Extraño estar con mi gente, sentir la temperatura social en estos tiempos tan revolucionarios y comer las cosas deliciosas que me regresan a mi infancia.
Esta vez vengo con un proyecto laboral muy cercano a mi corazón, un sueño que tengo desde hace años: protagonizar una película en Chile ¡cosa que no hago hace 15 años! Porque ESTE es el proyecto que esperaba.
Como saben, la maternidad me pidió hacer un “detour” de casi ocho años para ocuparme con toda mi fuerza mental y física a mi hijo. Luego llegó mi pequeña Luna. Y después, la partida de Matteo me hizo entrar en un duelo que me absorbió por años, culminando en la publicación en Chile y Estados Unidos de mi libro Ir al cielo y volver.
Con ese hito, empieza una nueva etapa: ahora me toca volver a la creatividad a través de la actuación, con un grupo de mujeres bacanas. Es volver a mi identidad de actriz, cuerpo y alma, con un proyecto mágico que venimos cobijando hace años junto a su directora y guionista Francisca Alegría, y su co- guionista, Fernanda Urrejola. Es una coproducción entre Francia, Estados Unidos y Wood Producciones en Chile, que habla sobre la importancia de la sanación para cada uno de nosotros, en nuestras relaciones intrafamiliares y con la pachamama; todo esto con un tono de realismo mágico muy único. Una voz nueva, femenina, urgente… No podría haber pedido algo más a la medida de mi sensibilidad para volver a actuar en mi país y abordar los temas que me movilizan.
Como artistas, nuestro rol en la sociedad a veces se confunde con nuestra presencia en las redes sociales, la prensa o la fama. Y puede volverse pantanosa la motivación para seguir creando más arte. La razón por la cual amo lo que hago es que nuestro oficio nos lleva a un profundo viaje reflexivo sobre la condición humana, sobre la forma en la que vivimos nuestras vidas, lo que valoramos y lo que nos hace falta mirar un poco más. Solo el arte –y en particular el cine– nos permite vernos reflejados en nuestras historias y así despertar, aunque sea un poquito, como humanidad.
Es un privilegio ser la protagonista del titánico esfuerzo que significa levantar un largometraje. Es un gran regalo volver a mi Chile de esta manera, luego de tantos años de sacrificio personal. Es un honor poder contarles esta historia con el pincel de mis emociones, que tanto he explorado estos últimos años como madre y mujer. Es mi deseo que esta historia llamada La vaca que cantó una canción sobre el futuro, una vez terminada y lista para exhibición, sea de alguna manera parte del crecimiento de nuestro país y sociedad.
Ahora me toca entrar en el malabarismo de alto riesgo de las mamás trabajadoras a tiempo completo. Deséenme suerte, tengo vértigo ante la idea de no estar ahí con Lunita como lo estuve este último año de pandemia. Pero sé que este acto de compromiso será un ejemplo para ella. Porque lo que más quiero es que ella se sienta libre y empoderada para seguir sus propios sueños.