En los cines del país ya se habilitó la preventa para adquirir los tickets y ser los primeros en ver Sin tiempo para morir, la última y postergada entrega del agente secreto británico, que nos inspira glamour, alta tecnología y copas de Martini muy seco. La cuenta regresiva comenzó. En una semana más el estreno será en grande en el Albert Royal Hall de Londres y dos días después podremos verla en todos los cines del mundo.
Este personaje icónico ha pasado por muchos actores que han quedado en la retina, otros en el olvido, algunos en el ridículo, pero ser James Bond es un desafío no menor aunque no siempre sus intérpretes terminaron con el mejor de los recuerdos. Como una forma de calentar motores, desmitificaremos que ser el espía más sensual de todos muchas veces no fue tan sexy.
Sean Connery, el Bond por antonomasia
Fue gracias a Dana, la mujer del productor y artífice de la saga, Albert R. Broccoli, que vio en Sean Connery las cualidades que lo convertirían en el Bond favorito de los espectadores: una combinación de magnetismo sexual y elegancia que no entusiasmaron al creador del personaje, Ian Fleming. Fleming diseñó a Bond a su imagen y semejanza, y eso implicaba un pasado en colegios privados, mucho paseo por clubes exclusivos y sofisticación a raudales. El actor escocés protagonizó seis películas de la saga y convirtió al agente secreto en un modelo de masculinidad y estilo gracias a su físico, pero también a una sutil capa de ironía que regalaba al personaje. Todas sus entregas fueron un éxito porque el mundo lo adoraba, o casi todos. Sus desencuentros con Albert Broccoli eran tan incómodos que el actor se escondía en su camarín cuando el productor llegaba al rodaje. Según publicó el periódico The Guardian, en la época de Diamonds are forever, su despedida oficial del personaje, estaba tan aburrido de personificarlo que regaló sus honorarios a fundaciones de caridad. “Siempre he odiado a ese maldito James Bond. Me gustaría matarlo”, llegó a declarar.
George Lazenby cambió el Martini por el LSD
Pese a lo breve de su paso por el personaje y la sombra que le dejó Connery, George Lazenby dotó al personaje de un humor y una profundidad emocional –en alguna de sus películas a su Bond le toca enamorarse, casarse y enviudar en apenas dos horas- esa humanidad ayudó a que los productores le ofrecieran un contrato de larga duración para que se adaptara al personaje, pero contra toda lógica, Lazenby se negó. En la vida real, el papel se le subió tan a la cabeza que el actor se trasladaba en helicóptero, llevaba armas al set de filmación donde disparaba al azar mientras todo el equipo técnico temía por su vida. Y cuando todo el mundo pensaba que se quedaría en el personaje, el actor declaró: “Bond es un bruto. Ya lo he dejado atrás. Nunca volveré a interpretarlo. Paz, ese es el mensaje ahora”. Para más, se sumó al movimiento contracultural que comenzaba a emerger en las calles de Londres y enfureció a Broccoli al dejarse barba y pelo largo, además de cambiar el Martini por el LSD. “Se sentía tan fuera de lugar con sus trajes finamente confeccionados que donó tres maletas llenas de ellos al Ejército de Salvación con etiquetas que decían: ‘Especialmente hechos para George Lazenby para On her Majesty’s secret service'”, cuentan los historiadores de la saga.
Roger Moore, el Bond que no corría
Con Moore, James Bond se convirtió en un tipo más relajado y menos complejo y, al contrario que Connery, no necesitó que nadie le enseñase como ser un caballero, porque el propio Moore lo era. Hizo tan suyo el personaje que usó su propio vestuario, que incluía pantalones “pata de elefante”, trajes safari, ajustados outfits de esquí y smokings color marfil. A Roger Moore la moda le interesaba bastante más que su desempeño físico. Tanto así que no rodó ninguna escena de acción e incluso se negaba a correr frente a la cámara, por eso casi todo lo que hace en pantalla, excepto beber Martini Seco, fue hecho con dobles de cuerpo. Incluso intentaba no disparar porque sufría un trauma de infancia relacionado con las armas. Diríamos que fue un Bond pacifista, aunque no especialmente aburrido, ya que le tocó la época más delirante de la saga: títulos como “Octopussy” y “Moonraker” son la delicia de todo amante del kitsch.
Timothy Dalton, el Bond más quitado de bulla.
Además de rejuvenecer la saga, con Timothy Dalton los productores buscaban hacer al personaje más terrenal y más pegado a lo que Fleming había escrito, incluso físicamente. Dalton hizo primero todo lo que hoy se le aplaude a Craig. Era taciturno y violento pero vulnerable, con una vida interior que era puro tormento y una exterior más realista. Tanto realismo solo sirvió para dos películas. Debut y despedida.
Pierce Brosnan, el Bond de los 90’s.
Luego de años de silencio, en 1994 se anunció que Pierce Brosnan era el nuevo 007. El actor lucía tan bien el tuxedo y la humita, que los productores le prohibieron usarlo fuera del set de filmación. Por eso y para no incumplir el contrato, en The Thomas Crowne Affair lo lleva con la camisa desabrochada y la corbata desarmada. La crítica se rindió a la nueva fórmula y confirmó que Brosnan era perfecto: una conjunción de las virtudes de cada uno de los Bond anteriores. Solo había un problema: sus películas son, probablemente, las peores de la saga. Los expertos aseguran que sus tramas son complicadas y están saturadas de efectos especiales.
Daniel Craig, el Bond rubio.
Craig no se ajustaba al canon que los seguidores de la saga tenían en mente: era rubio, de baja estatura, dueño de una belleza poco distinguida y con un pasado de papeles densos, más ligados a otro tipo de cine. “¿Estamos preparados para un James Bond rubio?”, se preguntaba la BBC. El ruido se acabó cuando se filtraron las primeras imágenes de Casino Royale, en las que el actor emergía del agua con un ajustado traje de baño color celeste. Sus pectorales borraron todos los prejuicios.
El productor, Albert Broccoli también contó acerca de las propias exigencias que se ponía Craig durante el rodaje, por ejemplo las que le llevaron a rodar Spectre con la rodilla rota. Eso explica la declaración que hizo el actor antes del estreno y que marca el agotamiento con su personaje: “Preferiría cortarme las venas antes de volver a ser James Bond”. El propio Daniel Craig ha contado en entrevistas cuánto le ha afectado el personaje: “Mi vida personal se vio afectada por ser tan famoso de repente. Me encerraba y cerraba las cortinas, estaba en las nubes. Me sentía física y mentalmente asediado”. También contó que durante los primeros años su amigo Hugh Jackman le dio consejos para manejar su recién adquirida popularidad.