Revista Velvet | Lo que sufres no es depresión o ansiedad. Se llama languidez…
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Lo que sufres no es depresión o ansiedad. Se llama languidez…

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Lo que sufres no es depresión o ansiedad. Se llama languidez…

POR Sole Hott | 11 junio 2021

No se trata de estar triste al extremo o considerablemente agotado, la pandemia tiene sus efectos y la languidez es uno de ellos. Sin embargo, hoy mucho los confunden con depresión o ansiedad.

Los expertos alertan sobre lo peligroso que este estado puede llegar a ser. Y es que la prolongación del estrés y la incertidumbre generada por la pandemia, han derivado en una desmotivación potente, así como también afecta la concentración y la sensación de abandono.

Es más, los expertos aseguran que la pandemia ha llevado a muchas personas a un estado de apatía, llevando a las personas a aislarse socialmente. El miedo, las restricciones y la situación socioeconómica han generado una pérdida en el impulso vital. Y alertan que recuperarse de esto no será una tarea fácil.

Explicado en palabras simples se trata de una sensación de estancamiento, donde todos los días son iguales… aunque no lo sean.

Ahora bien, también aclaran que esta languidez no es ansiedad ni depresión. Y lo relacionan con la disforia, un concepto que viene de la expresión griega para algo ‘difícil de llevar’.

¿Dónde está lo peligroso? Es un estado al que entras sin darte cuenta y puede derivar en algo más allá que esta sensación de languidez, como bajo rendimiento laboral y problemas psicológicos. Y Corey Keyes, sociólogo y psicólogo estadounidense responsable de acuñar este término, confirma estas conclusiones.

Según la investigación de Keyes, esta palabra define el malestar de muchas personas, que no tienen síntomas de depresión, pero tampoco pueden salir de aquel estado indiferente. Y anticipa que el gran peligro es que precisamente aquellos que hoy presentan estos síntomas, sean lo que probablemente desarrollen una depresión grave y trastornos de ansiedad en los próximos años.

¿Cómo detectarlo? Te despiertas por la mañana y te da lo mismo ducharte o no, a qué hora comes o hasta qué hora te quedaste despierto viendo televisión. Sabes que tienes pendiente, pero todo te da igual. Las rutinas desaparecen, no hay horarios definidos y tampoco emociones claras. Es a tal punto, que ni la llegada de la vacuna te mueve. El pensamiento es que todo lo que hago no depende de mí, por lo tanto se genera una desmotivación derivada de otros problemas.

Esta actitud también es un peligro, ya que esta apatía puede desajustar nuestros ritmos circadianos, el reloj biológico interno que regula el sueño, explican los expertos. Al afectar este regulador hormonal natural, puede bajar la dopamina, que es la hormona de la motivación.

Cuando comenzó la pandemia, nuestras alertas nerviosas se encendieron, y hubo una primera fase de muchas crisis de ansiedad y pánico. De ahí pasamos a la ‘fatiga pandémica’, provocada por el agotamiento de meses de alerta mantenida. Finalmente todos esos síntomas pueden terminar en una anhedonia, lo que se define en psicología como un bloqueo que nos impide experimentar placer.

Y ahí es donde aparece la languidez y el no poder identificar las emociones porque estás en un momento tan pasivo que no te preocupas de lo que piensas ni tampoco de lo que sientes.

¿A quiénes afecta? Si bien puede afectar a todos, son los adolescentes los que más lo sufren. Quizás por ser quienes más cambios han tenido en las rutinas. y se ve reflejado en trastornos alimentarios y fenómenos autoflagelantes, además del aumento de ingresos a centros especializados.

¿Cómo superarlo? Los expertos coinciden en ponerle nombre y apellido a las emociones. “Creo que, si aceptáramos nuestras emociones desde una autocompasión sana, como las mensajeras que son, tendríamos tanta, pero tanta información de nuestro mundo emocional, que nos enfermaríamos mucho menos. Y seguramente, de cosas menos graves”, comenta Pilar Sordo en su columna para revista Velvet. Y es que si no les ponen nombres no tienen como tratarlas.

 

 

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