Revista Velvet | Ruth Bader Ginsburg: Ícono de la justicia
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Ruth Bader Ginsburg: Ícono de la justicia

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Ruth Bader Ginsburg: Ícono de la justicia

POR Francisca Olivares | 06 octubre 2020

“Pidió que nos pusiéramos de pie y dijéramos por qué estábamos tomando el asiento que podría haberle correspondido a un hombre”, solía contar la jueza Ruth Bader Ginsburg (1933-2020) cuando recordaba la noche en que fue invitada a comer a la casa del decano de la escuela de derecho de Harvard, junto a las pocas aspirantes a abogadas de su tiempo. Un momento que también se puede apreciar en el biopic La voz de la igualdad, en el que ella –quien murió el 18 de septiembre pasado, a los 87 años, de cáncer al páncreas– fue interpretada por Felicity Jones (se puede ver en varias plataformas de streaming).

Y es que Ruth Bader Ginsburg –nacida en Brooklyn, en una familia de padres judíos inmigrantes– pasó a ser un referente del feminismo, siempre apoyada por su marido, el abogado Martin Ginsburg, padre de sus dos hijos. Fue una “rockstar judicial” como hace un par de años lo señaló The New York Times y una pionera en la lucha por los derechos civiles, en especial de las mujeres.

Contribuir a la igualdad de género siempre fue su anhelo. Para conseguirla fue pavimentando un camino con inteligencia, agudeza, creatividad, pero, sobre todo, caso a caso; pese al universo de hombres que ni siquiera veía la discriminación existente, y del que ella también fue víctima.

En 1972, el mismo año en que fue nombrada profesora de Columbia (donde finalmente se tituló), cofundó el Women Rights Project de la ACLU (American Civil Liberties Union). Desde ese lugar luchó contra discriminaciones tan frecuentes como las que recibían las trabajadoras cuando quedaban embarazadas, o las mujeres que no eran admitidas en institutos militares. Uno de sus casos favoritos fue cuando abogó para que un viudo –con un hijo– recibiera la pensión de su mujer que había muerto en el parto.

Como miembro de la Corte Suprema –nombrada en 1993 por el expresidente Clinton y la segunda mujer en ese cargo– se hizo famosa por sus “Yo disiento”. Fue contraria a la pena de muerte y partidaria del matrimonio igualitario y de regular el porte de armas. Luchó por los derechos de los inmigrantes y el aborto, y en ciertos casos también tomó algunas posturas que, desde los más liberales, fueron criticadas por su centrismo.

Pero su espíritu, opiniones y valentía hicieron que, en el último tiempo, pasara a ser adorada por los más jóvenes; la convirtieron en ícono pop cultural y la empezaron a llamar Notorius R.B.G, haciendo alusión al rapero Notorius B.I.G. Aparecieron poleras con su imagen –como superheroína– junto con otros productos de merchandising y gifs en las historias de Instagram. El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, dijo que en Brooklyn elevarán una estatua en honor a su vida y legado.

Su muerte –en Rosh Hashanah, el año nuevo judío–, no solo conmovió, sino que sacudió a una buena parte del mundo. Un revuelo político determinado por las elecciones presidenciales de Estados Unidos, del próximo martes 3 de noviembre, y con un presidente Trump ansioso por reemplazarla lo antes posible en la Suprema, para romper el equilibrio y tener una mayoría afín a los republicanos.

Las donaciones a la campaña demócrata aumentaron ipso facto y su candidato, Joe Biden, enfatizó el deseo de Ruth para que el próximo presidente electo –esperando ser él– defina a quien ocupe su asiento de magistrada. A fin de cuentas, como se señala en el documental sobre su vida (RBG, 2018), ella cambió la manera en que el mundo era para las mujeres estadounidenses, y siempre está el temor de que eso, como otros de sus logros, hagan marcha atrás.

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