Corría 2003 y el pop norteamericano tenía a su príncipe y a su princesa favorita. Britney Spears y Justin Timberlake acaparaban titulares, miradas y eran queridos por todos. Además de bellos, estaban en la cúspide de su carrera, y los invitaban de todos lados. En lo musical, Britney competía el cetro de realeza del pop con la muy talentosa Christina Aguilera. Ambas buscaban el mismo sueño. Pero en el olimpo de ambas, su gran referencia estaría ahí, y las acapararía para sí. Les pediría que subieran al escenario las tres, donde realizarían un show muy coreografiado con Like a Virgin primero y luego con Hollywood, siendo bendecidas (o no), por una de las más grandes.
Sin embargo, lo que se vio por televisión como un gesto torpe y espontáneo. Pero ya sabemos que el arte es que no se vean las costuras. Por lo demás, ya sabrán que Madonna no está para correr riesgos innecesarios. La performance que realizarían no fue casual. Y es que nada de lo que haga Madonna es a la suerte.
El beso fue parte del sello característico de la reina del pop. Y en el estudio le darían autorización para que hiciera lo que quisiera. Y como les falló sumar a Jennifer Lopez, y ayudados por la bomba del momento que hablaba de una posibilidad de una rivalidad entre Spears y Aguilera, se animaron a buscar a la intérprete de Ven Conmigo, mientras que JLo participaría en el filme Bailamos.
Lo que muy pocos sabían es que Madonna, que se aseguró de que hubiera un absoluto secreto en torno a la actuación, planeaba besar a ambas cantantes. Sin embargo, poca gente recuerda que besara a Aguilera. ¿La razón? El montaje del espectáculo se aseguró de apostar por un plano de un enojado Justin Timberlake, ex de Spears, cuando su expareja besaba a la reina del pop, algo que por descontado, enfadó a Christina Aguilera y a su equipo, que pidió a MTV que reeditara la actuación para mostrar el beso en posteriores emisiones, algo que jamás ocurrió.
El beso revolucionó al mundo, llegando Oprah a preguntar a Madonna si ese besuqueo fue una especie de mensaje político. Ella aseguró que no era más que un beso y que no sabía que iba a generar semejante controversia. “Creo que estando Madonna de por medio, siempre todo lo que gira a su alrededor tiene una carga fuerte a nivel intencionalidad, marketing y expectativas. Yo sigo viendo ese beso con el mismo código de la provocación, pero afortunadamente, en Madonna, siempre sirve para abrir caminos”, cuenta el ejecutivo de MTV.
“Creo que la diferencia entre la imagen del beso y el recuerdo que conservamos de él es una diferencia de impacto e icono. Hay cosas impactantes que se vuelven icónicas, como es este caso, y cosas impactantes que no se vuelven icónicas. No siempre se da esa dupla. Es un emblema de un momento y de una forma de entender el pop, pero no tiene un significado. No se puede analizar. Es una imagen visual y visceral que te llega por los sentidos, no por la cabeza. Hablamos de una imagen que fue impactante en su momento y que es icónica hoy. Pero la lectura es la misma, no ha cambiado, ni siquiera con todo lo que les ha ocurrido a ambas”, asegura.
Han pasado 23 años de ese beso robado aunque seguro que consentido. En un tiempo como el de caso Rubiales y la jugadora de la selección de fútbol femenino español, cabe preguntarse si es posible algo así de memorable en este tiempo de tanta exhibición por imágenes y tecnología. Y sabemos que un beso no es simplemente un beso.
Cuenta la historia que la directora de los premios MTV, Beth McCarthy-Miller, voló hasta Los Ángeles para ver los ensayos de la actuación. “No puedes decírselo a nadie, pero creo que esto te va a hacer muy feliz. Madonna besa a Britney y a Christina”, le dijo a otro ejecutivo por teléfono.
Sí: el beso estaba totalmente planificado y aunque el mundo lo recibió como un impacto inesperado, siempre se supo que generaría controversia, aunque el rostro de Justin Timberlake le pondría más pimienta al asunto.