Su discurso por el coronavirus, a principios de abril y desde el castillo de Windsor, impactó más allá de sus fronteras. La “roca de los Windsor”, como suelen decirle los tabloides británicos, ha sido una líder que contiene emocionalmente en tiempos difíciles.
“Por primera vez en la historia, una joven se subió un día a un árbol como princesa –lo que describió como su experiencia más emocionante–, y al día siguiente se bajó como reina”. Así contaba el escritor y cazador indio de origen irlandés Jim Corbett la proclamación de Isabel de Inglaterra como soberana del Reino Unido.
A sus 25 años, la joven asumió el trono tras la muerte del su padre, el rey Jorge VI, quien a su vez lo había hecho tras la abdicación –por amor– de su hermano Eduardo VIII (por Wallis Simpson). Isabel II ha sido la monarca y jefa de Estado viva con más años en el trono, 68; también se ha convertido en la primera reina británica –entre Jane Grey, María Tudor, Isabel I, María II, Ana Estuardo y la reina Victoria– en alcanzar el Jubileo de Zafiro en 2017, que marcó su aniversario número 65 como reina.
Es la única persona que puede manejar sin carnet en el Reino Unido y no tiene pasaporte. Su cumpleaños es el 21 de abril (nació en 1926), pero se hace una celebración en junio porque el clima es mejor para los eventos. Es muy madrugadora y nadie puede hacer ruido mientras duerme. Amante de los animales (sobre todos caballos y perros corgis) y supersticiosa, Isabel II – cumplió 94 años al cierre de esta edición– solo ha dado cinco discursos televisados (además de sus mensajes de Navidad) durante sus años en el trono. El último de estos fue precisamente el 5 de abril de este año con motivo de la pandemia.
Fuentes del palacio aseguran que la soberana ha reservado este tipo de intervenciones para momentos trascendentales, tanto para el Reino Unido como para el mundo. Anteriormente lo hizo en 1991 durante la Guerra del Golfo; tras la muerte de Diana de Gales, en 1997, y la de la reina Madre, en 2002; y con motivo del 60 aniversario su reinado, en 2012. Eso sí, sus palabras más recordadas por la prensa han sido las que pronunció para lo que ahora es su primer annus horribilis (1992), cuando a esas alturas tenía tres hijos separados y el castillo del Windsor había sufrido un incendio. Eso fue en Guildhall –un edificio municipal–, para el aniversario número 40 de su reinado.
En este 2020, durante su discurso estuvo vestida de verde (igual que en Guildhall). Sola frente a la cámara y desde la White Drawing Room en el castillo de Windsor, donde se encuentra en cuarentena. Isabel II se dirigió a los británicos con una alocución catalogada –por los expertos en la realeza– como un mensaje positivo y emotivo en un momento de adversidad, apuntando directamente a la identidad de la nación y sin dar espacio alguno para lo negativo.
“Aquellos que vengan después de nosotros, dirán que los británicos de esta generación eran tan fuertes como todos los demás. Los atributos de la autodisciplina, la determinación tranquila y bien humorada, así como el compañerismo, todavía caracterizan a este país”, expresó. También aseguró firmemente que vencerían al coronavirus; “Lo lograremos. Ese logro será de cada uno de nosotros”.
Durante su discurso, la madre del príncipe Carlos rememoró los tiempos de la Segunda Guerra Mundial y, en particular, su primera transmisión radial en 1940, cuando, con la ayuda de su hermana Margarita, y desde el castillo de Windsor, se dirigió a los niños que habían sido evacuados de sus casas. “Hoy, una vez más, muchos van a sufrir una dolorosa separación de sus seres queridos. Pero ahora, tal como entonces, sabemos, en lo más profundo, que esto es lo que debemos hacer”, afirmó.
Un mensaje que dio la vuelta al mundo y abarcó tres pilares fundamentales; agradecimiento a todos quienes están trabajando durante la pandemia, tanto en al ámbito médico como en otros servicios; solidaridad y afecto al hablar de la unión, del mundo y de superar esto juntos; y esperanza, reforzada no solo por el mensaje y el vestido verde, sino que también por aquel broche del mismo color que llamó tanto la atención y que fue heredado de su abuela (la reina María) en 1953. Sólo se lo ha puesto en dos ocasiones, en 2014 y ahora. De ahí la importancia que le otorgaron los medios.
Sin himnos, ni banderas, ni fotos. Sin nada que distrajera la atención de los televidentes, el discurso de la reina Isabel fue alabado incluso más allá de sus fronteras y por más de alguna celebridad. Piers Morgan, el popular periodista y conductor de televisión británico, describió a la monarca como la estrella más brillante del mundo. Una estrella que resplandece, incluso cuando en este último año la corona británica ha vivido una ola de escándalos; la relación de amistad de su tercer hijo, el príncipe Andrés (60), con el pederasta Jeffrey Epstein; y la salida del príncipe Harry junto a Meghan Markle como miembros activos de la familia real.
No obstante, nada parece doblegar a la gran soberana. A sus 94 años, lo ha vivido todo; desde pestes y guerras hasta escándalos familiares y atentados. Quizás el más sorprendente de todos fue el 9 de julio de 1982, cuando despertó en la madrugada con un hombre desconocido para ella en el borde de su cama. El intruso, Michael Fagan, había entrado al Palacio de Buckingham, sorteando la seguridad oficial por completo.
Haciendo honor al temple que la caracteriza, la reina le dijo: “Señor, creo que se ha equivocado de habitación”, y llamó a la policía, pero esta tardó 20 minutos en llegar. Acudió al botón de seguridad, pero nadie apareció. Durante diez minutos, Fagan conversó con la monarca, hasta que, finalmente, una mucama entró y lo descubrió.
La “roca de los Windsor”, como suelen decirle los tabloides británicos, no solo goza de una salud de hierro, también de un equilibrio emocional quizás envidiado por muchos royals. Y a su lado, su mejor compañero es el duque de Edimburgo, quien cumple 99 en junio próximo. Un príncipe sin fortuna ni reino, de una familia real griega exiliada que poco tenía que ofrecerle. Se conocieron cuando Isabel tenía 13 años, y las biografías coinciden en que nunca más tuvo ojos para otro hombre en su vida. Hoy comparten la cuarentena esperando volver a estar con sus seres queridos, como expresó en su último discurso. “Nos volveremos a encontrar” –“We’ll meet again”–. Como el título de la emblemática canción británica, interpretada por Vera Lynn, y que, durante la Segunda Guerra Mundial, acompañaba a los soldados cuando iban al campo de batalla.