“El cine es el lugar de los sueños”, le dice Mitzi (Michelle Williams) a un pequeño Sam a la entrada del cine, en la primera escena de The Fabelmans, la última y más personal (de todas las películas personales) del célebre director Steven Spielberg. La madre, el hijo y el padre, interpretado por Paul Dano, entrarán a ver The Greatest Show on Earth, la clásica película protagonizada por James Stewart y Charlton Heston, y que habla de lo que sucede adentro de un circo. Es el primer acercamiento de Sam, que calculamos debe tener unos 5 años, dentro de una sala de cine a oscuras y frente a una gran pantalla. Una experiencia que lo cambiará todo en su vida.
Es inevitable pensar en que esta puede ser una biopic del propio Spielberg dirigida por él mismo. Y es que el propio director ha dicho que, empujado por su guionista estrella Tony Kushner, comenzaron en conjunto a trabajar en el guion de este filme, que se inspira en la infancia y la adolescencia de este realizador ineludible para la historia del cine de los últimos 50 años. Esto va de cine, de cómo el celuloide y la gran pantalla se convirtió en su gran meta, su desafío, su ambición y su obsesión. Pero también, y como suele ser habitual en sus relatos, es una historia sobre la familia, con especial foco acá en la figura de la madre.
Una Michelle Williams que a ratos abarca todo el plano, que se roba la película, interpreta acá a la madre de este cineasta en ciernes. La mater de una familia judía, con sus hábitos y tradiciones muy arraigadas, pero también con una serie de costumbres particulares, como que comen con platos, servicios y manteles desechables, para que al lavar, Mitzi no se dañe las manos con las que toca el piano. La madre de Michelle Williams le potencia todos los intereses con las cámaras y el registrar imágenes, que compulsivamente desarrolla Sam. El tercero de cuatro hermanos. En este engranaje familiar está Jeannie, la curiosa abuela de Sam y la presencia de Bennie (Seth Rogen), empleado y mejor amigo del padre de Sam, quienes trabajan en la RCA.
La figura de Bennie será gravitante en la crisis que vivirá la madre de Sam y que se verán representados en cambios de ánimo permanentes, y la consistencia añoranza de Bennie, después que el padre se cambia de trabajo y la familia se muda a California. Los Fabelmans sufren una crisis, la familia se desintegra y es ahí, con todo esa ruptura y desarraigo, donde Steven Spielberg encontrará el caldo de cultivo que, de alguna u otra manera, repasará durante toda su carrera cinematográfica.
Esta también es una película sobre crecer. Habla del paso de la infancia a la adolescencia. El primer amor, los primeros deseos, la primera pelea escolar y el ser testigos como hijos de la desintegración de esa familia que durante años pensabas que era ideal. Por cierto, vemos los primeros pasos de este niño y luego adolescente, en su gusto por el séptimo arte, en la fijación por filmarlo todo, en montar filmes artesanales a modo de juegos infantiles, primero con sus hermanas y después, más grande, registrando el paseo a la playa con su curso. Y aquí hay una escena clave. Antes vemos a Sam ser golpeado por uno de sus compañeros a modo de acoso escolar por una situación que no revelaremos. En la película que registra en el paseo de fin de curso, deja a este compañero como el real héroe y el “prom King” de su generación. Lo que provoca la confusión del aludido. Al enfrentarlo, Sam le dice que mostró lo que la audiencia quiere ver, que nadie quiere conocer a un personaje antipático porque nadie se interpretaría con eso. Finalmente la reflexión es cómo el cine transforma la realidad para, eventualmente, mejorarla y que sea ese lugar de los sueños al que se refiere su madre al comienzo del filme.
Los Fabelman cuenta con 7 nominaciones al Oscar y se estrena este jueves 9 de enero en todas las salas de cine del país.