Amplio se haya acoplado al acuerdo, a pesar de que haya debido pagar un costo por ciertos sectores que no son dialogantes ni llanos a la democracia. Tanto los partidos que se sumaron al acuerdo, como los que no, dicen mucho respecto de su compromiso con el diálogo. Para bien y para mal”.
– ¿Es acertada la fórmula que se planteó en el acuerdo?
– Obvio que me habría gustado una papeleta con siete opciones, pero era imposible un plebiscito así.
– ¿Cuál de las dos alternativas respecto del mecanismo le parece más legítima (y por tanto efectiva): Convención Constituyente o Convención Mixta?
– Las dos opciones dan cuenta de lo que pide la gente: Asamblea Constituyente (llamada Convención Constituyente), que representa el anhelo de un sector muy importante que lo pedía. Luego se descartó que fuera el Congreso el que definiera la nueva Constitución exclusivamente y, en cambio, se llegó a una opción intermedia que es la Comisión Mixta, mitad parlamentarios y mitad integrada por ciudadanos electos por la ciudadanía. A mí me gusta más la Convención Mixta, porque legitima al Congreso, que por mandato es el que hace las leyes; para eso lo elegimos. Tener una Comisión Constituyente con 100 personas que no son del Congreso, debilita a esta institución. Lo encuentro complejo.
– Desde comienzos del estallido social, la discusión entre los intelectuales fue que Piñera defraudó a la clase media, al no cumplir su promesa de los ‘tiempos mejores’.
– Es complejo. De acuerdo a una de las últimas mediciones de Cadem, realizada en los primeros días del estallido, un 61% de los encuestados dijo que no se manifestó con cacerolas o yendo a las marchas; y un 39% que sí participó de distintas formas. Eso por un lado. En cuanto al programa que ha llevado a cabo Piñera, efectivamente se enfocó en aquellas personas que lograron con mucho sacrificio salir de la pobreza, que pasaron por primera vez pasar a la clase media, pero que ante una enfermedad catastrófica de un miembro de la familia o con la cesantía del sostenedor principal, les aterra la posibilidad de volver a las condiciones de vida anteriores.
Ahí salió el proyecto de clase media protegida, que a través del CEP fue nuestra contribución al programa presidencial de Sebastián Piñera. También lo fue advertir que se requerían modificaciones al modelo: mayor seguridad social en pensiones, salud, y que los grupos se sintieran protegidos. Sin embargo, la oposición, que tiene la mayoría en ambas cámaras, ha bloqueado la agenda legislativa. Pero ha sido vergonzosa la forma en que ha actuado el Parlamento desde comienzos de este gobierno.
Por ejemplo, el presidente envió el proyecto universal de educación parvularia en 2018, pero fue rechazada porque los miembros de la Comisión de Educación no pudieron ponerse de acuerdo en el monto y forma de pago. Entonces, da mucha rabia, y este descontento se manifiesta, entre otra larga suma, con la exigencia que hoy hacen los ciudadanos de reducir el sueldo, el número de legisladores y limitar su reelección. Están hartos de la clase política y, se expresa en el alto rechazo que existe contra el poder legislativo, con un rechazo transversal a la clase política en general. Estamos en una crisis de la democracia. Y esto no se la puede atribuir la izquierda y la derecha. También es contra la élite, contra los grupos de poder, pero sin un color político. Y si miramos los resultados de la Cadem, es una crítica a la clase política que no entiende la profundidad de la crisis.
– Del entorno bacheletista aseguraron que fueron ellos los que mejor y más anticipadamente captaron el malestar ciudadano.
– Tengo serias dudas. No creo que Bachelet sintonizara mejor con el malestar ciudadano, o que las personas quieran cambiar el modelo, por ejemplo. De ser así, ¿por qué sus reformas no tuvieron el apoyo ciudadano?, ¿por qué su gobierno perdió adhesión? Porque eso comenzó a pasar mucho antes de que ocurriera lo de Caval… Y luego: ¿por qué los ciudadanos no eligieron a Alejandro Guillier, Beatriz Sánchez. ¿Cómo se explica que por segunda vez haya sido elegido Piñera por abrumadora mayoría?
– Si bien se logró un acuerdo constitucional, el Presidente también fue muy criticado por su manejo comunicacional y político…
– Es tremendamente fácil cuando estás en tu casa, cómodamente viendo la TV. La violencia que vivimos es inédita: nadie pensó que algo así podía darse en democracia. El gobierno trató de lidiar e la mejor forma con la destrucción tratando de recurrir lo menos posible a las FF.AA; no niego que por parte de los militares hayan existido abusos e incluso violaciones a los DD.HH, pero la violencia ha sido generalizada y es muy complejo lidiar con algo así. Nadie estaba preparado y, por lo mismo, encuentro mezquinas y frívolas las críticas al Presidente. Tal vez la forma no fue la más adecuada desde el punto de vista comunicacional, pero con los días el gobierno cambió radicalmente su forma de dialogar y eso se notó con el cambio de gabinete y especialmente los ministros Gonzalo Blumel (Interior) y Karla Rubilar (vocería). El gobierno tuvo la flexibilidad y cambió el tono a uno mucho más empático.
– ¿Estos acuerdos y el cambio de tono bastarán para calmar a la calle y apaciguar la violencia?
– Los símbolos son muy importantes y se han dado señales que indican hacia dónde se quiere avanzar y para que la gente entienda que esto es mucho más que sólo buenas intenciones sino que cambios que se materializarán.
– ¿Cree que se logre con esto apaciguar la violencia?
– Es que esto no tiene que ver con la agenda social. Están los delitos de robo, los saqueos, y otra violencia que es destructiva, que está concertada y que parece tener una agenda política. Pero insisto: no sé quiénes están detrás. A ninguno de estos grupos les interesa la agenda social, ni la nueva Constitución y, por lo tanto, será muy difícil de acallar los hechos de violencia porque ellos tienen su propia agenda.
FOTOS: Sebastián Utreras