Pablo Zalaquett dice que no ha sido fácil, “yo nunca había hecho una campaña en ‘modo covid'”, afirma este ingeniero comercial ex alcalde de La Florida y Santiago, ahora de vuelta a las pistas como aspirante a edil de Vitacura.
De hecho, el militante UDI da esta entrevista recién enterado de su propio contagio, al practicarse un test PCR al sentirse decaído. “Fuera de eso no tengo mayores síntomas”, afirma de buen ánimo al otro lado de la pantalla, aguantando las ganas de retomar la campaña en terreno. “Ese es mi fuerte, lejos; la relación con la gente, responder sus preguntas mirando a los ojos, pero con mascarilla. Aún así todos me reconocen. Así son las campañas hoy, con mucha red social y WhatsApp“, asegura este padre de cuatro hijos, todos adultos. “Lo que mejor tengo en la vida son mis hijos y ellos están súper orgullosos de mí”, dice sobre Pablo, empresario turístico hoy radicado en Bali; Silvia, economista, hoy en Los Ángeles, California; Sofía, quien cursa su último año de Economía y Relaciones Exteriores en Boston; y Juan José, el único que hoy vive en Chile y que trabaja para una empresa financiera.
“He sido un buen papá –reconoce–. Hablamos casi todos los días, no los siento lejos sino muy cerca mío”.
“Ya no se puede decir que una comuna tiene dueño”
“Yo sabía que iba a volver, pero no cuándo”, explica ahora sobre su retorno oficial a la política, impulsado a partir del estallido social de octubre de 2019. “Después del 18-O sentí que no se podía esperar más, era ahora o nunca y quise volver a la comuna donde crecí. Cuando tienes una vocación no puedes renunciar a ella”.
–Escogió volver en uno de los momentos políticos, sociales y económicos más complejos de nuestra historia. ¿No le parece muy arriesgado?
–Uno vuelve cuando puede aportar. Estamos en un punto de inflexión. Volver para no trascender cuando está todo bien, ¿qué sentido tiene?
Y enumera:
–Tengo experiencia municipal, buenos nexos con el otro lado (dice por la oposición), así como con el mundo empresarial e intelectual. Puedo contribuir desde la integración social desarrollando un proyecto que unifique. Además, voy con gente joven, con bríos, y cinco candidatos a concejal que me acompañan son menores de 35 años. Mi proyecto es ser el mejor alcalde de Vitacura. También destaca su vocación social. “Comencé ayudando en la población La Pincoya y en hogares de menores. Soy parte de una derecha más social y quiero que sea mi sello como alcalde de Vitacura”.
Y añade:
“Si bien se trata de una de las comunas más ricas de Chile, también está marcada por la desigualdad y carencias sociales. En el sector de Villa El Dorado, por ejemplo, sus vecinos me han contado que sienten envidia de Las Condes y del enfoque más social de su alcalde. La clase media empobrecida mira con envidia la clínica Cordillera, los colegios públicos y los servicios de calidad que presta a sus habitantes. Hay desamparo y miedo, mucha soledad, sobre todo los adultos mayores. Ese será uno de los ejes fundamentales de mi gestión”, destaca.
–Hoy las principales candidaturas presidenciales son precisamente alcaldes: Lavín, Matthei, Jadue… ¿A qué se debe este fenómeno?
–Desde el estallido, sobre todo con la pandemia, quedó claro que el alcalde es quien soluciona la vida de la gente; está al pie del cañón, algo que no sucede con los parlamentarios o los ministros ni nadie. En momentos de crisis la gente se siente vulnerable y el alcalde es su protector.
Prosigue:
–Esto se mezcla con el desprestigio de la política. La gente está cansada de las peleas o que se demoren meses en discutir sin el ingreso de emergencia será de 80 mil o 100 mil. Eso ha hecho que los parlamentarios caigan en las preferencias y crezcan los jefes municipales, claro que algunos más que otros, porque hay otros a los que no los conoce nadie.
–Que el alcalde de Vitacura Raúl Torrealba decidiera no postular generó una guerra al interior de Chile Vamos. En RN se resistían a elegir un representante mediante primarias.
–Y casi no salen las primarias; querían ganar por secretaría, pero las peleé hasta el final y serán el 29 de noviembre.
Agrega:
–Los tiempos cambiaron y ya no se puede decir que una comuna tiene dueño, como lo hizo RN al decir que Vitacura les pertenecía porque el alcalde saliente –quien ya sumaba cuatro períodos– era de su partido y entonces a ellos correspondía el sucesor. Eso es obsoleto y una falta de respeto a los vecinos de la comuna. Hoy la gente reclama contra el poder de la élite. Estas prácticas le hacen mal a la política, no sé por qué algunos le temen a la competencia.
“Vuelvo más en paz, maduro, con una mirada más reposada, sin temor y con la frente en alto –comenta luego de una serie de episodios duros que marcaron su carrera política–. Hubo gente que me dijo: ¡pero, cómo vas a volver! Obvio que sí –se responde–; estoy tranquilo y tengo que hacer lo que me haga feliz”.
La decisión de postular a Vitacura marca un nuevo comienzo en la vida de Zalaquett, tras una etapa marcada por duros golpes, como relata en su libro Sí, se puede, que lanzó en marzo de este año.
“Por muy duros que hayan sido los golpes –que los fueron–, te hacen crecer en la medida que reflexiones y les des un propósito. Resiliente no es el que se levanta sino aquel que construye un propósito, moldeando tu personalidad”.
–¿Cuáles han sido esos golpes?
–El primero, además de la quiebra de la empresa de mi padre cuando estaba en primer año de universidad (y que significó la diáspora familiar a Perú) fue la muerte de mi madre. Mi papá era lejano, el típico modelo de padre proveedor no muy afectivo. Ella, en cambio, lo era todo. Su muerte me destruyó. Murió en 1984, cuando yo tenía 20 años y me costó mucho recuperarme. Ella era muy activa en ayuda social así que decidí seguir sus pasos. Así comencé a trabajar en una fundación en La Pincoya, donde estuve 15 años, y amortiguó el dolor. Luego me vinculé con distintas organizaciones hasta que me pidieron que fuera alcalde (por La Florida).
La separación fue otro golpe para Zalaquett. “Vengo de una familia católica muy conservadora y mi ex señora también. Además, lideraba un movimiento religioso y daba charlas para matrimonios (sonríe con tristeza). Todos mis hijos estaban en colegios católicos… Nunca me lo imaginé –admite–. Pensé que íbamos a volver pero eso no pasó y me fui a vivir solo”.
En ese tiempo recién había sido electo alcalde por La Florida y llevaba sólo tres meses. “La gente llegaba a mi oficina para que le solucionara sus problemas, para que los escuchara y les consiguiera trabajo. Más que un alcalde te transformas en psicólogo y yo estaba destruido por dentro. Es heavy porque la gente no te deja estar mal; a nadie le importa lo que te pasa; para efectos concretos eres un ejecutor y quieren que los ayudes”.
Fue su tío, el empresario José Said (quien murió este año) quien le presentó al psiquiatra Ricardo Capponi (fallecido en 2019). “Él fue clave. Si no hago esa terapia, me muero”, reconoce.
“NO VOY A VIVIR DE LO QUE DIGA EL RESTO”
“Hubo una época en que mi ego era grande; llegué muy rápido arriba y luego la vida me golpeó”, admite ahora al describir sus golpes políticos. El primero, cuando en 2012 perdió la reelección en Santiago frente a Carolina Tohá por siete puntos. “Sentía que lo había hecho muy bien. En las encuestas estaba diez puntos arriba; el fervor en la calle era increíble. Pero lo que nadie vio es que ese año debutaba el voto voluntario y muchos de los que en la calle me apoyaban, ese día no fueron a votar. Imagínate que ese domingo Piñera me llamó a las dos de la tarde para pedirme que fuera a La Moneda (asumiendo que era el ganador, según sus encuestas) y tres horas después el resultado era que había perdido”.
–¿Qué huella le dejó?
–Había trazado un proyecto a ocho años, no lo podía creer. Me encerré con mis cuatro hijos en la pieza. Afuera estaba la prensa y todas las autoridades y ministros en mi casa. No sé de dónde saqué la fuerza interna para dar la conferencia de prensa. Con harta humildad reconozco que esa vez no me había puesto en el escenario de perder.
Endeudado después de la campaña, según cuenta, mientras retomaba su vida luego de un año de la derrota, apareció relacionado al caso Penta. “Me involucró Hugo Bravo sin que yo no tuviera nada que ver. Es cierto que había hablado con Carlos Alberto Délano, pero no supe de él hasta que apareció este pastel”.
Entremedio, las imitaciones de Kramer dejaron marcas: “Fue complejo, aprendí mucho, pero fue duro”.
–¿Qué se aprende después de una experiencia como esa?
–Miras todo con distancia. ¿Sabes qué?, chao. Yo soy yo y no voy a vivir de lo que diga el resto; ni el señor Kramer ni el señor (Carlos) Gajardo me van a hacer dudar de quién soy yo.
–Se le ve más pausado, se desmarcó de la caricatura.
–Eso me dicen desde hace mucho tiempo mis amigos, la percepción es unánime. Es que si los golpes no te moldean un poquito, ¡entonces qué!