El escritor y analista está junto a su familia en Estados Unidos. Con Chile no dejar de estar conectado, sobre todo por las videoconferencias con que realiza sus talleres literarios e incluso es parte del proyecto Living Teatro. Además, está en plena investigación sobre los años de Roberto Matta en Nueva York (1939-1948). Muchas actividades, en este escenario de Covid-19 y nostalgia evidente.
A Rafael Gumucio (Memorias Prematuras, Milagro en Haití, Por qué soy católico) le ha tocado vivir la pandemia del coronavirus fuera de Chile. En febrero pasado, se fue a Nueva York con su mujer, Kristina Cordero –quien nació y vivió en esa ciudad– y sus dos hijas. Un proyecto que los hizo instalarse en un pequeño departamento y planificar lo que sería una nueva experiencia de vida. Sin embargo, unas semanas después del aterrizaje, los casos de Covid-19 se propagaron por el mundo y, en especial, en el lugar que habían elegido para vivir unos seis meses de este 2020.
En este escenario más que complejo, tuvieron la opción de trasladarse a East Hampton, donde la familia de Kristina tiene una casa. Algo que, por estos días y desde Chile, suena a descanso, Jackie Kennedy y verano casi eterno. Sin embargo, Gumucio está lleno de actividades, tanto que ni siquiera ha podido ver una serie en Netflix. Una investigación sobre los años de Roberto Matta en Nueva York (1939-1948), se suma a los tres talleres literarios que da por videoconferencias y al celebrado proyecto Living Teatro, junto al productor Marcos Alvo (The Cow Company), donde realizan obras “creadas para ser interpretadas en vivo y online”, y por una vez.
El primer montaje fue “Clase magistral”, con Amparo Noguera, Luis Gnecco y Gabriel Urzúa. Una experiencia comunitaria que califica de preciosa y que para él recupera los siglos XVI o XVII. “A veces siento que Shakespeare y Molière tenían que hacerlo así, es bonito eso”, dice vía Zoom, donde se lo ve con una mano con yeso y otra con muñequera, como consecuencia de una caída en bicicleta que lo hizo ir obligadamente a un hospital. Ahí le hicieron “como 60 veces el test de coronavirus” y siempre dio negativo, como agrega con satisfacción, aunque por ahora solo puede escribir con dos dedos, o dictándole a su mujer, hijas o computador. Al cierre de esta edición, además, debutó en Facebook Live en el espacio @zonacero con Claudia Alamo y Patricio Fernández, con quienes por diez años hizo el programa Desde Zero. El tiempo dirá cómo continuarán.
–¿Qué es lo que más te ha emocionado en estos días?
–Este enfrentamiento con la muerte, con la precariedad. Ha sido muy terrible. Pero también ha tenido su lado hermoso. Ahora hemos estado todos en la casa de todos, que es como de una estética neorrealista, como sin estética. La gente muestra su casa, sus hijos. El ambiente artificial, que vivíamos antes, se acabó. Hemos tenido que dejar la parafernalia, para volver a lo esencial y eso tiene su gracia. Sobre todo porque estábamos en la irrealidad total. Este baño de realidad ha sido interesante, emocionante, pero también terrible, porque está la muerte, la enfermedad y el miedo.
–Y, ¿lo más desgarrador?
–La muerte. También me desgarra mucho que a la generación que viene le va a tocar pandemia, crisis económica y cesantía. No estamos planteando ningún futuro muy alentador. Siento que estamos resignados a que estas cosas suceden sin nosotros.
–¿Qué extrañas de Chile en este minuto? ¿A tus papás?
–Hablo bastante con ellos y los echo de menos. También a los amigos. Aunque el mundo que echo de menos ya no existe. Los cafés, los bares, los restaurantes. Lo que no echo para nada menos es el clima de violencia verbal y la capacidad infinita de ofenderse que hemos desarrollado. Eso me preocupa mucho.
–¿Lo vuelves a vivir cada vez que ingresas a Twitter?
–Cuando llegué a Nueva York, me llamaba mucho la atención que la gente me dijera perdón por si me empujaba o buenas tardes o buenas noches, cosas que en Chile ya no se dicen. Creo que hemos llegado a un nivel de violencia y de desconfianza mutua, que no es para nada propio nuestro. Cuando uno viaja a Buenos Aires, por ejemplo, los argentinos tienen un discurso desconfiado y descreído, pero en sus prácticas cotidianas son bastante más civilizados, en el sentido de escuchar y de entender que nosotros. Siempre los chilenos dicen que los argentinos son buenos para reclamar. Sí, lo hacen más, pero son menos violentos. En Chile se pasa muy rápido de reclamar a quemar el bus. Tampoco creo que tenga que ver con problemas reales, que de verdad existen.
–Algunos estiman que se aprenderá algo de esta pandemia. ¿Qué crees?
–Que el mundo estaba en una transformación muy grande. Íbamos hacia el teletrabajo la teleuniversidad y el Covid-19 hizo que esas cosas se hicieran urgentes, si alguien tenía dudas en hacer clases online, ya hay que hacerlas y tragarse la dudas. Pero, sigue siendo un tema. Si eso es o no universidad. Si es o no teatro en online. Creo que el Covid-19 nos va a cambiar en la forma de relacionarnos. Los que vivimos en un mundo anterior, y tenemos más de 50 años, nos va a costar mucho adaptarnos a las nueva forma de vivir. Pero va a ser interesante, preocupante y desafiante. Lo que sí sé es que al final se logra un equilibrio, pero ese final puede costar, y está costando.
“No creo”, agrega, “que sea un azar que el Covid-19 haya llegado con Donald Trump y Jair Bolsonaro de presidentes. No tiene nada que ver, pero una cosa preparó a la otra. Tenemos que luchar entre todos para impedir que virus como el miedo, el nacionalismo, la estupidez y el Covid-19 se expandan con tanta velocidad. Me acuerdo cuando pasó lo del Brexit o fueron elegidos Trump y Bolsonaro, pasó lo mismo que con el coronavirus. Todo el mundo decía ‘no puede ser, no puede ser’, y fue. Entonces tenemos que preguntarnos que hace que estas cosas funcionen tan bien y tan rápido, y sean tan perjudiciales”.
SURREALISTAS EN NUEVA YORK
–¿Cómo llegaste a investigar a Roberto Matta?
–Siempre me interesó mucho más el Matta verbal, en las entrevistas, declaraciones o textos, que el Matta visual; y para mí fue una sorpresa darme cuenta que a él le parecía igual. No se sentía del todo un pintor. Nunca pintó una naturaleza muerta, hizo muy pocos retratos y, claro, esa forma de pensar el surrealismo… y el humor, que es bien chileno, con cosas francesas y algunas anglosajonas, me resultó cercano. Casi todo lo que él piensa es a través de juegos de palabras, donde mezcla un poco de italiano, francés y castellano. Yo reconozco esa forma de pensar, en que se te mezclan varios idiomas. También, Matta era un personaje extrañísimo, que vivió su infancia de adulto, para bien y para mal. Siempre fue un niño, y eso fue una decisión consciente. Eso recién lo estoy empezando a entender.
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