Revista Velvet | Pilar Sordo: Paciencia, miedo y ansiedad
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Pilar Sordo: Paciencia, miedo y ansiedad

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Pilar Sordo: Paciencia, miedo y ansiedad

POR Pilar Sordo | 07 junio 2021

Seguramente estas tres palabras las hemos dicho y escuchado bastante ahora último. Quizás habría que agregar incertidumbre; con eso se logran cerrar muchas de las sensaciones que tenemos.

Vamos con miedo, el que claramente está asociado a la incertidumbre y a la proyección de un futuro que, en el mejor de los casos, no se ve nada tranquilo.

Aunque siempre hemos vivido en incertidumbre, ahora lo que se proyecta no es bueno y se hizo consciente un importante aprendizaje: que no controlamos nada, excepto nuestra actitud frente a lo que vivimos. Esto, por lo demás, nos acercó hacia dos conceptos de los que no se habla: la soledad y la muerte.

Para el miedo, solo hay que entender que no ocurre en el presente y que hay que estar en el aquí y ahora para no sentirlo. El exceso de futuro es la gran enfermedad de estos tiempos, y no solo por el coronavirus –que genera mucha ansiedad–, sino porque al darnos cuenta de que no podemos controlar nada empezamos a buscar –según nuestras historias y heridas– cómo controlar y llenar aquellos espacios que hoy, más que nunca, hacen que la soledad y el aislamiento se hagan visibles.

Por otro lado, está la paciencia, que es el acto de la buena espera, y que hoy necesita de otra palabra: la confianza. La paciencia necesita confiar para ser ejercida de buena forma; por eso el impaciente es desconfiado y algo paranoico. Cuando sumas y trabajas la paciencia y la confianza se obtiene la calma, la emoción más deseada de estos tiempos.

Por su supuesto que ese estado nos conecta con el presente y con la gratitud, y desde ahí nacen todas nuestras oportunidades. Desde ahí tenemos que activar nuestra conciencia para sentir que estamos llamados a elegir cómo vivimos este proceso.

A fin de cuentas, podemos mirar esto como una tragedia, un desafío o una oportunidad. Podemos llamarnos encerrados o invitados a cuidarnos y a salvar vidas. Podemos sentirnos solos o invitados a estar con nosotros mismos.

También podemos aprovechar de hacer todo aquello pendiente o inundarnos de angustia. Podemos reencontrarnos con nuestros afectos o separarnos, pero no por la distancia, sino por el silencio.

Hoy estamos llenos de elecciones: levantarse o no; arreglarse o quedarse en pijama, etcétera. Lo que importa es que, cuando esto termine, hayamos aprendido algo, que seamos más comunidad y más tribu. Y que de verdad –y no por solidaridad– nos veamos iguales. Hagamos rutinas, ejercitemos el cuerpo y el alma y aprovechemos el silencio para mirarnos o volvernos a mirar.

Lo que sería triste es salir de esto y tener el mismo mundo que antes, con las mismas inequidades y el mismo trato hacia nuestros semejantes. Tú decides cómo vives esta experiencia.

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