Si el lanzamiento de una película viene precedido, curiosamente, de tantas polémicas, suele alertar que la cosa no viene bien. Por una parte, puede entenderse esto como una estrategia de marketing para alimentar el morbo y las expectativas. Pero cuando se muestra al público, y se sigue hablando de las polémicas durante el rodaje y no de la película misma, la falla se vuelve evidente.
Es lo que termina sucediendo con Don’t Worry Darling (No te Preocupes Cariño), el segundo largometraje dirigido por la actriz Olivia Wilde, quien también actúa en la película. Su estreno en salas nacionales es hoy y cuenta con el protagonismo del fenómeno pop musical de los últimos años, Harry Styles.
Muy lejos del romántico afiche que esta historia ofrece al público, lo que esta película guarda es un drama de suspenso y ciencia ficción. La cual tiene sus claros referentes en Black Mirror, algo de The Truman Show y la estética de Mad Men. Y durante muchos momentos recuerda al remake de The Stepford Wives, donde Nicole Kidman era una suerte de experimento tecnológico de mujer perfecta.
Estamos en una suerte de condominio en medio de un desierto, que podríamos ubicar perfectamente en California. Con muchas palmeras y casas blancas, todas iguales, mujeres y autos a la usanza de los años 50 y música incidental que nos remonta a esa época. Ellas están ahí para atender a sus maridos, los que salen a trabajar a la misma hora y mismo lugar en una base de extraña procedencia, en medio del desierto.
Florence Pugh y Harry Styles son el matrimonio en que se centra esta historia. Una joven pareja de similar edad que sus vecinos y que son comandados por el enigmático personaje de Chris Pine. Este último, junto a su mujer, encarnada por Gemma Chan -la cual organiza fiestas y hace clases de ballet a las mujeres-, lideran una empresa dedicada a la innovación. Sin embargo, sus mensajes aleccionadores en las fiestas que brindan, hacen parecer que se trata de una secta. A través de confusos flashes y pesadillas, y de una mujer del grupo que descubre esta farsa, el personaje de Pugh llamado Alice, comienza a dudar de todo a partir del accidente de una avioneta que se estrella cerca de esta base donde trabajan los maridos, y ella decide seguir la huella.
A partir de ahí, todo son revelaciones, terapias de electroshock, realidades paralelas, persecuciones, y muchos cabos sueltos. Un filme que pretende sostenerse en buena parte, gracias a la presencia de Harry Styles. Aunque la película terminará siendo una trampa para las fans que irán a verla por él, ya que difícilmente la recordarán como un experimento muy feliz. Por su parte, está la actuación de Florence Pugh, quien carga la película sobre sus hombros, que hace que todo este acto fallido tenga alguna justificación y que sea seguido con algún interés por parte del público.
La película que empezó con polémicas de supuestas tórridas escenas sexuales, que no lo son tanto, de desavenencias durante el rodaje entre Florence Pugh y Olivia Wilde. Así como también, del beso entre Harry Styles y su co-protagonista Nick Kroll sumado al escupo que el cantante le lanza a Chris Pine durante el Festival de Cine de Venecia. Finalmente, serán estas las únicas postales que nos deje Don’t Worry Darling para la posteridad, porque de su material cinematográfico podríamos decir que el resultado es bastante errático y confuso.
Un lamentable paso en falso de Olivia Wilde, cuyo primer largometraje, Booksmart, nos hacía pensar que esto estaría lejos del fraude que termina siendo.