Hace 10 años, The New York Times lo declaró como “el secreto mejor guardado de medio oriente a punto de dejar de serlo”. Y tuvo razón. Este sultanato se abrió al mundo y su magnetismo atrae a visitantes de todo el planeta. La buena noticia es que se mantiene como un destino alejado del turismo masivo, permanece auténtico, con su espíritu y alma intactos.
Voy a ser honesta, hasta antes de llegar a vivi a Dubái no sabía absolutamente nada de Omán. Pero esta vez mi ignorancia me jugó a favor, para dejarme sorprender por su belleza, arquitectura y calidez. Ya sé que el concepto “oasis” está ampliamente (archi) usado como un cliché en el periodismo de viajes. Pero creo que nunca esta descripción calzó tan bien a un destino como este sultanato. Así se siente y así se ve, como un auténtico respiro verde y turquesa en Medio de Oriente.
Luego de cinco horas en auto desde Dubái al sur llegamos hasta Mascate, la capital omaní. No bastó mucho para confirmar lo que sospeché en el camino por sus carreteras impecables y curiosamente amplias para el poco tráfico que reciben: Omán es un país donde hay dinero, mucho dinero. Sin embargo, esa prosperidad la llevan con la misma elegancia y austeridad que se traduce en su arquitectura. Si habláramos de moda, usaríamos el término de un “lujo silencioso”. De hecho, por orden del sultán, no puede construirse nada en todo el país que supere los 100 metros de altura. Algo completamente distinto a lo que vemos en ciudades vecinas de la península, como Abu Dhabi, Dubái y Qatar, donde la norma parece ser la ostentación y querer tocar el cielo.
Y Mascate no necesita presumir demasiado para sobresalir, brilla –literalmente– con luz propia. La ciudad se extiende al centro de los imponentes macizos de piedra caliza de las montañas Al Hayar y a los pies del Océano Índico, con construcciones a tono en blanco que hacen que la particular luz del atardecer de Arabia destaque aún más.
Uno de los placeres inolvidables que regala esta urbe es caminar a la caída del sol por la Corniche Muttrah, paseo de 3 kilómetros que bordea su costa. Aquí, además de unas panorámicas increíbles, encontrarás restaurantes, tiendas y, claro, sus bazares tradicionales.
Para tomarle el verdadero pulso a la ciudad, hicimos una parada en el Antiguo Zoco de Mutrah, para perdernos entre estrechos pasillos inundados de incienso y puestos de especias de colores, jabones artesanales, alfombras y souvenirs. Aunque reconozco que, para mí, el verdadero espectáculo fue observar a los omaníes: esbeltos y vestidos con impecables túnicas blancas a ras de suelo y un musar (turbante) sobre sus cabezas, quienes conversan animados y con una cálida sonrisa para los turistas.
“Mashallah” nos decían al pasar con mi hija de 9 meses. Término árabe que significa “lo que Dios ha querido” y que se utiliza para expresar protección o felicidades.
Entre los muchos atractivos de Mascate, uno que es obligatorio es la Gran Mezquita del Sultán Qaboos, con cinco enormes minaretes (torres) que son visibles, prácticamente, desde cualquier parte de la ciudad y un frondoso jardín que rodea a la magnífica edificación. Fue construida en 2001 para celebrar los 30 años del reinado del sultán, quien falleció en 2020 luego de 50 años de reinado. Si visitas Omán, verás su nombre a menudo porque se le considera héroe nacional al abrir el país al mundo y estabilizar su economía.
El moderno sultanato hace que cueste imaginar que hasta hace 50 años Omán fuera un país muy pobre, con más de un 70% de la población analfabeta y prácticamente sin carreteras asfaltadas.
Estamos en la península arábiga, por lo tanto, eran de esperar las mezquitas impresionantes, dunas perfiladas por el viento, bazares de colores. Pero nunca pensé que aquí tendría una de las sesiones de snorkeling más impresionantes de mi vida.
Llegamos hasta el puerto Al Mouj, en Mascate, para subirnos a uno de las decenas de barcos turísticos que ofrecen paseos diarios hacia Daymaniyat, una reserva natural protegida que consiste en nueve pequeñas islas deshabitadas.
El trayecto dura aproximadamente 50 minutos por el Golfo de Omán, que se pasan bastante rápido por la velocidad a la que conducen los locales y que, a ratos, hace pensar que las diferentes compañías compiten entre ellas (no recomiendo tomar lanchas pequeñas si vas con niños, como lo hice yo).
Luego de esta navegación un tanto adrenalínica, llegó la recompensa: un paraíso tropical de color turquesa, playas de arena blanca y un terreno rocoso de piedra caliza. Lo mejor lo veríamos una vez que saltáramos al mar con nuestro snorkel y aletas: un fondo marino cargado de corales con curiosas siluetas y colores tornasolados, entre los que se pasean decenas –o cientos– de tortugas verdes (chelonia mydas), peces de colores, caballitos de mar e, incluso, tiburones inofensivos con los que afortunadamente no tuve el placer de encontrarme.
De regreso, la carta de panoramas para explorar y sorprenderse continúa. Y allí está la siguiente parada: los Wadi. Estos son valles naturales que se forman a lo largo de miles de años por la erosión del agua, convirtiéndose en un auténtico oasis turquesa rodeado de vegetación tropical. Para llegar debes hacerlo en un auto 4×4 y abandonar el asfalto para perderte en caminos de tierra que serpentean entre colinas y cañones.
Según qué Wadi visites, deberás caminar más o menos tiempo, pero el premio final hará que valga la pena: piscinas naturales de agua dulce tan cristalina que permite ver sin problema varios metros de profundidad. Los más famosos con Wadi Bani Khalid y Wadi Shab.
Si lo ves en un mapa, notarás que Omán tiene una pequeña región separada del país por Emiratos Árabes: la península de Musandam. Situada en el Estrecho de Ormuz, es un lugar único gracias a sus espectaculares fiordos, montañas, costas escarpadas y, el broche de oro, avistamiento de desfiles.
Es uno de los destinos más populares de los turistas que llegan a Dubái y que quieren descubrir Omán, ya que existen tours por el día en “dhow”, las tradicionales embarcaciones ovaladas típicas del Golfo Pérsico. Las mismas en las que navegaba Simbad, el Marino, que según cuenta la leyenda, era omaní. Otra de las fascinantes sorpresas que Omán regala a los viajeros.
COORDENADAS
• LLEGADA: En avión hasta el Aeropuerto Internacional de Mascate.
• DINERO: La moneda oficial es el rial omaní. Aceptan tarjeta de créditos en hoteles, restaurantes y comercios grandes, pero lo mejor es tener efectivo para compras menores.
• IDIOMA: Oficialmente se habla árabe, pero en las zonas turísticas podrás comunicarte en inglés.
• MOVERSE EN OMÁN: El transporte público es escaso, lo mejor es arrendar un transporte privado o taxis.
• CLIMA: Evita la temporada de calor (mayo a septiembre), mejor visítalo entre octubre y abril.
• VESTIMENTA: Los turistas pueden permitirse ciertas licencias, pero recuerda que es un país musulmán. Si el plan es visitar templos o lugares sagrados, es importante que lleves pantalones o un pañuelo para cubrir tus piernas y, en el caso de las mujeres, algo para tapar hombros y cabeza.