Revista Velvet | ¡Soy el rey del mundo!: celebramos los 25 años de la Titanic-manía
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¡Soy el rey del mundo!: celebramos los 25 años de la Titanic-manía

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¡Soy el rey del mundo!: celebramos los 25 años de la Titanic-manía

POR Carlos Loyola Lobo | 29 marzo 2022

Pasaron muchas cosas entre diciembre de 1997 y marzo de 1998. Estalló el escándalo de Bill Clinton con Mónica Lewinsky y por televisión se estrenaba la serie juvenil que sería fenómeno por aquellos años: Dawson’s Creek. Al otro lado del charco, Victoria y David Beckham se comprometían. Sin embargo nada, pero nada capturó tanto la atención del mundo del espectáculo como el estreno de Titanic.

Durante la previa al estreno del nuevo filme de James Cameron, por esos días famoso por la saga Terminator, y que esta vez contaría una historia de amor sobre el telón de fondo de una tragedia marítima que durante esos meses conmemoraba 85 años de ocurrida, los periódicos de todo el mundo tenían preparados titulares donde el lugar común predominaba con la idea de que el Titanic se hunde”. Y es que con un presupuesto sin precedentes de 200 millones de dólares, convertida en la película más cara jamás realizada hasta ese momento, sumado a los numerosos retrasos en el rodaje y rumores de problemas en el set, se esperaba que la película de James Cameron fuese un desastre. En cambio, el romance protagonizado por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet alcanzó el número 1 en taquilla, y permaneció inamovible en ese puesto durante 15 semanas. Después de debutar con unos respetables pero discretos 28,6 millones de dólares, Titanic creció en su segundo fin de semana, impulsado tanto por críticas destacadas y un boca-a-boca positivo. Se convertiría así en la película más taquillera de todos los tiempos, con 2200 millones de dólares en todo el mundo y mantendría ese récord durante más de una década.

De repente, Titanic estaba en todas partes. Los fanáticos no solo estaban obsesionados con la película, sino que también se sumergieron en la historia del barco e intercambiaron teorías sobre su hundimiento. Hubo visitas masivas a los lugares de sepultura de las víctimas del barco y en televisión transmitían programas especiales con el making-of de la película. Todos querían saber un poco más tanto de la historia real como de la filmación de la superproducción de James Cameron. Hombres de todo el mundo solicitaron el corte de pelo de Jack Dawson, el personaje de DiCaprio en el filme, incluso en Afganistán donde los talibanes al darse cuenta de esto tomaron enérgicas medidas contra el estilo y llegaron a arrestar a 22 peluqueros. Donde quiera que uno fuera se escuchaba a Céline Dion contándonos que sí, que su corazón seguirá adelante. Para James Cameron, que hasta ese momento había resistido estoico una serie de artículos periodísticos que predecían que Titanic terminaría con su carrera, esta súbita popularidad del filme fue algo surrealista: “Era como estar en una especie de estado de sueño”, confesó décadas después. “Seguía esperando que alguien nos despertara y dijera: No, eso realmente no sucedió. Acabas de soñarlo”.

Titanic convirtió a Winslet en una estrella internacional, pero catapultó a DiCaprio a un nivel de idolatría a la altura de Elvis Presley o lo que ahora sería Harry Styles o Timotheé Chalamet. Ya era un nominado al Oscar por What’s Eating Gilbert Grape y un ícono adolescente gracias a Romeo + Juliet, pero después de Titanic DiCaprio estaba en todas partes y su grito de “¡Soy el rey del mundo!” se repitió tanto como el “Gracias Totales” de Gustavo Cerati en la despedida de Soda Stereo. “En Japón, Leo era como la Beatlemanía”, recuerda James Cameron. “Era como un enamoramiento, el tipo de enamoramiento que asociarías con los Beatles. Eran estampidas de gente, todo con mucha histeria”.

En cuanto a la película, su popularidad alcanzó todos los récords con los premios de la Academia a la fecha, obteniendo 14 nominaciones para empatar el legado establecido hasta ese momento por All About Eve. Años después, La La Land obtendría el mismo número de nominaciones, pero ninguna película la ha superado. No solo arrasó en las categorías técnicas, sino que obtuvo nominaciones a Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actriz (Winslet) y Mejor Actriz de reparto (Gloria Stuart). Cameron y Stuart volaban de Inglaterra a Nueva York cuando se anunciaron las nominaciones y el piloto recibió un mensaje por radio con la lista de nominados: “Pasábamos sobre la costa de Groenlandia y yo miraba por la ventana”, recuerda el director. “Literalmente estaba viendo el primer iceberg que había visto en mi vida. Podías ver estos pequeños puntos en el agua debajo”.

Aparentemente, la única persona que no fue nominada fue DiCaprio, lo que provocó que más de 200 fanáticos enojados llamaran y enviaran correos electrónicos a la Academia, esto fue antes de que existieran las redes sociales, pidiendo un reconocimiento para el actor. “Las llamadas no solo provenían de adolescentes”, contó un vocero de la Academia a la revista Entertainment Weekly en 1998: “Una mujer mayor llamó diciendo que todo el estado de Florida estaba molesto”.

Hoy, los Oscar de 1998 se destacan como la ceremonia más vista de todos los tiempos, con un estimado de 87 millones de espectadores. Billy Crystal fue el anfitrión, mientras que unos debutantes Matt Damon y Ben Affleck eran la revelación ganando por el guion de Good Will Hunting, pero fue la noche de Titanic de principio a fin. Obtuvo 11 premios, empatando con Ben-Hur con la mayor cantidad de estatuillas. Celine Dion interpretó My Heart Will Go On con el “corazón del océano” colgando de su cuello y cuando Titanic ganó el premio a la Mejor Película, Cameron pidió un momento de silencio para honrar a las más de 1500 víctimas del desastre. Pero fue el discurso de Cameron al Mejor Director el que pasó a la historia de los Oscar y en el que el cineasta cierra declarando: “No hay forma de que pueda expresarles lo que siento en este momento. Mi corazón está lleno que va a reventar, excepto para decir: ¡Soy el rey del mundo!”.

“Recuerdo caminar detrás del escenario después de ganar y la expresión desconcertada en el rostro de Warren Beatty que básicamente era como ¿qué acabas de hacer?”, recuerda Cameron con una sonrisa. “Y es que quizás el gran error fue citar mi propia película. Ese fue el grito. Implica que todos en la audiencia votaron por tu película porque a todos les encantó”. “En mi mente, en ese momento, estaba diciendo que me sentía como se sentía Jack”, continúa. “Jack, que no tenía nada, Jack, que no tenía ni un centavo en el bolsillo, pero se sentía en la cima del mundo debido a la euforia en su corazón. Eso era lo que estaba tratando de expresar”.

En Chile, Titanic se estrenó la misma semana que U2 debutaba en vivo en el Estadio Nacional con el Pop Tour y ese limón inmenso sobre el escenario. En salas nacionales, el filme del malogrado transatlántico repitió los récords de taquilla que venía cosechando por todo el mundo. No había nadie que no hubiese visto la película. Celine Dion sonaba por todas partes. Fue tanto el fenómeno y la sobreexposición del filme, que tanto la película como la canción central fue amada y odiada por partes iguales. Odiada por saturación, claro está. Y también por cierta pose intelectual y anti-mainstream de cierta audiencia, porqué no decirlo. Y es que fue tanto, que todo el mundo quedó un poco agotado de ese iceberg de popularidad llamado Titanic. Sin embargo y pasados los años, una película como Titanic concentra una grandiosidad de un cine como espectáculo masivo y familiar que es escaso de ver en la actualidad y solo por ese afán de nostalgia es que vale celebrar estos 25 años desde que se desató la Titanic-manía.

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