Camila Quevedo lanzó el libro “El sano goce de comer” donde busca ponerle fin la cultura de la dieta. La nutricionista, que es magister en trastorno de la conducta alimentaria y peso inclusivo, reúne historias reales, experiencias en consulta y conocimientos como coaching ontológico para cuestionar nuestra relación con la comida y las dietas restrictivas.
“Las redes sociales tienen un impacto profundo en cómo percibimos nuestros cuerpos. Refuerzan la tendencia a compararnos constantemente con los demás, dejando esta sensación de que algo debemos cambiar, modificar o estar en constante búsqueda de ello”, reflexiona la autora.
Es por esto que ella asegura que “cuestionar los estándares de belleza y fomentar espacios inclusivos puede ayudarnos a construir una relación más sana y amable con nuestros cuerpos y nuestra autoimagen”.
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Además, la autora invita a entender la comida como una forma de conocer el mundo y la cultura a través de sabores, aromas y texturas. Y para esto se hace necesario distinguir entre hambre y apetito, que difieren tanto en su origen como en su forma de manifestarse.
¿Cuál es la diferencia? El hambre es una necesidad física y biológica, mientras el apetito es un deseo subjetivo influenciado por factores emocionales, sociales, culturales y ambientales, y se traduce en las ganas de comer algo específico.
Quevedo se dedica a fomentar la “alimentación intuitiva”, una corriente que promueve escuchar y responder a las señales internas del cuerpo para decidir cuándo, qué y cuánto comer, sin reglas alimentarias y sintiendo la libertad de elegir según el momento y contexto. “Mi deseo es sembrar en cada uno el sano goce de comer, que aprendamos de la flexibilidad, de honrar y cuidar el cuerpo y también nuestra salud mental”, concluye Camila Quevedo.
Para volver a conectar con el placer de comer sin tanto dogma y regla, lo prioritario es eliminar de nuestros hábitos esta idea de que hay alimentos buenos y malos, y volver a recordar que todo requiere un contexto.
– Necesitamos toda la variedad de alimentos para saciarnos de vitaminas, minerales, fibras, antioxidantes, proteínas, grasas y carbohidratos. Las cantidades y relaciones son individuales. Pero variedad necesitamos todos y también es necesario saciar las ganas, antojos y placer.
-Reflexiona sobre tus creencias alimentarias, muchas de ellas están basadas en mitos o en desinformación.
-Comencemos por incorporar los alimentos que te gustan, que disfrutas y que has sacado porque las dietas restrictivas del pasado no te los permitían o las reglas alimentarias te dicen que te hacen daño.
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-Comienza a darle más espacio al sentir. Sentir tu hambre, tus ganas, tu apetito, tu saciedad, que no sea tu mente la única que decida. Suma estos factores a la hora de decidir qué vas a comer.
-No restrinjas: No hay alimento malo o bueno. Los alimentos son alimentos, sin valor moral. Incorpora variedad y equilibrio.
-Integra todos los sentidos en el acto de comer, así conocerás más los alimentos. Prueba un día hacerlo con los ojos cerrados, será redescubrir un mundo de sabores, texturas y aromas que con tanta regla alimentaria seguramente pasaste por alto.