En 2001, Sharon Stone sufrió una hemorragia cerebral de la que los médicos salieron afirmando que tenía un 1% de probabilidades de seguir viviendo. La rotura de una arteria vertebral le produjo una hemorragia tal que los neurólogos y neurocirujanos tardaron nueve días en controlarla. La que le provocaron importantes secuelas, tanto a nivel físico como emocional.

Hasta ahora, Sharon Stone nunca había hablado de este traumático episodio que según reconoció, hizo que lo perdiera todo: “Perdí todo mi dinero. Perdí la custodia de mi hijo. Perdí mi carrera. Perdí todas esas cosas que sientes que son tu verdadera identidad y tu vida”. Pero así y todo, con el pronóstico médico en contra, logró superarlo. “En realidad nunca recuperé la mayor parte, pero he llegado a un punto en el que estoy bien con lo que tengo, en el que realmente siento que soy suficiente”, contó a la revista People.

Cuando sufrió la hemorragia, Stone estaba en un gran momento, tanto a nivel personal como profesional. Estaba felizmente casada con Phil Bronstein, con quien había adoptado a su hijo Roan hacía unos meses, y cinco años antes había recibido su primera nominación al Oscar por su papel en Casino. Le llovían las ofertas de Hollywood, y era una de las actrices más cotizadas a nivel internacional.

Sin embargo, después de esos dramáticos nueve días, todo se derrumbó. Su matrimonio terminó (Stone y Bronstein se divorciaron en 2004) y Hollywood dejó de requerir de su talento. “Durante mucho tiempo intenté fingir que estaba bien”, confesó la actriz de Bajos Instintos.

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“Necesito ocho horas de sueño ininterrumpido para que mi tratamiento médico funcione y no tener convulsiones, soy una discapacitada, y por eso no me contratan mucho. Esto es con lo que he estado lidiando durante los últimos 22 años, y ahora por fin puedo hablar públicamente del tema”.

Luego de este traumático episodio, Sharon tartamudeaba y no veía bien. Además sufrió amnesia durante un largo periodo de tiempo, entre muchas otras secuelas. Sin embargo, con una increíble fuerza de voluntad y el apoyo de la Fundación Neurológica Barrow, logró superar estas secuelas hasta poder hacer una vida casi normal. “Soy una persona discapacitada y siento que soy auto suficiente. Me siento orgullosa de mí misma y de mis logros, desde sobrevivir hasta ayudar a otros”, dice la actriz.