El nerviosismo y la expectación crecen a medida que se acerca el plebiscito del 25 de octubre. En esa misma fecha, hace ya un año, tuvo lugar también la que hoy se recuerda como #LaGranMarcha, cuando pacíficamente 2,5 millones de personas salieron a las calles con carteles demandando dignidad, trato justo, igualdad, el fin de los privilegios, dando lugar al proceso que estamos viviendo hoy. Cuando parlamentarios de diversos sectores —a excepción de parte del FA y el PC— firmaron el llamado Pacto por una nueva Constitución y la paz social.
Es precisamente el movimiento el que nos tienes hoy día ad portas de lo que los historiadores llaman “momentum”, una palabra utilizada frecuentemente para resaltar una etapa de crecimiento exponencial. Para ello se requieren tres pasos: compartir metas y objetivos, acciones conjuntas y redes de personas que comparten la misma visión. Eso es lo que se verá, ni más ni menos, en la elección de este domingo.
La mitad del padrón habilitado para votar son jóvenes que no habían nacido para el plebiscito de 1988, muchos de ellos nacieron después del 2000 y hoy enfrentan la mayor elección de su historia, una en la que jugarán un rol relevante, por no decir crucial.
¿Qué se juega? De partida la paz social. De aprobarse el vamos a una nueva carta, se podría canalizar gran parte del descontento y el malestar atribuído como un efecto del modelo económico y la privatización de recursos naturales fundamentales. O subsanar la marginación histórica de pueblos originarios, quienes tendrían representación en el diseño de la nueva carta, si es que finalmente se acuerdan los escaños reservados. Eso más el rol de las mujeres en la Convención Constituyente, quienes integrarían la mitad de quienes redactarán la nueva carta, que podría ser la primera Constitución paritaria del mundo. Así el aporte de las mujeres sería crucial, considerando que estamos los tiempos de la causa igualitaria, feminista y del #NiUnaMenos.
Quienes defienden el Rechazo, tienen por argumento el impacto económico que podría generar la eventualidad de que gane la opción contraria, por la incertidumbre que habrá durante el año en que se redacten los nuevos lineamientos, donde los grandes inversionistas podrían poner en pausa sus proyectos a la espera del referendum de salida, cuando los chilenos debamos ir nuevamente a las urnas a aprobar o rechazar la carta ya terminada.
La columnista del Wall Street Journal, Mary O’Grady, advirtió esta semana el riesgo de que Chile se convierta en “un país más pobre, corrupto y menos libre si se cambia la Constitución”, calificando el proceso de este domingo como una “misión suicida”. La periodista desde siempre se ha mantenido partidaria del status quo cada vez que pone los ojos en nuestro país.
Hablando de medios norteamericanos, no deja de ser una coincidencia la portada de esta semana de Revista Time. La publicación que marca la pauta por sus tapas, muestra a una mujer joven, de rasgos entre latinos y asiáticos, pelo rojo y con un pañuelo en la cara, bajo grandes letras que dicen Vote. Esto de cara a las elecciones presidenciales de noviembre en EEUU, cuando el pueblo decidirá entre Biden y Trump. Sincronías de la historia, la imagen corre también para Chile, donde los jóvenes y las mujeres podrían influir claramente en la balanza, según algunos analistas.
De todo, la participación será fundamental. De esto dependerá la legitimitidad del resultado, sea Apruebo o Rechazo. Y medirá el grado de madurez política en que se encuentra Chile, sobre todo en estos tiempos en que se juega el futuro manteniendo la distancia física, mascarilla, lápiz pasta azul. Con auto-cuidado y sin miedo.