Fui un ejemplo. Seguí todos los dos & don’ts. Me obsesioné con la decoración y la jardinería, me sumé al look bizleisure (zoom para arriba, Netflix para abajo), usé más buzo que nunca en mi vida, tengo el último Apple Watch serie 6 que hasta mide la saturación de oxígeno en sangre por cualquier emergencia, planté mi propio huerto y ahora en casa hay rúcula y tomates frescos. Lo intenté como cuidadora de plantas y, aunque en términos generales fracasé, unas cuantas todavía sobreviven. Cualquiera diría que tildé todo lo que se esperaba de mí en cuarentena.
También me esforcé por ser un amor en los grupos de chats que comparto con gente que me cae mal. Redecoré algunos espacios de la casa, ordené los clósets, sacamos lo que no hacía falta, el homeschooling fue menos pesado de lo que parecía… Y en un abrir y cerrar de ojos, pasamos de marzo a diciembre.
En el mundo hace semanas que se habla del lockdown 2.0 que es la nueva cuarentena producto de los rebrotes, pero jamás pensé que nos tocaría. O al menos no ahora, no justo antes de las fiestas, en pleno verano, ad portas de las vacaciones.
Mi error. Debí haberme dado cuenta, porque de alguna forma era obvio. Aparecieron los primeros carretes de toque a toque, todo el mundo huyó a la playa -y el que pudo a las de Miami-, las compañías de telecomunicaciones están colapsadas instalando wifi en las segundas viviendas, los restoranes están a full, estacionar en el mall es tan complejo como cualquier diciembre.
Y mientras tanto una, cual (mala) madre modelo, ha hecho todo para no colapsar. Cocinamos queques, muffins y hasta panes. Subí cerros en familia y hasta me compré una bicicleta porque sin darme cuenta bajé de peso, así que quiero aprovechar el vuelito y ver si puedo tonificar aunque sea un músculo.
Demás que deben existir razones para retroceder en el paso a paso, pero una cosa fue bancarnos el colegio y el trabajo remoto. Encerrarnos cuando terminan las clases, es crueldad. ¡Hasta les había comprado Crocs! Pensando en que a partir de la próxima semana podrían ir a alguna piscina, o al mar a la casa de alguna amiga.
Pero no, ayer quedó claro que siempre todo puede ser peor. Y que el 2020 seguirá siendo impredecible, porque su objetivo es enseñarnos que no controlamos nada de nada. Ni siquiera lo que haremos el viernes.