Muchas veces los duelos por pérdidas no físicas son más difíciles de soportar. Se ha hablado incluso que las rupturas de amistad son más difíciles de asumir que las sentimentales. El desgarro y la sensación de anomia que produce el alejamiento de un amigo o amiga muy querido, con quien eras cómplice y compañero de vida, nos deja a la deriva, en un limbo desolador sin saber mucho cómo seguir.
Este es el tema central de Los Espíritus de la Isla, la nueva película del director inglés Martin McDonagh, que el mundo entero conoció cuando se alzó como una de las favoritas de la versión 2018 de los Oscar con Tres Anuncios para un Crimen, la película donde una irascible Frances McDormand, ante la inmovilidad de las autoridades locales, decide ella misma instalar una serie de carteles en la localidad donde vive, solicitando la resolución del crimen de su hija, aun sin justicia. Tanto McDormand como Sam Rockwell ganaron ese año los premios principales y secundarios por su actuación en el aplaudido filme.
Los Espíritus de la Isla vuelve a una historia que ocurre en un pequeño pueblo, al igual que el filme anterior. Y su realizador vuelve a trabajar con la dupla del primero de sus trabajos conocidos. Colin Farrell y Brendan Glesson fueron la pareja protagónica de In Bruges, un elogiado filme de 2008, donde los actores personifican a una pareja de asesinos a sueldo que esperan la orden de su jefe (Ralph Fiennes) para asesinar a alguien en la ciudad belga de Brujas. Más allá del hecho final, lo que importaba acá era la dinámica de los dos personajes, un duelo casi teatral que concitaba todo el interés.
En estos tres filmes, Martin McDonagh apuesta especialmente por sus personajes. Son películas que tienen mucho de teatral. Ocurren en locaciones cerradas y el estudio humano de estos caracteres es lo que busca diseccionar. En este nuevo trabajo que ha sido nominado a 9 premios Oscar, el director inglés nos lleva a Irlanda en la década del 20. Dos personajes que viven en una isla remota en la costa oeste irlandesa, uno pastor de animales (Farrell) y el otro, un músico de melodías tradicionales (Glesson), grandes amigos los dos, y que repentinamente uno de ellos decide de manera unilateral cortar la amistad con el otro. La razón: simplemente ya no lo soporta, lo encuentra aburrido, argumentando que le quita tiempo para trascender en lo que realmente le gusta hacer en la vida y que por estar con él, escuchándolo diariamente, posterga estos deseos vitales.
La parte víctima de este desaire, encarnado por Colin Farrell, vive con su hermana, uno de los personajes más luminosos e interesantes del filme, encarnado por una desconocida Kerry Condon; y en esta letanía triste y confusa de entender las razones del amigo para terminar con él, se hace acompañar por un chico del pueblo, otro de los personajes destacados del filme, encarnado por Barry Keoghan. Estos dos actores de reparto han sido, con todo merecimiento, nominados al Oscar, en este filme profundamente melancólico, tanto que incluso sus momentos de humor lo son.
Los Espíritus de la Isla resulta ser una película con una atmósfera muy bien lograda, con una cinematografía deslumbrante, que tiene a su haber personajes especialmente bien delineados y con mucha carne para sacar provecho. Sin embargo, su talón de Aquiles lo encuentra en su historia, una que a ratos se siente insuficiente, por tanto por muchos momentos se vuelve un poco plana. Es una anécdota tan reducida, con un par de golpes de efecto que a la luz de la resolución terminan siendo solo eso, que termina dejando una confusa sensación en el espectador. Y es que se trata de un paquete muy bien presentado, un producto artístico de esos que embelesan a los gremios y a la Academia, un artefacto que, supuestamente, cuenta con todas las piezas muy bien encajadas, pero donde algo no termina de cuajar.
Los Espíritus de la Isla se estrena este jueves 2 de febrero en todas las salas de cine del país.