Pablo Larraín está en Londres presentando Spencer. Desde su presentación en el Festival de Cine de Venecia que no para. Ahora, la campaña para la temporada de premios está en pleno: “está siendo intensa, pero va bien”, reconoce. “Estar en este país que de alguna manera fue el lugar de los hechos que se cuentan en Spencer, le da un extra a esta película. Los británicos la ven de otra manera, obviamente. También creo que a ellos, que están muy acostumbrados a contar historias de sociedades que no son la suya, les parece interesante que alguien de fuera cuente sobre un tema que es muy cercano a ellos. Me preguntan si la película va a causar controversia. Y sí, puede haber elementos tal vez peligrosos”.
Spencer fue un proyecto que nació de la mano de Larraín, quien le encargó el guion a Stephen Knight, que también escribió la película de David Cronenberg, Eastern Promises y la popular serie Peaky Blinders. Spencer se filmó en Alemania de forma muy rápida, “con solo dos o tres tomas por plano”, cuenta Larraín. Y con Kristen Stewart pegada a la cámara. “Fue curioso, el material era delicado e imponía ser responsable. Por otro lado siempre sentí a Kristen inquebrantable, sólida, muy segura tras una larga preparación y eso nos dio seguridad al resto del equipo. Cuando en el Festival de Cine de Venecia conté esto ella me dijo “¡No, era yo la que estaba aterrada! Pero te vi a ti tan seguro que me aferré a eso”, en fin, creo que vimos lo mismo en el otro cuando estábamos asustados”, cuenta el director.
Lady Di llega sola a Sandringham, el palacio en el que pasa las navidades junto a la familia real británica. Un lugar que la princesa ubicaba, porque nació y se crió a poca distancia de ahí y que por eso odiaba con todo su ser. La llegada de los criados, de los cocineros, de los ingredientes para los banquetes, todo se muestra en el filme como si fuera una operación militar. No se habla de una fecha en particular, pero por la edad de Harry y William, podríamos sospechar que se trata de 1992. Pero la sensación es que Diana se ahoga en un fango que la pone enfrente de dos opciones: o toma una decisión drástica o será tragada por esa infelicidad para siempre.
“Lo más fascinante de Lady Di”, cuenta el cineasta, “es que millones de personas sintieron una enorme empatía por ella, cuando pocos la conocían y aún muchos menos sabían el infierno en que se derretía su matrimonio con el príncipe Carlos”. “Tras casi dos años de investigación, me di cuenta de que cuanto más información tenía, menos sabía”, reflexiona. “El misterio que envolvía a Diana es seductor. Es una paradoja que aumenta el interés cuanto más incomprensible es. Para el cine, eso es valioso: los espectadores tienen una imagen previa de Diana y tras ver la película cada uno crea su versión. Spencer deviene en un disfrute privado en que el público aporta su autobiografía. Una maravillosa interrelación”. ¿Un cuento de hadas al revés? “Al menos el tradicional es vapuleado. La narrativa de conocer a un príncipe azul y casarse con él no incluye que la princesa diga: ‘¿Sabes qué? No aguanto más y me voy’. Diana toma a sus hijos y se larga. Solo así podrá tener su identidad propia”. Por eso la película arranca “con una brutal crisis psicológica que atraviesa un estado de pánico, que deviene en terror psicológico y finaliza en un proceso de sanación”.
La estructura monárquica que rodea a la princesa Diana tiene más de mil 200 años “atrapada en la historia y la tradición”. Y aquí el cine de Larraín entra en profundidad: “Las personas tanto de la familia real como de la servidumbre entran y salen; los rituales permanecen, repitiéndose durante siglos hasta el absurdo. Y ese absurdo lo puedes tratar de manera reverencial como en The Crown, o llevarlo al humor, como en Barry Lyndon, o desde el pánico, que es lo que intentamos hacer”. Como se escucha decir a uno de los personajes de Spencer: “Nadie está por encima de la tradición”, y en cada generación hay un elemento discordante que choca contra ese muro: en su momento el duque de Windsor abdicando por amor a Wallis Simpson, o Lady Di, y ahora Harry. “Es también una película sobre la maternidad, y Diana avisa a sus hijos: En este lugar el pasado y el presente son la misma cosa y el futuro no existe”, termina sentenciando Larraín.