Revista Velvet | ¿Por qué nos gustó tanto “After Life” y nos entristece que haya llegado a su fin?
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¿Por qué nos gustó tanto “After Life” y nos entristece que haya llegado a su fin?

¿Por qué nos gustó tanto “After Life” y nos entristece que haya llegado a su fin?
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¿Por qué nos gustó tanto “After Life” y nos entristece que haya llegado a su fin?

POR Carlos Loyola Lobo | 28 enero 2022

Hace un par de semanas que Netflix liberó los últimos seis episodios que componen la temporada final de la serie británica After Life. Seis capítulos de media hora cada uno los que, estamos seguros, si eres seguidor o seguidora de esta producción protagonizada por Ricky Gervais, te la devoraste el primer fin de semana. Así que no, este capítulo no está con el delay esperado que busca anunciarles del final de esta ficción. Sino que quiere explicarse las razones de porqué nos tocó tan fondo y extrañaremos la agria, divertida, solitaria y melancólica vida de Tony.

Y lo cierto es que debe haber un hilo de conexión entre el humor chileno y el humor británico. Quizás en su absurdo, en su negrura, en la capacidad que tienen para reírse de sí mismo, pero a la vez llegar a ser profundamente conmovedores y humanos. Se puede decir mucho de After Life. Para quienes la siguen desde los inicios, esta última temporada se siente reiterativa, redundante en los motivos, en la estructura de los capítulos incluso, pero estamos acá metidos en esto justamente para acompañar a Tony en este lodo de dolor que dejó la muerte de su mujer.

Lo más seguro es que nos identifiquemos con el espíritu de los personajes de esa tranquila y pequeña ciudad de Tambury, que tiene su núcleo central en el periódico local, La Gaceta de Tambury, que cubre las historias freaks de sus habitantes, y donde Tony es el redactor mientras sobrevive a la pena recurrente que le provoca la muerte de su esposa, víctima de un cáncer.

Ricky Gervais es actor, director, guionista y figura de stand-up comedy. Pero siempre será reconocido como el creador y protagonista de la serie The Office. También se le conoce por haber conducido las mejores versiones de los Globo de Oro. E incluso en los últimos días se anda ofreciendo para animar gratis los próximos Oscar. Pero volviendo a nuestro tema, podemos decir que After Life se ha convertido en su nuevo caballito de batalla, con enorme éxito de audiencia en la popular plataforma de streaming.

Los capítulos de After Life se construyen de constantes: se inician con Tony mirando en su laptop videos de su esposa Lisa, antes y durante el tiempo de su enfermedad. Vemos como bromeaban, o como jugaban con su perra Brandy, que sin quererlo es una protagonista más de la serie, y mensajes grabados por ella misma antes de morir, donde le pide que siga con su vida y no deje de ser el hombre amable con el que compartió más de 20 años de matrimonio.

Ya con leer eso, se nos aprieta el corazón. Eso sucede en el primer capítulo de la serie. Y hemos pasado por intentos de suicidio frustrados de parte de Tony, o de ver cómo vuelca su dolor a través de una actitud agresiva hacia quienes lo rodean. De más decir que ante todo, su actitud es cínica, distante, desanimada y, por cierto, melancólica.

Hay dos personajes y situaciones recurrentes más. Las diarias conversaciones con la amable viuda Anna, personificada por la actriz de Downton Abbey, Penelope Wilton. Diálogos que aportan luz desde una banca en el cementerio de Tambury donde ambos se reúnen a recordar a sus compañeros muertos. La otra es Emma, la enfermera del padre de Tony, quién intenta algún vínculo con Tony, pero él siempre le repite que nunca dejará de amar a su esposa.

Quizás la reiteración de situaciones, sentimientos, actitudes y bromas pesadas, sean el recurso para marcar una y otra vez que estamos en una situación de duelo que no hemos superado. Quizás nos gusta After Life, justamente por eso. Sabemos a lo que vamos y que encontraremos muestras de profunda y conmovedora humanidad, con personajes añorables y remates hechos para tener que acudir a la caja de pañuelos desechables que tengamos cerca. El que llegue al capítulo final sin haber derramado una lágrima, que lance la primera piedra.

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