Revista Velvet | Pedro Mairal: El rockstar argentino de las letras
Cultura Pop

Pedro Mairal: El rockstar argentino de las letras

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Pedro Mairal: El rockstar argentino de las letras

POR equipo velvet | 27 agosto 2021

Por Juanita Vial y Daniela Correa Fotos Clara D’Angelo, Gentileza Nau / www.nauexperiencias.com.

Pedro Mairal es el escritor argentino del momento. A sus 50 años, también es músico y uno de los integrantes de los libros de cabecera que ahora tiene Sarah Jessica Parker: a mediados de julio, la actriz posteó en su cuenta de Instagram que estaba leyendo La uruguaya, la cuarta novela de Mairal. Además, la foto de este autor incluso ha estado en el puzzle de El Mercurio, es parte de las Experiencias Nau y nosotras somos sus seguidoras incondicionales porque escribe haciendo magia. Parte de su encanto es su nula soberbia; incluso él piensa que en las calles de su natal Buenos Aires sólo lo reconocen cada 15 días, y sabemos que no es así.

Sus principales obras son Una noche con Sabrina Love (Premio Clarín 1998 y adaptada al cine con Cecilia Roth de protagonista), El año del desierto (2005), Salvatierra (2008) y La uruguaya (2016). En poesía, se ha lucido con Tigre como pájaros (1996), Consumidor final (2003) y los famosos Pornosonetos (2003, 2005, 2008, 2018) que escribió bajo el pseudónimo de Ramón Paz y que editó gracias a su amigo Washington Cucurto, en su editorial Eloísa Cartonera. Los Pornosonetos fueron y son furor.

Hoy vive en Uruguay, junto a su mujer Inés y su hija Lula. En España acaban de reeditar El gran surubí (2013, Emecé Editores), con los dibujos de su amigo Pedro Strukelj. En Chile, la Editorial Laurel publicó El subrayador –un libro compuesto por una serie de columnas que escribió para el diario Perfil–, donde Mairal dice que si uno diluye un buen poema en un litro de agua, consigue un cuento regular. La editorial de la Universidad Diego Portales publicó Maniobras de evasión, en 2015.

A través de su Instagram –@pedromairal– llegamos a saber que existían las Experiencias Nau (www.nauexperiencias.com). Nos suscribimos de inmediato y eternamente. Para esta edición de Revista Velvet, contactamos a Pedro a través de Inés, una de las fundadoras de Nau, y lo entrevistamos por Zoom, sin límite de tiempo. Le contamos que, a punta de haber devorado sus libros, de haberlos compartido con amigos y sentir que de alguna forma le cambiaban la vida también a los que nos rodeaban, llegamos a él y a Nau.

Mairal le tiene mucho cariño a Chile. Cuenta que uno de sus mejores momentos fue cuando tiempo atrás lo invitaron a la Escuela Pedro Aguirre Cerda, cerca de Valparaíso. Había paro docente, pero los alumnos –que tenían El subrayador y milagrosamente lo habían leído– fueron igual. Recuerda que la experiencia fue potente y que, al terminar, los niños le entregaron cartas que le habían escrito. Por suerte iba atrás en la “combi” que lo trajo de vuelta, porque se le caían las lágrimas de leerlas.

En ese Chile prepandemia, siempre visitaba a sus amigos Álvaro Bisama y Óscar Contardo. Lo mismo pasaba cuando Alejandro Zambra vivía en nuestro país. De él comenta que “valió la pena el exilio porque esa novela que escribió, Poeta chileno, es fabulosa”.

PROBAR “DENTRO DEL POEMA”

Mairal es un hombre sin rutina fija. A fines de 2020, con Inés se cambia ron a vivir a Montevideo. Un día ideal consiste en despertarse temprano y estar a las ocho escribiendo y produciendo, aunque en general no lo consigue. Le gustaría tener mañanas analógicas, sin wifi, solo con cuadernos para anotar y la guitarra para componer.

Al mediodía comienza a contestar mails. En su casa cocinan, Inés y él. Se declara un fantástico hacedor de desayunos picosos, tipo mexicanos, con fruta picada, huevos y picardía. Reconoce que en su caso la pandemia evidenció mucho el multitasking femenino del que se siente incapaz. Mientras conversamos aparece su preciosa y desdentada hija Lula a interrumpirlo en alguna ocasión.

De las experiencias Nau, que nacieron antes de la pandemia, cuenta que en un principio estuvieron destinadas a un público mayor e iban como 30 personas. Eran presenciales, en un centro cultural de Palermo, que hasta tenía proyector de películas. Recuerda que fue maravilloso trabajar con gente de más de 70 años, principalmente porque tienen una memoria maravillosa, en especial respecto a las costumbres, de saber cómo cambió la ciudad, de qué existía en cada punto de ella, qué se está poniendo mejor y qué peor. Conocer esas capas de tiempo le da una espesura a la escritura que Pedro reconoce y agradece.

Con la pandemia cambió todo, y Mairal probó “dentro del poema”, que consistía en escribir poesía en grupos chicos. Fue una transición mientras se amigaba con el Zoom.

El número de gente fue creciendo muchísimo. Se creó una comunidad. Hay veces en las que se reúnen más de doscientas personas. Aunque reconoce que creció gracias a Zoom, asegura que sin Inés y el resto de gente de Nau, jamás podría haberlo hecho.

Con Inés son pareja, pero dice que prefieren no comunicarlo tanto para que no parezca que todo esto se realiza en una pequeña cocina. Lo hacen bien. Teníamos dudas de si esa fina mano femenina que maneja todo –hasta tarjetas de invitaciones personalizadas que no defraudan ni en sus preciosos diseños– fuera efectivamente su mujer. Así es que damos fe de que esto es de una perfección independiente de los lazos.

Durante las sesiones, los participantes de la experiencia comentan, leen fragmentos; se comparte pantalla y los argentinos –menos avergonzados que los chilenos– relatan sus vivencias, hacen preguntas, se preparan clase a clase, cuentan anécdotas y agradecen en público.

Pedro asume que para esto te tiene que fascinar enseñar y que, antes de ser escritor, es comunicador. Pero también es tanta su entrega que después de hacer estas actividades queda medio vacío y tiene la sensación de que la libido se le ha consumido. A veces, antes de empezar, está con pantuflas y se siente obligado a peinarse para una especie de apertura teatral, un salir a escena.

Con él también están los encuentros mensuales a través de El Faro. En ellos pueden participar todos aquellos que hayan estado en alguna experiencia Nau. Hay invitados que están dispuestos a darlo todo durante una hora. Entre ellos se puede contar a Leila Guerriero, Mariana Enríquez, Hernán Casciari, Samanta Schweblin y Ana García Blaya, quien llevará al cine la novela La uruguaya. Este proyecto audiovisual se está haciendo a través de un sistema bastante particular de productores asociados, liderado por Casciari, quienes compraron bonos que les permiten participar de toda la producción.

Mairal reconoce no saber mucho de cine. Opinará poco, irá a algunos cameos, a algunos rodajes. Pero el objetivo será soltar y disfrutar.

“AL ESCRIBIR UNO ES UN GRAN TRAIDOR CON LA FAMILIA”

El autor de La uruguaya –cuya adaptación cinematográfica debiera estrenarse a fines este 2021– lleva cinco años tocando guitarra. Considera que está aprendiendo; que es un dispositivo que ocurre en tres minutos con mucha información, no como un libro. No le gusta cantar en público porque no lo convence tanto su voz. A los 17 intentó con la música, pero se frustró rápido cuando descubrió que jamás sería Paco de Lucía. Cree que sabe emocionar con las palabras, pero no con la música. “Violeta Parra, por ejemplo, te conmueve con esa voz que le sale desde el fondo de la tierra”, dice. Pero, más maduro, considera que tolera la frustración y no piensa en eso de que si no es Gardel no canta.

Todo esto viene de esa educación en la escuela de la vergüenza: “Qué carajos es esto, cómo nos metieron en eso. Yo me lo sigo sacando todos los días”.

A propósito de esto, en sus libros hay mucho de no ficción. Una alquimia medio rara. Hay cosas que añade, exagera, sueña, falsea. Así trabaja también con la periferia de la realidad. Hay cosas que no recuerda bien como fueron y se hace “el zorro”, porque si contara todo tal cual, lo matarían. Los lectores creen que él está en sus personajes; más cuando el relato es sobre uno que parece cercano. Mairal confiesa que le encanta si alguien se enfurece por algo que pasa en sus novelas; eso para él es que se tragaron el anzuelo hasta el fondo y es fabuloso.

En uno de los encuentros Nau lo escuchamos decir que, si uno no estaba dispuesto a pelearse con la familia, mejor que no escribiera. Aclara que, al escribir, uno es un gran traidor con la familia. Y propone que, si a algún familiar no le gusta lo que escribiste, cobre revancha y escriba su propia versión. Sostiene que Pushkin decía que cada vez que nacía un poeta, el padre levantaba un puño y maldecía a Dios.

Sobre la posteridad de su obra, aclara que lo tiene muy sin cuidado lo que pase después de su muerte. Ningún autor sabe bien lo que ella va a elegir de su obra: “Capaz que perduran mis sonetos más guarros, pero no voy a estar para enterarme”.

De la muerte del querido y respetado escritor, periodista y editor argentino Juan Forn (61), tras sufrir un infarto el 20 de junio pasado, habla afectado. Como consuelo le queda que saldrá un libro póstumo; lo seguirá leyendo y conservará los mails que intercambiaban.

Del pasado también extraña las juntas con amigos y nadar. En la nueva revista Orsai –que volvió al papel– saldrá un texto sobre cómo escribir y nadar lo salvaron de sí mismo. Y es que hasta hace poco nadaba, pero empezó a ir al mar con más calor y un grupo de gente. Le encantaba. Hasta que comenzó a ir solo, sintiendo al mismo tiempo un gran miedo. Le resultaba muy inquietante. Sentía una extraña sensación, que habitaba un animal rarísimo en el mar.

También recomienda algunos libros para futuros escritores, aunque dice que esto no es literal, porque la gente es diversa y todo es válido. A él le provocaron algo curioso los cuentos de Cortázar. “Eran como un pase de magia que te llevaban de un lado a otro”. Igualmente, Orlando de Virginia Woolf.

Borges, al que sabemos ha leído completo, lo hace sentir algo especial: “Que de algún modo participas de su inteligencia por un rato”.

En poesía le gusta César Vallejo y el Neruda de Residencia en la tierra; Susana Thénon, Sylvia Plath y Sharon Olds, a quien conoció en Miami y sintió el lado B cuando se le acercó obnubilado por sus trenzas blancas a pedirle que le firmara un libro. Esa vez, él era el anónimo. Ella no tenía idea de quién era el hombre que tenía al frente.

Finalmente nos despedimos de este Pedro Mairal que descubrimos primero por sus novelas y luego a través de las experiencias Nau. Ahora ya nos sentimos cercanas y, por qué no, algo amigas de uno de los narradores que sí o sí conmueven en este tiempo.

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